La ternura está discriminada. Es una creencia que tengo completamente asumida desde hace mucho tiempo. Discriminada porque todo el mundo la valora en cierto momento de su vida pero se avergüenza de mostrarla, de divulgarla, de fomentarla y de cuidarla. La gente, salvo excepciones muy concretas, no es tierna. La ternura es un sentimiento en constante agonía moribunda.
¿Y a qué viene esto, me preguntaréis?. Bueno, tengo que decir que yo nunca fui un chico tierno cuando era pequeño. Al contrario, era bastante hosco y seco. Creo que jamás dije te quiero ni a mis padres hasta que me hice mayor. Pero luego todo eso cambió radicalmente, porque pasé de un extremo a otro. Ahora casi todo el que me conoce asocia mi más que evidente dulzura a debilidad de carácter.
Ah, qué fácil es poner etiquetas. Ahora es cuando yo debería decir que ser tierno no implica debilidad, pero tampoco puedo negar que sea mi caso. Sin embargo, me muevo en un terreno más intermedio: ni débil ni fuerte, aunque todo depende de la situación a la que me enfrente.
Pero no estoy escribiendo esto para hablar de debilidad o fuerza, sino en todo caso de la fuerza de la ternura. La ternura es algo maravilloso, mágico, inconmensurablemente bello. Se eleva por encima de otros sentimientos mucho más mezquinos e impuros y da sentido a muchas de nuestras acciones en el día a día, en el total de nuestra existencia.
Yo no soy capaz de vivir sin mi dosis de ternura. Soy una persona tierna por naturaleza, algo que no pretendo ni por asomo demostrar en unas baldías palabras en un blog público, pero todo el que me conoce un mínimo conoce la veracidad de esta afirmación. Necesito darla, necesito recibirla. Me moriría de no ser así.
Y sin embargo y lamentablemente, tampoco debemos recibirla ni darla en exceso. Me acojo a esta teoría mía de que cualquier exceso es, en su definición, nocivo. Esto se aplica a todo. En este caso, porque produce adicción que se puede volver en tu contra. Eso a menos que encuentres un alma gemela al respecto, y a veces ni con esas.
Ups, creo que empiezo a divagar un poco con mis palabras. Será mejor que te detengas aquí, Dani, no vayas a convertir esto en otra paja mental.
Lo que pretendía decir es, como ya he hecho en otras ocasiones con mismas o distintas palabras, es que debemos tener presente y no olvidar que la ternura hace nuestra vida más llevadera y le otorga el sentido que a veces no logramos encontrarle.
Tan simple como eso…
Un abrazo.