Es muy curioso cómo podemos hacer de algo una parte más de nosotros, sea nuestro o no. Nos sucede con todo: con frases que hemos escuchado y no recordamos de quien o dónde, con nuestros movimientos, con nuestra forma de reaccionar... a mi, personalmente, me pasa muchísimo. Cuando menos me lo espero empiezo a analizarme y me digo uy, esta frase es de fulanito o vaya, esto que estoy haciendo es muy típico de menganito. Esto me da que pensar ciertas cosas... por ejemplo, ¿dónde termina lo que heredamos de los demás y dónde empieza nuestro propio ser?.
Yo creo que el ser humano es demasiado complejo: no se puede catalogar a ninguna persona en general, aunque creo que es evidente que la mayor o menor simpleza de una persona reside en esa capacidad personal para recoger todo aquello que hemos recogido de las gentes y lugares que hemos conocido, y poder tomar un poco de esas o de aquellas otras para poder crear nuestro propio elixir único, y así poder transmitirlo a otros.
A veces reconozco que me siento un poco falto de personalidad. Otras veces menos. Y otras veces mucho. Otras me siento anulado completamente, y otras siento que lo que yo soy y represento no puede compararse a nada, ni mejor ni peor.
Ahora bien, ¿qué es lo que hace a una persona lo que es?. Indudablemente, beber más y más de las historias de las que nos alimentamos en el día a día. Con ese comer y beber vamos enriqueciendo nuestra alma, a veces de forma sana y otras de forma completamente opuesta. Una mala indigestión puede causar daños irreparables. Y una comida frugal y reconfortante puede resultar excelentemente beneficiosa. Esta última es para mi lo que sería ideal.
Está claro que lo que en verdad nos toca es el día a día, y esto es válido para todo el mundo. Pero también existen otros mundos, otras historias, y nos gusta conocerlas por todos los medios que estén a nuestro alcance, de acuerdo con la disposición individual: así pues, conocer la vida a través de los relatos de otra persona, de un libro, de una película... pueden y de hecho alimentan el espíritu y consiguen hacerte aprender grandes lecciones para las que luego puedes aplicar en tu propia vida.
A mi me pasa con el cine, con los libros, con los comics, con las series de TV o con los videojuegos que consumo día a día. Son muchos los recuerdos hermosos que albergo como un tesoro en el corazón provenientes de estas fuentes.
Y entre todas ellas me gustaría destacar el mundo creado por Tolkien, maravilloso, inspirador, desgarrador, hermoso, bello, oscuro, sobrecogedor como nada que haya conocido y nunca conoceré. Es evidente que si me gusta tanto esta historia tiene que ver con mi propia predisposición a sentirme atraída por ella. Quiero decir: las cosas que nos gustan o nos condicionan siempre tienen que ver con nosotros mismos, con nuestra propia esencia.
Un día de estos os contaré una historia que muchos ya conoceréis: la de los dos árboles de Valinor.
Me gustaría terminar haciendo una pequeña conclusión sobre todo lo que he escrito, a modo de resumen: las personas somos como esponjas que, queriéndolo o no, nos vamos enriqueciendo o envileciendo con todo lo que nos rodea, y es la virtud más grande que poseemos si sabemos usarla juiciosamente. Y, sobre todas las cosas, es casi un deber para nosotros enriquecer nuestro espíritu por todos los medios de los que dispongamos. ¡Qué grande es el poder del conocimiento!.
La fantasía, la realidad, la imaginación... son nuestros aliados más poderosos.
Yo creo que el ser humano es demasiado complejo: no se puede catalogar a ninguna persona en general, aunque creo que es evidente que la mayor o menor simpleza de una persona reside en esa capacidad personal para recoger todo aquello que hemos recogido de las gentes y lugares que hemos conocido, y poder tomar un poco de esas o de aquellas otras para poder crear nuestro propio elixir único, y así poder transmitirlo a otros.
A veces reconozco que me siento un poco falto de personalidad. Otras veces menos. Y otras veces mucho. Otras me siento anulado completamente, y otras siento que lo que yo soy y represento no puede compararse a nada, ni mejor ni peor.
Ahora bien, ¿qué es lo que hace a una persona lo que es?. Indudablemente, beber más y más de las historias de las que nos alimentamos en el día a día. Con ese comer y beber vamos enriqueciendo nuestra alma, a veces de forma sana y otras de forma completamente opuesta. Una mala indigestión puede causar daños irreparables. Y una comida frugal y reconfortante puede resultar excelentemente beneficiosa. Esta última es para mi lo que sería ideal.
Está claro que lo que en verdad nos toca es el día a día, y esto es válido para todo el mundo. Pero también existen otros mundos, otras historias, y nos gusta conocerlas por todos los medios que estén a nuestro alcance, de acuerdo con la disposición individual: así pues, conocer la vida a través de los relatos de otra persona, de un libro, de una película... pueden y de hecho alimentan el espíritu y consiguen hacerte aprender grandes lecciones para las que luego puedes aplicar en tu propia vida.
A mi me pasa con el cine, con los libros, con los comics, con las series de TV o con los videojuegos que consumo día a día. Son muchos los recuerdos hermosos que albergo como un tesoro en el corazón provenientes de estas fuentes.
Y entre todas ellas me gustaría destacar el mundo creado por Tolkien, maravilloso, inspirador, desgarrador, hermoso, bello, oscuro, sobrecogedor como nada que haya conocido y nunca conoceré. Es evidente que si me gusta tanto esta historia tiene que ver con mi propia predisposición a sentirme atraída por ella. Quiero decir: las cosas que nos gustan o nos condicionan siempre tienen que ver con nosotros mismos, con nuestra propia esencia.
Un día de estos os contaré una historia que muchos ya conoceréis: la de los dos árboles de Valinor.
Me gustaría terminar haciendo una pequeña conclusión sobre todo lo que he escrito, a modo de resumen: las personas somos como esponjas que, queriéndolo o no, nos vamos enriqueciendo o envileciendo con todo lo que nos rodea, y es la virtud más grande que poseemos si sabemos usarla juiciosamente. Y, sobre todas las cosas, es casi un deber para nosotros enriquecer nuestro espíritu por todos los medios de los que dispongamos. ¡Qué grande es el poder del conocimiento!.
La fantasía, la realidad, la imaginación... son nuestros aliados más poderosos.