Si hay algo, una escena en concreto que me haya impactado de la última película de Ang Lee, es la mirada de Jake Gyllenhaal en una escena muy concreta de la película. Jake es Jack Twist, un joven Cowboy (o más bien pastor) que se reune con Ennis del Mar, interpretado por Heath Ledger, en la montaña Brokeback para cuidar las ovejas del tacaño Joe Aguirre en el verano de 1963. Allí, ambos descubrirán que lo que sienten el uno por el otro va más allá de la simple amistad. Y este conocimiento se convertirá poco a poco en bálsamo y tortura para sus almas en años venideros.
Aunque yo no creo que Brokeback Mountain sea la aclamadísima obra maestra de la que todos hablan, sí que es a todas luces un pequeño tesoro que se engrandece con cada visionado que te dignas a darle. Así pues, aunque vi la película en versión doblada hace ya un mes, recientemente he tenido la oportunidad de volverla a ver en versión original y la he disfrutado muchísimo más. El acento de Heath Ledger, por ejemplo, en la versión doblada hace parecer que el pobre tiene algún tipo de incapacidad mental. Asimismo, no mencionaré otras cosas que se han cargado o tergiversado en el doblaje, porque me enciendo de mala manera.
Volviendo a la escena que nos ocupa, haré una pequeña descripción de la misma. No diré dónde o cómo ocurre esta escena para no arruinar la película a quien no la haya visto, pero tengo la necesidad de explicar cómo me sentí al verla. Esta es la magia del cine: una pequeña y sencilla secuencia que, en un par de planos bien rodados, una mejor interpretación por parte de los actores y la perfecta combinación del conjunto junto con la fabulosa partitura de Gustavo Santaolalla, hacen que surjan de tu corazón incontables e intensas emociones llenas de ternura y belleza.
Un amanecer más en Brokeback, Jack permanece de pie medio adormecido, mientras Ennis se acerca a él por la espalda y le da un cálido abrazo, mientras le dice Estás durmiendo como los caballos, de pie. Jack no dice nada, aunque su expresión lo dice todo. Entonces, Ennis le comunica que se marcha (toca cuidar a las ovejas), que se verán por la noche, y monta su caballo. Mientras Ennis se aleja del campamento, es entonces cuando sucede: Jack le observa alejarse con una mirada llena de amor inocente, puro, y se puede ver reflejado en sus ojos la ilusión, la alegría, la emoción desbordante que aflora en su corazón. No pude evitar llorar la primera vez que vi este plano y tampoco he podido evitarlo la segunda vez. Y es que no puedo: me desborda la sensación que invade a Jack, sentir que quiero poder mirar a través de sus ojos.
Todos tenemos una idea más o menos idolatrada de lo que debe ser sentir algo tan hermoso por alguien. Todos queremos o tenemos la necesidad de AMAR. Y muchos, antes o después, acabamos mirando del mismo modo que Jack al observar a Ennis. Yo lo he sentido. Una sola vez, pero lo he sentido. Ni las estrellas más brillantes del firmamento se pueden comparar a nuestra mirada cuando podemos y tenemos la capacidad de observar a alguien como si fuera algo por encima de lo terrenal, como si fuera el tesoro más preciado de todo el universo, cuando el corazón nos dice sin dudarlo un segundo que daríamos nuestra vida por esta persona.
No digo esto con sentimiento de pena, en absoluto. Lo que intento decir, supongo, es que una de las cosas más hermosas que nos depara la vida en algún momento de la misma y que se presenta sin avisar, es poder mirar como Jack. Y todos deberíamos tener esa mirada, en algún momento de nuestra existencia, porque es el sentimiento más eterno y cálido que existe. Y hasta que se presenta en verdad tan sólo podemos imaginarnos cómo es. No tiene nada que ver, creedme.
Muchas gracias, Jack, por recordarme que esa mirada existe, que existió, que puede volver a aparecer. Puedo decir con orgullo que al menos una vez en la vida he podido amar. Y me quedo con eso. Lo demás es solo la esencia de la vida, tal y como es la aparición de este tipo de sentimientos. ¡¡Y ojo!!. Por vez primera hablo de este tipo de cosas sin sentimiento de congoja o de dolor. Me siento muy feliz. Gracias a ti por haber sido la persona que me hizo ser capaz de mirar así. Ya te lo dije en la cima del Empire State: todos nuestros momentos nos pertenecen y nada nos los quitará jamás.
Finalizo diciendo tres cosas: la primera, que recomiendo a todo el mundo que vea esta deliciosa película. La segunda, que odio tener que escuchar comentarios homófobos en mi oficina del tipo ¿La peli de los maricones?. Yo no voy a ver a un par de invertidos. Y la tercera, un poema que leí anoche en el libro La novela de Genji que tiene mucho que ver con lo que he dicho en el párrafo anterior.
Nosotros que nos juramos tantas veces
que sólo la muerte nos separaría,
hemos sido testigos de cómo la vida
ha frustrado nuestras promesas.
Esto mismo se podría aplicar a Jack y Ennis. Eso mismo se puede aplicar a mucha, mucha gente. Eso mismo se puede aplicar a mi. Y aún así, ¿qué sería la vida sin estas cosas?. Algo tan estéril como el más absoluto de los vacíos, la personificación de la nada.
Un abrazo muy fuerte.
Aunque yo no creo que Brokeback Mountain sea la aclamadísima obra maestra de la que todos hablan, sí que es a todas luces un pequeño tesoro que se engrandece con cada visionado que te dignas a darle. Así pues, aunque vi la película en versión doblada hace ya un mes, recientemente he tenido la oportunidad de volverla a ver en versión original y la he disfrutado muchísimo más. El acento de Heath Ledger, por ejemplo, en la versión doblada hace parecer que el pobre tiene algún tipo de incapacidad mental. Asimismo, no mencionaré otras cosas que se han cargado o tergiversado en el doblaje, porque me enciendo de mala manera.
Volviendo a la escena que nos ocupa, haré una pequeña descripción de la misma. No diré dónde o cómo ocurre esta escena para no arruinar la película a quien no la haya visto, pero tengo la necesidad de explicar cómo me sentí al verla. Esta es la magia del cine: una pequeña y sencilla secuencia que, en un par de planos bien rodados, una mejor interpretación por parte de los actores y la perfecta combinación del conjunto junto con la fabulosa partitura de Gustavo Santaolalla, hacen que surjan de tu corazón incontables e intensas emociones llenas de ternura y belleza.
Un amanecer más en Brokeback, Jack permanece de pie medio adormecido, mientras Ennis se acerca a él por la espalda y le da un cálido abrazo, mientras le dice Estás durmiendo como los caballos, de pie. Jack no dice nada, aunque su expresión lo dice todo. Entonces, Ennis le comunica que se marcha (toca cuidar a las ovejas), que se verán por la noche, y monta su caballo. Mientras Ennis se aleja del campamento, es entonces cuando sucede: Jack le observa alejarse con una mirada llena de amor inocente, puro, y se puede ver reflejado en sus ojos la ilusión, la alegría, la emoción desbordante que aflora en su corazón. No pude evitar llorar la primera vez que vi este plano y tampoco he podido evitarlo la segunda vez. Y es que no puedo: me desborda la sensación que invade a Jack, sentir que quiero poder mirar a través de sus ojos.
Todos tenemos una idea más o menos idolatrada de lo que debe ser sentir algo tan hermoso por alguien. Todos queremos o tenemos la necesidad de AMAR. Y muchos, antes o después, acabamos mirando del mismo modo que Jack al observar a Ennis. Yo lo he sentido. Una sola vez, pero lo he sentido. Ni las estrellas más brillantes del firmamento se pueden comparar a nuestra mirada cuando podemos y tenemos la capacidad de observar a alguien como si fuera algo por encima de lo terrenal, como si fuera el tesoro más preciado de todo el universo, cuando el corazón nos dice sin dudarlo un segundo que daríamos nuestra vida por esta persona.
No digo esto con sentimiento de pena, en absoluto. Lo que intento decir, supongo, es que una de las cosas más hermosas que nos depara la vida en algún momento de la misma y que se presenta sin avisar, es poder mirar como Jack. Y todos deberíamos tener esa mirada, en algún momento de nuestra existencia, porque es el sentimiento más eterno y cálido que existe. Y hasta que se presenta en verdad tan sólo podemos imaginarnos cómo es. No tiene nada que ver, creedme.
Muchas gracias, Jack, por recordarme que esa mirada existe, que existió, que puede volver a aparecer. Puedo decir con orgullo que al menos una vez en la vida he podido amar. Y me quedo con eso. Lo demás es solo la esencia de la vida, tal y como es la aparición de este tipo de sentimientos. ¡¡Y ojo!!. Por vez primera hablo de este tipo de cosas sin sentimiento de congoja o de dolor. Me siento muy feliz. Gracias a ti por haber sido la persona que me hizo ser capaz de mirar así. Ya te lo dije en la cima del Empire State: todos nuestros momentos nos pertenecen y nada nos los quitará jamás.
Finalizo diciendo tres cosas: la primera, que recomiendo a todo el mundo que vea esta deliciosa película. La segunda, que odio tener que escuchar comentarios homófobos en mi oficina del tipo ¿La peli de los maricones?. Yo no voy a ver a un par de invertidos. Y la tercera, un poema que leí anoche en el libro La novela de Genji que tiene mucho que ver con lo que he dicho en el párrafo anterior.
Nosotros que nos juramos tantas veces
que sólo la muerte nos separaría,
hemos sido testigos de cómo la vida
ha frustrado nuestras promesas.
Esto mismo se podría aplicar a Jack y Ennis. Eso mismo se puede aplicar a mucha, mucha gente. Eso mismo se puede aplicar a mi. Y aún así, ¿qué sería la vida sin estas cosas?. Algo tan estéril como el más absoluto de los vacíos, la personificación de la nada.
Un abrazo muy fuerte.