Menudo puentecito… bueno, por llamarlo de algún modo. Lo cierto es que pensé que estos días de asueto me vendrían muy bien para tomarme las cosas con calma, pero ha sido más bien a la inversa. Lo que ha predominado estos días ha sido, sobre todo, el caos. Y, como suele suceder en estos casos, una parte del mismo es más que bienvenida mientras que otra es repudiada.
El martes salí por la noche. Mi memoria me impide recordar ahora mismo qué hice exactamente ese día, pero sé que acabé en el Paso. Y no es por borrachera (aún sigo sobrio desde el día que nací, cosa que parece sorprender mucho al personal), sino que a veces soy un auténtico desastre. Eso o que las noches de los últimos días han sido un calco de la anterior, sin diferencias aparentes. Bueno, pero yendo al caso, diré que he salido y mucho estos días, al menos por la noche, por Chuecalandia. Pero no sé muy bien por qué me he pegado este empacho de bares, petardeo y desenfreno, pues la verdad es que ahora he quedado harto para bastante tiempo de salir ni un solo día. Y eso que ahora se avecina la avalancha de cenas y compromisos navideños… en fin, Dani, paciencia, mucha paciencia.
Ya apenas aguanto más lo de dormir en el sofá cama de mi casa. Mi habitación ha dejado de serlo para convertirse en la mofa de mi familia, que la llaman la Danicueva. Cosas que pasan. Pero anoche eran más de las 3 de la mañana y yo seguía sin poder dormir. Y hoy nadie me liberaba de entrar como un campeón a las 9 a currar. Algo que, sinceramente, no debía haber hecho…
…porque este puente no ha sido un puente como tal. El jueves vine a la ofi. Ayer, también. A qué, aún no lo sé muy bien. Solo me ha quedado claro que o bien la gente de guardia en mi empresa es inútil, o yo soy un pringao, o ambas cosas. Un jefe que no tiene piedad de llamarte a las 12 y media de la noche para amargártela y decirte que tienes que ir a currar al día siguiente no es, a mi entender, de recibo. De hecho me parece un absoluto despropósito. Máxime cuando siempre lo das todo y nunca es suficiente. Ayer acabé realmente cabreado… y hoy peor. Mi jefe es de esos que te vende la moto sin darse cuenta de que ese tipo de justificaciones solo le sirven a él y se le nota el plumero a 20 kilómetros a la redonda. Pero bueno, tendré (una vez más) que morderme las uñas, hacer como la tía esa de Shinchan y sacar un conejito de peluche para darle puñetazos para desestresarme, y seguir con mi vida sin más. No tengo mucha más opción…
Ah, no se… el cansancio me hace divagar, tener ideas realmente desorganizadas y caóticas, y no tengo la suficiente capacidad para comprender lo que me rodea. Es algo psicotrópico. Estoy realmente aturdido, desorientado y perdido. Las ¿navidades? se acercan y pintan aún peor que el año pasado. No tengo fe en ellas. No tengo fe en casi nada. Ayer, con mi querido JC, tuvimos una de nuestras cada vez más frecuentes y maravillosas conversaciones trascendentes sobre las idas y venidas de la vida... son pequeñas cosas que aprecio tanto… y son mi pequeño sostén. Eso y la siempre estimulante presencia de mis queridos primos pequeños y mis tíos, con los que algo tan simple como montar un árbol de navidad se convierte en uno de esos pequeños actos que dan sentido a mi día a día.
Vaya churro de texto me está saliendo hoy, incluso peor que la media, que tampoco es gran cosa. Mejor voy a parar. Cuando dentro de unos meses lo re-lea, diré Dios, qué gran verdad es eso de que las palabras reflejan claramente el estado anímico de alguien.
El martes salí por la noche. Mi memoria me impide recordar ahora mismo qué hice exactamente ese día, pero sé que acabé en el Paso. Y no es por borrachera (aún sigo sobrio desde el día que nací, cosa que parece sorprender mucho al personal), sino que a veces soy un auténtico desastre. Eso o que las noches de los últimos días han sido un calco de la anterior, sin diferencias aparentes. Bueno, pero yendo al caso, diré que he salido y mucho estos días, al menos por la noche, por Chuecalandia. Pero no sé muy bien por qué me he pegado este empacho de bares, petardeo y desenfreno, pues la verdad es que ahora he quedado harto para bastante tiempo de salir ni un solo día. Y eso que ahora se avecina la avalancha de cenas y compromisos navideños… en fin, Dani, paciencia, mucha paciencia.
Ya apenas aguanto más lo de dormir en el sofá cama de mi casa. Mi habitación ha dejado de serlo para convertirse en la mofa de mi familia, que la llaman la Danicueva. Cosas que pasan. Pero anoche eran más de las 3 de la mañana y yo seguía sin poder dormir. Y hoy nadie me liberaba de entrar como un campeón a las 9 a currar. Algo que, sinceramente, no debía haber hecho…
…porque este puente no ha sido un puente como tal. El jueves vine a la ofi. Ayer, también. A qué, aún no lo sé muy bien. Solo me ha quedado claro que o bien la gente de guardia en mi empresa es inútil, o yo soy un pringao, o ambas cosas. Un jefe que no tiene piedad de llamarte a las 12 y media de la noche para amargártela y decirte que tienes que ir a currar al día siguiente no es, a mi entender, de recibo. De hecho me parece un absoluto despropósito. Máxime cuando siempre lo das todo y nunca es suficiente. Ayer acabé realmente cabreado… y hoy peor. Mi jefe es de esos que te vende la moto sin darse cuenta de que ese tipo de justificaciones solo le sirven a él y se le nota el plumero a 20 kilómetros a la redonda. Pero bueno, tendré (una vez más) que morderme las uñas, hacer como la tía esa de Shinchan y sacar un conejito de peluche para darle puñetazos para desestresarme, y seguir con mi vida sin más. No tengo mucha más opción…
Ah, no se… el cansancio me hace divagar, tener ideas realmente desorganizadas y caóticas, y no tengo la suficiente capacidad para comprender lo que me rodea. Es algo psicotrópico. Estoy realmente aturdido, desorientado y perdido. Las ¿navidades? se acercan y pintan aún peor que el año pasado. No tengo fe en ellas. No tengo fe en casi nada. Ayer, con mi querido JC, tuvimos una de nuestras cada vez más frecuentes y maravillosas conversaciones trascendentes sobre las idas y venidas de la vida... son pequeñas cosas que aprecio tanto… y son mi pequeño sostén. Eso y la siempre estimulante presencia de mis queridos primos pequeños y mis tíos, con los que algo tan simple como montar un árbol de navidad se convierte en uno de esos pequeños actos que dan sentido a mi día a día.
Vaya churro de texto me está saliendo hoy, incluso peor que la media, que tampoco es gran cosa. Mejor voy a parar. Cuando dentro de unos meses lo re-lea, diré Dios, qué gran verdad es eso de que las palabras reflejan claramente el estado anímico de alguien.
Un abrazo.