Tras recorrer medio planeta por el aire, y hacer una parada Express en Ámsterdam, donde apenas nos dio tiempo de nada, llegamos al aeropuerto de Narita a las 9 de la mañana. El viaje fue largo y monótono, siendo destacable el encuentro con una japonesa simpatiquísima llamada Akiko que sabía un español fabuloso (tenía un novio brasileño que vive en España, qué cosas más raras… ¡pero bienvenidas!) y nos ha dado muchos consejos. Eso y una película entretenida japonesa llamada Hula Girls, que parece ser que ha sido un fenómeno en Japón, pero que a mi me ha parecido un dramón a lo Billy Elliot bastante descarado, aunque muy interesante.
A lo que vamos: al llegar a Narita y esperar no demasiado a la maleta, nos hicimos con el Japan Rail Pass y cogimos un tren hacia Akihabara, donde está nuestro hotel o Ryokan. En el camino, los cachondos de Rubén y Dani se han puesto a intimar con un grupo de escolares de no más de 10 años y han acabado echando versus online al Mario Kart de la Nintendo DS… ¡¡Ciertos lenguajes son universales!!.
Tras acostumbrarme a escuchar y leer todo lo que me rodea en Japonés (y algo de Romaji), desembocamos en la estación de Akihabara y… ¡¡IMPACTO!!. La realidad supera a la ficción: luces de neón, cientos , miles de tiendas con millones de artículos de electrónica y tecnología puntera a precio de (hablando mal) puta. Lo de esta gente es OTRA DIMENSIÓN, especialmente en los teléfonos móviles, de quienes están a años luz de distancia de otros lados. Y casi todo, como mínimo, un 50% más barato. Los ordenadores, concretamente, casi los REGALAN. Aunque me llama mucho la arquitectura de los edificios aquí: ni uno solo está pegado a otro, aunque sea por centímetros. ¡Qué cosa más rara!.
Y lo peor: el ESPELUZNANTE CALOR que hace en esta ciudad. Es INSOPORTABLE. La humedad es horrorosa, tanto que he sudado como un cerdo todo el día, pero… lo peor es que los locales tienen un aire acondicionado igual de excesivo… el contraste está servido. Al salir de cada tienda, tenía la sensación de meterme en un microondas. El hotel está “bien”… es decir, es cutrecillo, pero bastante digno y es típico japones: es decir, habitación de meditación y TV, otro para los Futones separados por puerta de madera, y un FABULOSO baño público Onsen que reconozco me daba algo de miedo y, tras probarlo, veo que es mucho mejor que un baño occidental. Adicto todos los días a uno desde YA.
Comida y cena típicas (he tomado demasiado Sake, ay ay…), y “defendiéndonos” con el idioma. Si os han dicho que los japoneses son serviciales y atentos, es CIERTO. DEMASIADO. Esa gente se DESVIVE por ayudar. Nunca había visto tanta educación y buena voluntad. Así, da gusto.
Estoy reventado: llevo sin dormir desde ayer lunes por la mañana (hora de Madrid) y ahora, en el hotel, me doy cuenta de que mi cuerpo no soporta más. Me iré pronto a dormir dejando a esta gente viendo los últimos capítulos de Death Note, pero… quiero valorar mi primer día en Tokio.
Magico. Esto es otro mundo, realmente. Llevo toda mi vida pensando en Japón y, de momento, es justo como esperaba que sería. Ahora, toca empezar a superar Jet-Lags y demás y disfrutarlo del todo. Mañana, a Asakusa. Espero que sea como todo el mundo me ha dicho.
Termino el comentario publicando un par de fotos que lo dicen todo por sí mismas:
A lo que vamos: al llegar a Narita y esperar no demasiado a la maleta, nos hicimos con el Japan Rail Pass y cogimos un tren hacia Akihabara, donde está nuestro hotel o Ryokan. En el camino, los cachondos de Rubén y Dani se han puesto a intimar con un grupo de escolares de no más de 10 años y han acabado echando versus online al Mario Kart de la Nintendo DS… ¡¡Ciertos lenguajes son universales!!.
Tras acostumbrarme a escuchar y leer todo lo que me rodea en Japonés (y algo de Romaji), desembocamos en la estación de Akihabara y… ¡¡IMPACTO!!. La realidad supera a la ficción: luces de neón, cientos , miles de tiendas con millones de artículos de electrónica y tecnología puntera a precio de (hablando mal) puta. Lo de esta gente es OTRA DIMENSIÓN, especialmente en los teléfonos móviles, de quienes están a años luz de distancia de otros lados. Y casi todo, como mínimo, un 50% más barato. Los ordenadores, concretamente, casi los REGALAN. Aunque me llama mucho la arquitectura de los edificios aquí: ni uno solo está pegado a otro, aunque sea por centímetros. ¡Qué cosa más rara!.
Y lo peor: el ESPELUZNANTE CALOR que hace en esta ciudad. Es INSOPORTABLE. La humedad es horrorosa, tanto que he sudado como un cerdo todo el día, pero… lo peor es que los locales tienen un aire acondicionado igual de excesivo… el contraste está servido. Al salir de cada tienda, tenía la sensación de meterme en un microondas. El hotel está “bien”… es decir, es cutrecillo, pero bastante digno y es típico japones: es decir, habitación de meditación y TV, otro para los Futones separados por puerta de madera, y un FABULOSO baño público Onsen que reconozco me daba algo de miedo y, tras probarlo, veo que es mucho mejor que un baño occidental. Adicto todos los días a uno desde YA.
Comida y cena típicas (he tomado demasiado Sake, ay ay…), y “defendiéndonos” con el idioma. Si os han dicho que los japoneses son serviciales y atentos, es CIERTO. DEMASIADO. Esa gente se DESVIVE por ayudar. Nunca había visto tanta educación y buena voluntad. Así, da gusto.
Estoy reventado: llevo sin dormir desde ayer lunes por la mañana (hora de Madrid) y ahora, en el hotel, me doy cuenta de que mi cuerpo no soporta más. Me iré pronto a dormir dejando a esta gente viendo los últimos capítulos de Death Note, pero… quiero valorar mi primer día en Tokio.
Magico. Esto es otro mundo, realmente. Llevo toda mi vida pensando en Japón y, de momento, es justo como esperaba que sería. Ahora, toca empezar a superar Jet-Lags y demás y disfrutarlo del todo. Mañana, a Asakusa. Espero que sea como todo el mundo me ha dicho.
Termino el comentario publicando un par de fotos que lo dicen todo por sí mismas:
Un abrazo.
Arigato Gozaimasu.