¿Quién me lo iba a decir a mi, este sábado por la noche, que me iba a suceder algo así tan solo unas horas antes?. Fue uno de esos extraños días en los que, de repente, las cosas se tuercen para bien de forma inesperada.
Todo ha sido muy surrealista, desde ese encuentro en la calle Toledo, completamente de rebote y acordado en tan solo unas horas. Surrealista fue la opípara cena en compañía de Ofe, Eva e Isra y la deliciosa tortilla, magro y alitas que allí comimos. Surrealista fue que no os conociera a ninguno de los cuatro y que me sintiera tan comodamente como si estuviera con gente que ya conocía de tiempo atrás. No tan surrealista fueron tus miradas y tu sonrisa de pillo. Ni tampoco que te dijera “sí” a una pregunta que llevaban mucho tiempo sin hacerme.
A la mañana siguiente, aún seguíamos juntos. Y fuimos a pasear vestidos de pipiolos por el Rastro, y acordamos comprarnos una de esas películas de 2 por 1 en los quioscos, una para cada uno. Y nos tomamos un refresco. Y reímos y nos vacilamos. Que bien me sentí con todo aquello.
Ayer, sin embargo, hice algo muy muy malo: acordamos cenar e ir al cine, y accediste a mi insistencia a ver una película espantosa. Me mereceré durante mucho tiempo tus embates por haber hecho semejante barrabasada. La primera vez que vamos al cine juntos, y encima esto.
No sé muy bien quien eres, no sé dónde iré, irás o iremos, pero una cosa sí te puedo decir claramente: me has hecho sentir bien, ligero de corazón de verdad, en mucho tiempo. Guardo estas sensaciones como oro en paño, cada una de ellas. Gracias de verdad, Nacho.
Todo ha sido muy surrealista, desde ese encuentro en la calle Toledo, completamente de rebote y acordado en tan solo unas horas. Surrealista fue la opípara cena en compañía de Ofe, Eva e Isra y la deliciosa tortilla, magro y alitas que allí comimos. Surrealista fue que no os conociera a ninguno de los cuatro y que me sintiera tan comodamente como si estuviera con gente que ya conocía de tiempo atrás. No tan surrealista fueron tus miradas y tu sonrisa de pillo. Ni tampoco que te dijera “sí” a una pregunta que llevaban mucho tiempo sin hacerme.
A la mañana siguiente, aún seguíamos juntos. Y fuimos a pasear vestidos de pipiolos por el Rastro, y acordamos comprarnos una de esas películas de 2 por 1 en los quioscos, una para cada uno. Y nos tomamos un refresco. Y reímos y nos vacilamos. Que bien me sentí con todo aquello.
Ayer, sin embargo, hice algo muy muy malo: acordamos cenar e ir al cine, y accediste a mi insistencia a ver una película espantosa. Me mereceré durante mucho tiempo tus embates por haber hecho semejante barrabasada. La primera vez que vamos al cine juntos, y encima esto.
No sé muy bien quien eres, no sé dónde iré, irás o iremos, pero una cosa sí te puedo decir claramente: me has hecho sentir bien, ligero de corazón de verdad, en mucho tiempo. Guardo estas sensaciones como oro en paño, cada una de ellas. Gracias de verdad, Nacho.