La cúpula de la bomba es lo que queda del entonces Edificio de prefectura de promoción industrial que fue destruido por la primera bomba atómica que se utilizó en la historia de la humanidad el 6 de agosto de 1945. La explosión de esa sola bomba reclamó las vidas de 200.000 personas y un radio de dos kilómetros a la redonda de la ciudad se vio reducido a cenizas. Para mantener la memoria de este hecho en las futuras generaciones, el trabajo de restauración de estas ruinas se han llevado a cabo gracias a las contribuciones de muchas gentes que desean la paz dentro y fuera del país. Las ruinas se preservarán para siempre. 6 de agosto de 1967, ciudad de Hiroshima.
Esto es lo que pone en la placa situada frente a la citada cúpula, que es lo único que quedó de la ciudad de Hiroshima tras la explosión de la bomba atómica en 1945. Al haber explotado justo sobre ella, el impacto de la onda expansiva permitió que algo de este edificio no fuera arrasado como quedó casi todo lo demás.
Estar en Hiroshima frente a este edificio, al parque conmemorativo de la paz que hay junto a él, y la llama de la paz que no se apagará mientras haya bombas atómicas en el mundo, me han revuelto lo más profundo de mi ser. Junto a este edificio y parque, hay un magnifico museo que refleja con todo detalle lo ocurrido ese día, desde los acontecimientos históricos hasta la explicación científica del funcionamiento de la bomba, para desembocar en la cruda conclusión final: muerte, horros y destrucción, sin cortarse un ápice. El objetivo de todo esto es concienciar la mente de las personas frente a una realidad que no se puede olvidar: mientras haya armas nucleares en el mundo, la humanidad no podrá quitarse el miedo de vivir una guerra nuclear. Este es un monumento a la estupidez humana, a la falta de raciocinio, pero también un claro ejemplo de lo que NO se debe volver a repetir en el futuro.
Hiroshima me ha marcado. No olvidaré lo que he visto hoy, pese a conocer históricamente los hechos. Ha sido emocinante, y muy esclarecedor. Había que estar ahí para verlo.
Esto es lo que pone en la placa situada frente a la citada cúpula, que es lo único que quedó de la ciudad de Hiroshima tras la explosión de la bomba atómica en 1945. Al haber explotado justo sobre ella, el impacto de la onda expansiva permitió que algo de este edificio no fuera arrasado como quedó casi todo lo demás.
Estar en Hiroshima frente a este edificio, al parque conmemorativo de la paz que hay junto a él, y la llama de la paz que no se apagará mientras haya bombas atómicas en el mundo, me han revuelto lo más profundo de mi ser. Junto a este edificio y parque, hay un magnifico museo que refleja con todo detalle lo ocurrido ese día, desde los acontecimientos históricos hasta la explicación científica del funcionamiento de la bomba, para desembocar en la cruda conclusión final: muerte, horros y destrucción, sin cortarse un ápice. El objetivo de todo esto es concienciar la mente de las personas frente a una realidad que no se puede olvidar: mientras haya armas nucleares en el mundo, la humanidad no podrá quitarse el miedo de vivir una guerra nuclear. Este es un monumento a la estupidez humana, a la falta de raciocinio, pero también un claro ejemplo de lo que NO se debe volver a repetir en el futuro.
Hiroshima me ha marcado. No olvidaré lo que he visto hoy, pese a conocer históricamente los hechos. Ha sido emocinante, y muy esclarecedor. Había que estar ahí para verlo.
Quitando Hiroshima, algo que había por fuerza que poner en primer lugar, he estado en uno de los sitios del mundo que más quería ver, oler y sentir con todos mis sentidos: la isla de Miyajima, de la que ya he puesto varias fotos. Pero por fin, sin retoques ni nada, puedo mostrarme a mí mismo frente a la Torii sagrada a la entrada de la isla. Este entorno, también con muchos ciervos como los de Nara, es maravilloso e inigualable a nivel natural. Un pequeño pueblo y una basta extensión de terreno virgen. Los árboles, los senderos, todo es maravilloso en Miyajima.
Hoy, 31 de agosto, es un día que no olvidaré jamás. De vuelta en Kyoto (¡y parando en Osaka!), ahora intentaré asimilar todo lo que he vivido hoy. De momento, sé que conforme pasen los años el día de hoy será algo que recordaré con afecto y emoción. Ese conocimiento no tiene precio, creedme.
Un abrazo.
Hoy, 31 de agosto, es un día que no olvidaré jamás. De vuelta en Kyoto (¡y parando en Osaka!), ahora intentaré asimilar todo lo que he vivido hoy. De momento, sé que conforme pasen los años el día de hoy será algo que recordaré con afecto y emoción. Ese conocimiento no tiene precio, creedme.
Un abrazo.