Ahora que ha comenzado el 2005, no dejo de pensar en lo que para mi ha significado el año que acaba de finalizar. Es, supongo, tiempo de reflexión y de valoración.
Cuando empezó 2005, la vida era de color de rosa. No es una frase que diga porque ahora las cosas no sean así: en efecto, el 1 de enero del año pasado ocurrió una de esas pocas veces en la vida en que parece que todas las cosas buenas confluyen en un mismo sentido. Y buena parte de ello se debía a la luz que irradiaba mi Sergio.
¿Y cómo se puede resumir un año en unas breves palabras?. ¿Y cómo se hace cuando tienes la clara certeza de que ha sido el año de tu existencia más importante hasta la fecha, que más emociones hermosas has sentido, y mejores momentos has vivido?. Únicamente diciendo frases como la que acabo de decir, me imagino.
A nivel laboral todo se ha mantenido más o menos estable, lo cual es de agradecer. Se avecinan cambios, pero me temo que desconozco la magnitud o alcance de los mismos. En ese sentido, me tengo que mantener paciente y esperar a ver qué pasa.
He hecho varios viajes este año por la península, a sitios que ya conocía sobre todo, pero especiales como pocas veces por las circunstancias en que se han producido. Tengo en mente un atardecer etéreo en la maravillosa playa de Bascuas, en Sanxenxo, que no podré olvidar nunca, o un paseo por la playa de la Lanzada. También recuerdo el primer paseo por la playa de Torremolinos, en enero, con Sergio. Fue inolvidable.
¿Y cómo obviar el viaje más importante de mi vida, producido este año?. He ido a Nueva York, el escenario de mis sueños durante toda mi vida. Conocer Manhattan, pasear por la gran manzana, no lo olvidaré nunca. Me he enamorado de esta ciudad. Y no puedo sino decir que se podría escribir un libro entero de anécdotas, emociones, vivencias en esa semana maravillosa. Pero como dije a Sergio mientras contemplábamos el atardecer en lo alto del Empire State Building, ciertos momentos son solo nuestros, pertenecen a nuestra memoria y nadie nos lo puede quitar.
Sin duda, existe una fecha que no podré olvidar en este año: el 26 de noviembre. Es como si todo lo ocurrido hasta entonces hubiera sido una subida constante, y a partir de esa fecha todo se hubiera caído en picado. Así es: desde el 26 de noviembre hasta estos mismos instantes, he caído más bajo de lo que pensé que podría caer. Han sucedido una serie de cosas en mi vida, algunas de ellas que no deseo relatar en estos mundos virtuales, que me han destrozado a nivel anímico. Se cumple el dicho: cuando más alto subes, más dura es la caída.
Sin embargo, veo un resquicio de luz ahora. Nada ha cambiado: no ha sucedido nada desde ese día que me haga pensar que las cosas van a ir a mejor salvo mi propia voluntad. Soy fuerte, creo serlo fervientemente, pero también soy muy sensible y sufro los males de mi vida en una medida que creo que debe ser así. Y eso me gusta, en el fondo: el saber que padeces por las cosas que más valoras.
Tampoco olvido la gente que ha aparecido este año en mi vida o he evolucionado en mi relación con ella: amigos tan maravillosos como María, hermana de Sergio, los dos Carlos que han irrumpido (amigos de Jose y Sergio, respectivamente), mi pequeña joya Salmantina, Manu (quién podría creer en una amistad tan bonita sin apenas verse en persona), Miguel, estrenado novio de mi querido Jose, y otras personas que seguramente tengo presentes pero ahora no acuden a mi mente. Mil perdones a ellos, en ese sentido.
En resumidas cuentas: si tengo que resumir el 2005, lo definiré como El año de mi vida, lo tengo muy claro. El año en que más alto me elevé y más profundo caí. Y sin embargo, mi valoración es muy positiva. He sufrido la muerte de alguien que quería más que a mi vida, mi querida abuela Luisa, a quien echo mucho de menos. Ayer cuando acabé de tomarme las uvas me puse a llorar. La extraño tanto…
Y lo mejor del año, sin duda, ha sido Sergio. La luz que él ha aportado a mi existencia es maravillosa, nada puede alterar eso. Le quiero profundamente, desde los lugares más recónditos de mi corazón. No hay nada en este mundo como haberme encontrado con él. Pase lo que pase en las mareas de la vida, esa luz es algo que me iluminará siempre, pues es algo relevante e importante en las páginas que componen la historia de mi vida.
Mi deseo para el 2006: que sea tan intenso como este. Que algunas cosas se enderecen, que siga bien de salud y de trabajo (un topicazo que sin embargo es una gran verdad), y sobre todo, seguir teniendo el amor de todos aquellos a los que yo amo.
Va por ti, abuelita. Voy a vivir. Por ti.
Cuando empezó 2005, la vida era de color de rosa. No es una frase que diga porque ahora las cosas no sean así: en efecto, el 1 de enero del año pasado ocurrió una de esas pocas veces en la vida en que parece que todas las cosas buenas confluyen en un mismo sentido. Y buena parte de ello se debía a la luz que irradiaba mi Sergio.
¿Y cómo se puede resumir un año en unas breves palabras?. ¿Y cómo se hace cuando tienes la clara certeza de que ha sido el año de tu existencia más importante hasta la fecha, que más emociones hermosas has sentido, y mejores momentos has vivido?. Únicamente diciendo frases como la que acabo de decir, me imagino.
A nivel laboral todo se ha mantenido más o menos estable, lo cual es de agradecer. Se avecinan cambios, pero me temo que desconozco la magnitud o alcance de los mismos. En ese sentido, me tengo que mantener paciente y esperar a ver qué pasa.
He hecho varios viajes este año por la península, a sitios que ya conocía sobre todo, pero especiales como pocas veces por las circunstancias en que se han producido. Tengo en mente un atardecer etéreo en la maravillosa playa de Bascuas, en Sanxenxo, que no podré olvidar nunca, o un paseo por la playa de la Lanzada. También recuerdo el primer paseo por la playa de Torremolinos, en enero, con Sergio. Fue inolvidable.
¿Y cómo obviar el viaje más importante de mi vida, producido este año?. He ido a Nueva York, el escenario de mis sueños durante toda mi vida. Conocer Manhattan, pasear por la gran manzana, no lo olvidaré nunca. Me he enamorado de esta ciudad. Y no puedo sino decir que se podría escribir un libro entero de anécdotas, emociones, vivencias en esa semana maravillosa. Pero como dije a Sergio mientras contemplábamos el atardecer en lo alto del Empire State Building, ciertos momentos son solo nuestros, pertenecen a nuestra memoria y nadie nos lo puede quitar.
Sin duda, existe una fecha que no podré olvidar en este año: el 26 de noviembre. Es como si todo lo ocurrido hasta entonces hubiera sido una subida constante, y a partir de esa fecha todo se hubiera caído en picado. Así es: desde el 26 de noviembre hasta estos mismos instantes, he caído más bajo de lo que pensé que podría caer. Han sucedido una serie de cosas en mi vida, algunas de ellas que no deseo relatar en estos mundos virtuales, que me han destrozado a nivel anímico. Se cumple el dicho: cuando más alto subes, más dura es la caída.
Sin embargo, veo un resquicio de luz ahora. Nada ha cambiado: no ha sucedido nada desde ese día que me haga pensar que las cosas van a ir a mejor salvo mi propia voluntad. Soy fuerte, creo serlo fervientemente, pero también soy muy sensible y sufro los males de mi vida en una medida que creo que debe ser así. Y eso me gusta, en el fondo: el saber que padeces por las cosas que más valoras.
Tampoco olvido la gente que ha aparecido este año en mi vida o he evolucionado en mi relación con ella: amigos tan maravillosos como María, hermana de Sergio, los dos Carlos que han irrumpido (amigos de Jose y Sergio, respectivamente), mi pequeña joya Salmantina, Manu (quién podría creer en una amistad tan bonita sin apenas verse en persona), Miguel, estrenado novio de mi querido Jose, y otras personas que seguramente tengo presentes pero ahora no acuden a mi mente. Mil perdones a ellos, en ese sentido.
En resumidas cuentas: si tengo que resumir el 2005, lo definiré como El año de mi vida, lo tengo muy claro. El año en que más alto me elevé y más profundo caí. Y sin embargo, mi valoración es muy positiva. He sufrido la muerte de alguien que quería más que a mi vida, mi querida abuela Luisa, a quien echo mucho de menos. Ayer cuando acabé de tomarme las uvas me puse a llorar. La extraño tanto…
Y lo mejor del año, sin duda, ha sido Sergio. La luz que él ha aportado a mi existencia es maravillosa, nada puede alterar eso. Le quiero profundamente, desde los lugares más recónditos de mi corazón. No hay nada en este mundo como haberme encontrado con él. Pase lo que pase en las mareas de la vida, esa luz es algo que me iluminará siempre, pues es algo relevante e importante en las páginas que componen la historia de mi vida.
Mi deseo para el 2006: que sea tan intenso como este. Que algunas cosas se enderecen, que siga bien de salud y de trabajo (un topicazo que sin embargo es una gran verdad), y sobre todo, seguir teniendo el amor de todos aquellos a los que yo amo.
Va por ti, abuelita. Voy a vivir. Por ti.