Extraño fin de semana este que ha finalizado. Extraño desde sus inicios a las 3 de la tarde del viernes hasta el momento en que escribo estas líneas. Tengo la sensación de haberme encontrado conmigo mismo, pero rodeado de gente que por alguna razón estaba en otro lugar.
La tarde del viernes fue de lo mejor del fin de semana aunque sin duda lo mejor de todo llegara la mañana del sábado. A partir de ahí en adelante, todo fue como la película que vi este fin de semana, Flores rotas, es decir: un auténtico desafío a la imaginación, donde todo está pasando y a la vez nada. Nada explícito, nada tangible, sólo alucinaciones, situaciones fuera de contexto y regresos al pasado (¡y hablo de muchos años, prácticamente doce!) que me hicieron plantearme cómo habían cambiado las cosas, y lo que realmente me importaba de mi día a día. Ojo, no hablo de una situación de trascendentalismo de esas típicas, sino una serena reflexión que me hizo sentir realmente bien. El domingo se llegó al final de un camino muy largo donde se culminó un proyecto.
El viernes, como ya he comentado, fue una tarde especial, porque si bien parece que planté cara a una parte de los miedos y fantasmas que aún están dentro de mi, el flaqueo que me invadió (y me superó) lo conseguí vencer finalmente. Y me sentí luego mucho mejor. He perdido el miedo a algo que me asustaba. ¿No os han dicho alguna vez que la única forma de vencer un miedo interior es afrontarlo y plantarle cara?. Así es como lo definiría.
El sábado por la mañana, y de forma casi inesperada aunque no del todo, pasé una de las mañanas más maravillosas que recuerdo en meses. Todo por cortesía de una de esas personitas que andan por el mundo y que consiguen iluminarlo un poco más con su afectuosa y dulce personalidad y a quien he llegado a querer muchísimo.
El resto del fin de semana fue más o menos como los anteriores, pero con un elemento que lo diferencia de todos los demás. Por alguna razón, que aún no comprendo, me sentí como la pieza de un puzzle distinto al que se estaba construyendo. Yo no conseguí encajar en ninguno de los sitios donde quería ser ubicado. Y lo curioso es que yo no hice nada especial o que forzara esa situación tan incómoda. Incómoda para los demás, por supuesto. Porque yo me sentía estupendamente, salvo por esa impresión de que mi presencia incomodaba a mi entorno. ¿No os habéis sentido nunca así?.
En todo caso, el fin de semana acabó. Y ahora, toca volver a la rutina (bastante pesada) que se presenta esta semana. A ver qué tal resulta la construcción del puzzle semanal, aunque algo me dice que se presenta complicado.
Un abrazo.
La tarde del viernes fue de lo mejor del fin de semana aunque sin duda lo mejor de todo llegara la mañana del sábado. A partir de ahí en adelante, todo fue como la película que vi este fin de semana, Flores rotas, es decir: un auténtico desafío a la imaginación, donde todo está pasando y a la vez nada. Nada explícito, nada tangible, sólo alucinaciones, situaciones fuera de contexto y regresos al pasado (¡y hablo de muchos años, prácticamente doce!) que me hicieron plantearme cómo habían cambiado las cosas, y lo que realmente me importaba de mi día a día. Ojo, no hablo de una situación de trascendentalismo de esas típicas, sino una serena reflexión que me hizo sentir realmente bien. El domingo se llegó al final de un camino muy largo donde se culminó un proyecto.
El viernes, como ya he comentado, fue una tarde especial, porque si bien parece que planté cara a una parte de los miedos y fantasmas que aún están dentro de mi, el flaqueo que me invadió (y me superó) lo conseguí vencer finalmente. Y me sentí luego mucho mejor. He perdido el miedo a algo que me asustaba. ¿No os han dicho alguna vez que la única forma de vencer un miedo interior es afrontarlo y plantarle cara?. Así es como lo definiría.
El sábado por la mañana, y de forma casi inesperada aunque no del todo, pasé una de las mañanas más maravillosas que recuerdo en meses. Todo por cortesía de una de esas personitas que andan por el mundo y que consiguen iluminarlo un poco más con su afectuosa y dulce personalidad y a quien he llegado a querer muchísimo.
El resto del fin de semana fue más o menos como los anteriores, pero con un elemento que lo diferencia de todos los demás. Por alguna razón, que aún no comprendo, me sentí como la pieza de un puzzle distinto al que se estaba construyendo. Yo no conseguí encajar en ninguno de los sitios donde quería ser ubicado. Y lo curioso es que yo no hice nada especial o que forzara esa situación tan incómoda. Incómoda para los demás, por supuesto. Porque yo me sentía estupendamente, salvo por esa impresión de que mi presencia incomodaba a mi entorno. ¿No os habéis sentido nunca así?.
En todo caso, el fin de semana acabó. Y ahora, toca volver a la rutina (bastante pesada) que se presenta esta semana. A ver qué tal resulta la construcción del puzzle semanal, aunque algo me dice que se presenta complicado.
Un abrazo.