La frase que da título a este post es el punto de partida de Up in the air, maravillosa película de Jason Reitman (director de mi adorada Juno), basada en la novela de Walter Kim y protagonizada por George Clooney, Vera Farmiga y Anna Kendrick, y que nos cuenta la historia de un hombre, Ryan Bingham (Clooney), cuya vida consiste en viajar constantemente a todos los puntos del los Estados Unidos para despedir a gente de otras empresas. Aparentemente, Ryan es un elitista prepotente, frío y con las ideas muy claras respecto a cómo quiere que sea su vida, resumida en una sola frase: El año pasado pasé 322 días viajando, lo cual significa que pasé 42 asquerosos días en casa. Pero, evidentemente, esta frase y este modo de vida esconden mucho más si rebuscamos con ahínco. La vida de Ryan está a punto de cambiar con la presencia inesperada en su vida de dos mujeres: Alex (Vera Farmiga), su “versión femenina” con la que comienza una extraña relación amorosa de conveniencia, y la de la inexperta, impulsiva, emocional y poco entrenada Natalie (Anna Kendrick) con la que se ve obligado a compartir sus viajes de trabajo. Será en el transcurso de esos viajes y mediante las relaciones personales que emergen entre estas tres personas las que definirán una historia a partes cómica, a partes dramática, a partes reflexiva.
Up in the air es toda una sorpresa y una verdadera demostración de buen cine, empezando por los preciosos créditos iniciales sobrevolando los diferentes paisajes y ciudades de los Estados Unidos, pasando por una dirección y ritmo narrativos virtualmente perfectos, un guión realmente inspirado y una dirección de actores totalmente magistral. Los actores principales están inolvidables, y especialmente destaco la fabulosa química entre los personajes de Clooney y Farmiga. El personaje de Anna Kendrick funciona por sí solo, especialmente en una sobrecogedora escena delante de un ordenador hacia el tramo final de la película.
Pero lo más importante de Up in the air es, indudablemente, su conmovedora historia llena de mensajes sobre los que reflexionar (sin llegar jamás al dramatismo barato), especialmente a la hora de valorar en cómo hacer avanzar nuestras propias vidas. Se nos presenta en escena un hombre que lo tiene todo clarísimo: las relaciones personales de tu vida son tu carga más pesada y las que te hacen imposible caminar libremente. No cree en el matrimonio ni en las uniones sentimentales, no cree en las relaciones humanas que impliquen responsabilidad, y sin embargo se permite (en un alarde de profesionalidad) a asesorar y dar consejos muy humanos a personas a las que se ve obligado a despedir cada día. Y lo consigue, porque precisamente él mejor que nadie conoce la mente humana por las casuística de su empleo. Y sin embargo, no tiene a nadie que se preocupe por él, y su familia apenas le considera una presencia en sus vidas.
Resulta realmente interesante ver la evolución de todos los personajes de esta película porque todos ellos tienen razón, y a la vez ninguno. Es muy difícil ponerse en la piel de alguien como Ryan y, sin embargo, no puedes dejar de darle la razón en todos los aspectos de su filosofía. ¡Qué alentador resultaría tener una vida libre de cargas, tanto a nivel de posesiones como emocionales!.
Resulta, sin embargo, que no es del todo cierto que una mochila vacía, sin apenas peso, sea motivo de alegría ni implique libertad. Efectivamente, puedes moverte libremente por la vida, explorar infinitas posibilidades, realmente hacer lo que quieras y cuando quieras, pero ¿cuáles son los momentos más importantes de nuestras vidas? ¿Estamos solos o acompañamos cuando los vivimos? ¿No es, al final, lo más importante de esta vida el saber que hay alguien a nuestro lado que va a querernos, apoyarnos, estar a nuestro lado de manera incondicional… por encima de todo lo demás? El orgullo que sentimos al pensar en los que amamos, el amor que recibimos de ellos al final es lo que hace que nuestras vidas no resulten tan miserablemente fugaces, y permiten superar cualquier obstáculo: perder un empleo, que nos deje nuestra pareja…
Las relaciones personales, sin excepción, implican una complejidad y responsabilidad que no todo el mundo está preparado para afrontar. Pasamos del intentar querer a intentar no querer con una facilidad pasmosa, y nos cuesta mucho aprender de nuestros errores. Dibujamos un perfil emocional basándonos en nuestra valentía o cobardía para afrontar los retos del día a día, la responsabilidad de que alguien dependa de nosotros o a la inversa, y sobre todo, nos cuesta mucho mantener el tipo si nos atrevemos a dar el paso. Y muchas veces estas acciones se ven recompensadas, o de igual modo tremendamente castigadas.
Sin entrar en detalles, dentro de la película hay una serie de giros de la historia que, personalmente, me hicieron sentir como si me pegaran un fuerte puñetazo en la cara. La vida es dura, caótica, a veces asquerosa… pero siempre hay un rincón para la esperanza. Siempre puede haber algún giro positivo, y podemos de una maldita vez empezar a llenar la mochila después de haberla vaciado del todo. Así es como vivimos y amamos, rodeados de miedos, corazas emocionales y autoconvencimientos (tanto en un lado como en el otro) para finalmente hacer una elección que puede ser la correcta o no serlo.
Up in the air es, en definitiva, una maravillosa historia que pretende demostrarnos que nuestras vidas a veces exentas de sentido pueden dar paso a un sentido pleno, siempre y cuando seamos lo bastante receptivos para quererlo, lo bastante fuertes para luchar contra nuestras limitaciones y barreras y, por último pero no menos importante, poder llenar nuestra mochila sin miedo al exceso de equipaje. Porque aspiramos a ser mucho más que un paréntesis. Porque todos necesitamos un copiloto.
Sentid el peso de las cuerdas. Y ahora, intentad andar.
Un abrazo.