Tengo que reconocer que nunca he sido un gran seguidor de David Carradine, ni he visto mucho la serie que tanto éxito le dio, Kung Fu, salvo quizá algunos veranos en los que no tenía nada que hacer cuando era pequeño y reponían la serie por las mañanas, pero enterarme ayer de la noticia de su muerte en Bangkok me ha removido por dentro, especialmente porque todo apunta a que ha sido un suicidio.
De carrera más bien discreta, para alguien de mi generación este caballero solamente puede sobresalir ¡y de qué modo! por el impresionante, fascinante personaje de Bill de la película de culto de Quentin Tarantino Kill Bill, papel por el que considero que como mínimo debíó ser nominado al oscar como actor de reparto, ya que cada vez que aparecía en escena se comía la pantalla con su expresividad y su hipnotizante verborrea, que queda bien patente en este interesantísimo diálogo de Kill Bill vol. 2.
Y anexo esta otra escena de la misma película, donde se puede comprobar de primera mano todo lo que he dicho en mi comentario escrito.
Así que poco más puedo añadir: eras el mejor, Carradine. Descansa en paz.
Un abrazo.