Releyendo mi comentario sobre los ventiseis años me doy cuenta de que las cosas no han cambiado tanto. He traído una vez más mi deliciosa tarta de queso casera a mis compañeros de trabajo, e incluso la misma mujer de la limpieza, Maria Jesús, ha vuelto a elogiarme. ¡Me ha dicho que yo era el hombre perfecto!. Vaya, eso es algo que me gustaría creer, pero entiendo perfectamente que quizá esa es la única imagen que recibe de mi: un chico serio, simpático, bien hablado, cariñoso y que además hace tartas. Bueno, a nadie le amarga un dulce, ¿verdad?. Y sin embargo, aún era mucho más positivo el comentario sobre mi venticinco cumpleaños, sin duda agudizado por una situación personal mucho más estable.
Sin embargo, seamos francos: mis últimos dos años de vida han sido posiblemente lo más caóticos que he vivido nunca a nivel emocional, casi siempre para mal. De hecho, y ahora que por fin las aguas van volviendo a su cauce, no recuerdo haber sido nunca una persona con una más que evidente tendencia a la depresión (al menos no de forma tan exagerada). La depresión (real, no de las de boquilla) que he vivido y que ahora ya empieza a verse en la distancia (no del todo, que ya se sabe que de esto se sufren secuelas permanentes) ha sido posiblemente lo que más ha marcado mi día a día en este tiempo.
Como ya dije en el comentario del año pasado por octubre, sentía que aún me quedaba un enorme y largo camino por recorrer respecto a mi fragilidad emocional. Así fue, y posteriormente a esos días lo pasé realmente mal. La vida hay que vivirla, ya sea para cumplir las obligaciones y las responsabilidades inherentes a ella (trabajo, familia, amigos y compromisos), o para saborear como el mejor de los pasteles esos pequeños momentos en los que haces cosas extraordinarias y fuera de lo normal que te llenan, completan y te hacen llegar hacia el propio éxtasis de la vida. Afortunadamente, de esos momentos no he estado exento.
Y así, puedo decir con orgullo que en un año he pasado de vivir con mi madre a emanciparme a mi propio rincón (aún tengo que enseñar mi casa en este blog, no lo olvido), he realizado uno de los más grandes sueños de mi vida, viajar a Japón, y también lo he hecho a la increíble ciudad de Chicago e incluso a sitios más cercanos pero preciosos como Oxford. He visto la tumba de Tolkien con mis propios ojos, he llorado ante ella, he sentido la llamada de la ilusión ante posibles nuevos amores, he sufrido decepciones menores y he consolidado amistades, perdido otras tantas y también las he recuperado. He sentido pena de mi mismo y me he odiado por mi pedantería, y otras me he sentido terriblemente orgulloso de mí mismo. Me he peleado con mis amigos, y otras los he abrazado. He añorado a la gente que he perdido. Y, en definitiva, he vivido y sentido exprimiendo cada gota de emoción hasta sus últimas consecuencias, que es la forma de vivir y entender la vida con la que mejor convive mi alma y persona. ¿Y no es esto sinó la esencia de la vida en sí?.
El tiempo va pasando, y como dice la maravillosa canción de Keane, me voy haciendo mayor y necesito algo en lo que confiar. Y en lo que más deseo confiar es en mi propia capacidad para superar baches, en que pueda moldear mi mundo, ese que me rodea día a día, en aquello que deseo que sea. Ese es un objetivo imposible y soy consciente de ello, pero no pienso rendirme.
Hoy, con veintisiete años recién estrenados, quiero ponerme eufórico y decir a los amigos que día a día, semana a semana o mes a mes, lejos o cerca en la distancia o en el corazón, deciros que sois el pilar en los que se sostienen muchas de las ilusiones y esperanzas de este idiota al que aceptáis libremente en vuestro entorno. Por ello, os doy las gracias, porque a veces sé que no lo merezco. Sin menciones especiales, porque de un modo u otro todos lo sois, y todos sois una parte diferente, única e insustituible.
Se presupone que uno siempre agradece el apoyo y amor de la familia, y yo no soy excepción, aunque la familia siempre es un concepto que objetivamente es tan amplio que mentiría si dijera que quiero mucho a mi familia. En absoluto, solo quiero a ciertos miembros, que en mi caso y por fortuna son muchos, y se me llena la boca al hablar de ellos y el corazón al pensar en ellos. No me faltéis nunca, por favor. Y a los que ya faltáis físicamente, deciros que no hay un solo día en los que no volváis a la vida dentro de mi.
Y ahora, como no quiero convertir esto en un plomizo emocional de esos que tanto me gustan (no debéis olvidar que soy un genuino Drama Queen), me despido con esa canción a la que he hecho referencia antes y con la que tanto me identifico últimamente, y que ya puse hace poco tiempo, Somewhere only we know de Keane.
Mi objetivo principal: poder librarme del todo de los fantasmas del pasado, porque un luto de dos años me parece un luto demasiado prolongado, aunque por fortuna la luz del tunel ya no está al final del camino, sino mucho más cerca. De ese modo no solo podré ver la luz, sino hacérsela ver también a quien dejo detrás. Porque por suerte, el presente inmediato no podría ser más perfecto.
Muchas gracias a los que sea por Mail, SMS o llamada de teléfono os habéis acordado de mi.
Un fuerte abrazo.
I walked across an empty land,
I knew the pathway like the back of my hand.
I felt the earth beneath my feet.
Sat by the river and it made me complete.
Oh, simple thing, where have you gone?
I'm getting old and I need something to rely on.
So tell me when you're gonna let me in
I'm getting tired and I need somewhere to begin.
I came across a fallen tree,
I felt the branches; are they looking at me?
Is this the place we used to love?
Is this the place that I've been dreaming of?
Oh, simple thing, where have you gone?
I'm getting old and I need something to rely on.
So tell me when you're gonna let me in
I'm getting tired and I need somewhere to begin.
And if you have a minute why don't we go
Talkin' 'bout it somewhere only we know?
This could be the end of everything.
So why don't we go somewhere only we know?
Somewhere only we know.