Anoche no pude dormir. O si lo hice no lo recuerdo bien. Me fui a la cama a eso de la 1 de la madrugada, porque estuve desde las 9 instalando un televisor nuevo que me he comprado. El caso es que me fui muy cansado a dormir y caí rendido y pensé que no habría quien me despertara hasta la hora en que tenía que levantarme para ir al trabajo.
Pero no fue así. Sobre las 5 y media me desperté inquieto y fui al lavabo. Me sentía nervioso, inquieto, fuera de lugar. Pero el cansancio persistía, lo cual hacía que en conjunto me sintiera bastante mal.
El resto de la noche fue como una película surrealista: miles de imágenes preocupantes pasando por mi cabeza: realidades, inquietudes, irrealidades, medio sueños. Y cuando sonó el despertador, me desperté cansado, muy cansado, de mente y de cuerpo. Más o menos me he ido recuperando durante el día, pero llevo arrastrando ese cansancio cual pesada cadena atada a mis pies durante todo el día.
¿Y qué es lo que soñé/pensé en esas horas inquietas?. Para empezar, antes de exponer, debo decir que creo que no hay tanta diferencia entre el pensamiento y el sueño. Cuando uno piensa lo hace de forma consciente, escoge dentro de sus recuerdos un cuadro de lo que desea ver. Lo puede hacer de forma que ve algo que ya ha vivido, algo que ha vivido alterado por su propio pensamiento (¿Cuántas veces habremos imaginado una situación vivida, alterada de la forma en la que la hubieramos deseado vivir?), y otras veces pensamos cosas que nunca han pasado (tanto las que deseamos que ocurran como las que nunca queremos vivir).
Este último caso, más o menos, es lo que me ha pasado a mi. Tengo la certeza de que en los sueños se plasman de forma más explícita y dura los miedos que nos asaltan en el día a día, incluso aquellos que en teoría no nos afectan. Un miedo que sólo dura mientras dura el sueño y durante el "shock" post-vivencia. No hablo de grandes temores inherentes a cualquier persona, sino pequeñas cosas (incluso muy pequeñas) de nuestra vida. Ayer se apareció en mi mente un buen lote de ellas: que si se me olvidaba hacer esa labor tan importante en mi trabajo, que si no iba a llegar a fin de mes por haber gastado mucho dinero en un capricho, que si alguien estaba enfadado conmigo porque no me había respondido a un mensaje que le mandé...
Lo curioso de ese tipo de sueños que desvelan que no somos tan fuertes como aparentamos es que parece que su origen proviene de una parte de nosotros que nos empeñamos en ocultar, o que simplemente nos vemos obligados a esconder incluso de nosotros mismos. Es como el Mr. Hide que no queremos ver jamás. Pero mientras estamos en ese trance, medio dormidos, medio despiertos, medio conscientes, medio abandonados, la fuerza con la que estas imágenes en nuestra mente invade nuestra consciencia es a veces arrolladora, tanto que hace provocar una especie de colapso temporal en nuestra cabeza.
Cuando desperté, me di cuenta de que todo aquello no era más que un sueño, una proyección de mis temores más íntimos, esos tan absurdos que nunca revelarías a nadie. Tan absurdos hasta para ti mismo que te niegas que existen.
Pero la noche cambia muchos pensamientos, y hay que dejar las decisiones y los juicios para la mañana, como decía el sabio rey Théoden.
Un abrazo.