Últimamente soy incapaz de resistirme a estas pequeñas golosinas de nata y fresa. Están condenadamente deliciosas y cuando paso delante de alguna tienda que las tengan es imposible para mi no comprarme unas cuantas. Incluso tengo en el trabajo una bolsa llena de ellas para los momentos difíciles. Están blanditas y se derriten en la boca. El sabor es indescriptiblemente rico. Joer, qué buenas están.
El único pero es que me estoy poniendo más gelatinoso que las propias golosinas... ¡ay, lo que hay que sufrir!.
Un abrazo.