Soy una persona de contrastes. Demasiado. O veo las cosas demasiado coloridas o demasiado grises. Esto, afortunadamente, es un rasgo que he ido controlando conforme ha ido pasando el tiempo y me he vuelto, como vulgarmente se dice aunque aún no sé bien qué significa, adulto. Sin embargo, tengo que reconocer que pese a ser una persona llena de recursos y en muchas ocasiones alegre, tiendo al negativismo y a la excesiva preocupación por las cosas. Cosas que, además, son en su mayoría nimiedades a las que no debería prestar atención. Pero se la presto.
Aceptar la propia naturaleza de uno mismo no es malo; nunca he creído que aceptarse como uno es, defectos incluídos, sea algo que haga daño, al contrario. Pero últimamente estoy viviendo muchas situaciones (todas ellas en mi interior) que me hacen plenamente consciente de lo que yo mismo limito mi propia felicidad al autoimponerme una barrera o aura de negativismo a mi alrededor. Este negativismo no es muchas veces evidente, y en casi todos los casos hablamos de tonterías sin relevancia alguna en mi día a día: pero a mí me pica como un grano en el cogote.
Este tema lo he abordado ya muchas veces; es cierto que al final somos animales de costumbres y, aunque lo digamos de distinto modo, siempre damos vueltas a nuestros problemas de siempre. A mí siempre me ha preocupado ser una persona demasiado seria, ponerme cuerdas, ver algo malo donde no hay nada, ser un tedio de persona y, sobre todo, mi muchas veces repugnante pedancia. Porque sí, soy un pedante y un brasas, aunque por suerte no por norma general.
Lo que siento al respecto en los últimos meses es que se está germinando un cambio trascendental en mí; estoy seguro de que antes o después y para bien o para mal, pasará: no soporto al Dani que se siente mal por gilipolleces, al Dani que siempre está pendiente de algo que ni le va ni le viene, al Dani que lo quiere tener controlado todo bajo su perspectiva individual de las cosas. Quiero ser más alegre, liberal y comprensivo. Lo soy, no me malinterpretéis, pero no tanto como querría.
Mi Sera es un elemento quizá no clave, pero sí importante; sin él posiblemente habría llegado al mismo punto, pero su extremo positivismo y despreocupación por las cosas me fascina; ojalá en ese sentido fuese un poco más como él. No exactamente como él, pero sí un poco.
Mi reflexión es: ¿Podemos cambiar las personas alguno de nuestros rasgos de personalidad más arraigados?. ¿Existe de verdad esa posibilidad?. Y en caso afirmativo, ¿debería hacerse?. Siempre entran en conflicto muchas de mis ideas: la de la mejora progresiva y la del quiérete tal y como eres.
Al final, todo se trata de ser consciente de lo que te gusta de tí, de lo que no, y de esto último tratar de solventarlo para encontrarte en paz contigo mismo. La consciencia es la clave, y gracias a ella, antes o después, conseguiré vender mi maldito negativismo.
Un abrazo.
Aceptar la propia naturaleza de uno mismo no es malo; nunca he creído que aceptarse como uno es, defectos incluídos, sea algo que haga daño, al contrario. Pero últimamente estoy viviendo muchas situaciones (todas ellas en mi interior) que me hacen plenamente consciente de lo que yo mismo limito mi propia felicidad al autoimponerme una barrera o aura de negativismo a mi alrededor. Este negativismo no es muchas veces evidente, y en casi todos los casos hablamos de tonterías sin relevancia alguna en mi día a día: pero a mí me pica como un grano en el cogote.
Este tema lo he abordado ya muchas veces; es cierto que al final somos animales de costumbres y, aunque lo digamos de distinto modo, siempre damos vueltas a nuestros problemas de siempre. A mí siempre me ha preocupado ser una persona demasiado seria, ponerme cuerdas, ver algo malo donde no hay nada, ser un tedio de persona y, sobre todo, mi muchas veces repugnante pedancia. Porque sí, soy un pedante y un brasas, aunque por suerte no por norma general.
Lo que siento al respecto en los últimos meses es que se está germinando un cambio trascendental en mí; estoy seguro de que antes o después y para bien o para mal, pasará: no soporto al Dani que se siente mal por gilipolleces, al Dani que siempre está pendiente de algo que ni le va ni le viene, al Dani que lo quiere tener controlado todo bajo su perspectiva individual de las cosas. Quiero ser más alegre, liberal y comprensivo. Lo soy, no me malinterpretéis, pero no tanto como querría.
Mi Sera es un elemento quizá no clave, pero sí importante; sin él posiblemente habría llegado al mismo punto, pero su extremo positivismo y despreocupación por las cosas me fascina; ojalá en ese sentido fuese un poco más como él. No exactamente como él, pero sí un poco.
Mi reflexión es: ¿Podemos cambiar las personas alguno de nuestros rasgos de personalidad más arraigados?. ¿Existe de verdad esa posibilidad?. Y en caso afirmativo, ¿debería hacerse?. Siempre entran en conflicto muchas de mis ideas: la de la mejora progresiva y la del quiérete tal y como eres.
Al final, todo se trata de ser consciente de lo que te gusta de tí, de lo que no, y de esto último tratar de solventarlo para encontrarte en paz contigo mismo. La consciencia es la clave, y gracias a ella, antes o después, conseguiré vender mi maldito negativismo.
Un abrazo.