Bueno, pues viendo los resultados de los
Oscars de la recién terminada noche española, puedo decir que, salvo alguna excepción mínima, han sido los que
esperaba y
deseaba.
Slumdog Millionaire, la gran vencedora de la noche con diferencia, ha ganado
8 de los 10 premios a los que optaba, y
Benjamin Button ha perdido estrepitosamente con solo tres de trece galardones, todos ellos de índole técnica. Es decir, que el cine diferente,
alternativo e interesante ha vencido al
clasicismo. La verdad, me alegro. Sin quitarle méritos a
Benjamin Button, que los tiene, la película de
Danny Boyle es
mil veces más interesante.
Pero
lamentablemente, en España la única imagen que existe es la que hay aquí arriba: la de
Penélope Cruz ganando el oscar a la mejor actriz de reparto por
Vicky Cristina Barcelona. Hoy me están acribillando, porque desde el minuto cero he estado en
contra de su victoria; en primer lugar porque creo que no se lo merece, en segundo porque sus competidoras se la comían con patatas. Yo se lo hubiera dado a
Amy Adams por
La duda, en la que está soberbia.
Pero analicemos esto:
no es que me moleste que haya ganado, no es hacia ella a quien va dirigida mi ira, sino a los
babosos y repelentes medios de comunicación de España, que hacen de esto un auténtico círculo mediático casposo en torno a su victoria, un
orgullo patrio propio de Manolo Escobar en los mejores tiempos de esta España nuestra. Hoy solo existe la española ganadora de un oscar: la guapa, glamurosa, sensible, gran actriz que es y la fantástica carrera cinematográfica (juas) que lleva Penélope Cruz. El resto,
no existe. Si no me creéis, ved
cualquiera de los periódicos de tirada en papel o en Internet y comparad cuánto hablan de Pe y... del resto. La desproporción resulta casi
asquerosa. Entiendo que es un hecho
histórico que una actriz española gane un oscar, pero... ¿en serio se merece
tanta cobertura?. ¿En serio hay que usarla como
icono de orgullo español?. Me alegro por ella, y lo digo de corazón, pero desde aquí mando mi más absoluta repulsa a los medios de comunicación que la elevan a un lugar que
no la pertenece aún.
Hablemos de cosas más interesantes: por fín, POR FÍN
Kate Winslet se ha llevado el Oscar que tanto ha merecido durante tantos años. Aunque lo haya hecho por un trabajo en el que ha brillado menos que otras veces, el precioso personaje de Hannah de
The reader (se lo merecía más este mismo año por
Revolutionary Road), me siento muy feliz y contento por ella.
La otra gran sorpresa, para bien, es la victoria del gran
Sean Penn encarnando a ese otro gran hombre que es
Harvey Milk, dejando a
Mickey Rourke por los suelos porque parece que ya daba por hecho que iba a ganar. Como ya dije hace unos días, la interpretación de Penn es magistral (sin haber visto a Rourke), y más que merecedora del oscar que se ha llevado. ¡Bravo!.
Ninguna sorpresa sobre la victoria de
Heath Ledger como actor de reparto: era más que cantado, pero es que su
Joker es todo un prodigio de buen hacer. Un papel
mítico que va a pasar a la historia del cine, sin duda, aunque sea por el macabro aderezo de su fallecimiento. Enhorabuena, Heath, estés donde estés.
¡Ah! Aunque estaba cantado, la victoria de
Wall-E como mejor película de animación me ha arrancado una
enorme sonrisa esta mañana. Y es que esta absoluta y jodida obra maestra de Pixar se merece
todos los premios de este mundo.
Tengo muchas ganas de ver la ganadora de la película de habla no inglesa,
Departures, del país nipón. ¿Quizá me pueda hacer con ella en Tokio dentro de unas semanas?. ;)
Y dicho esto, me
despido. Me alegro porque este año he visto casi todo lo que tenía una nominación, siendo muy difícil verlo todo. Esperemos que el año que viene haya tanta variedad y calidad como este. Ha sido
un buen año cinematográficamente hablando.
Un abrazo.