Justo antes de irme de vacaciones la semana pasada fueron las celebraciones del Orgullo Gay 2008, a las cuales acudí puntualmente como vengo haciendo ya varios años. La diferencia, esta vez, es que fui con un grupo de gente muy superior al habitual y, sobre todo, muy pero que muy variado. Acabamos al final agotados (salímos todos los días desde el martes hasta el sábado teniendo que trabajar al día siguente salvo el fin de semana), pero mereció la pena.
Para empezar, bigbro Guido llegó desde Amsterdam el viernes para pasar el fin de semana con nosotros. Su presencia fue fantástica y solo siento quizá no haber estado tan atento con él como debiera, pero creo que se lo pasó muy bien como todos. Luego, una muy buena amiga de mi Sera, Marisa, llegó desde Londres para pasar los días del Orgullo aquí y de paso poder ver a Sera. Y luego, sin ser menos importantes (ni mucho menos), mis queridos Juan Carlos, Manolo, la hermana de Sera y la novia de esta, Rosa y Ángel respectivamente, amigos de Sera, amigos míos, y la sorpresa de la tarde: mi profesora y amiga Asako junto a su encantador novio Lioba y los padres de la primera, así como amig@s de Asako.
Todos juntos estuvimos sorprendentemente unidos durante las horas que duró el desfile y el larguísimo paseo por una Gran Vía de Madrid absoluta y totalmente abarrotada. Yo estaba realmente en éxtasis, pero creo que tras verme en los videos (absolutamente desmedido), me veo sobre todo alegre y feliz, que es como estaba.
Cuando todo acabó, nos desperdigamos y acabamos cenando con Asako, Lioba, Guido y Álvaro en un italiano para proseguir la marcha hasta altísimas horas de la madrugada en la calle Pelayo. Fue una noche inigualable, nada que ver con el agobio del año anterior con el Europride (ojo, no estoy diciendo que hubiera menos gente: ¡al contrario!) y, sobre todo, muy especial. El único contrapunto es ver cómo los aprovechados de turno se cuelan en una reivindicación para descaradamente promocionar cosas que no tienen mucho que ver con el Orgullo Gay: ¿qué pintaban los abanicos promocionales de la serie LaLola de Antena 3?. Ninguna objeción (o casi) a la carroza de Mamma Mía. Eso sí, tuvimos que practicar el noble deporte de EsquivaFlyers, que te los daban a cada medio metro. Y es que el éxito de la convocatoria anual trae este tipo de consecuencias oportunistas, es el precio a pagar.
Lo que me resultó divertido es eso de estar hablando a ratos en español, a ratos en japonés (lo que buenamente podía, lo entiendo mejor que lo hablo) y en inglés. Le voy cogiendo el gusto a ser un políglota de mierda, como diríamos por el foro de los amigos, jeje.
En resumidas cuentas, y al margen de la siempre polémica sobre la legitimidad de esta celebración por encima del espectáculo y el circo que se monta, no cabe duda de que el Orgullo Gay es la fiesta más grande de todo Madrid en el año (pese a que los medios lo invisibilizen que da gusto), y que lo que se respira por encima de todo es alegría. La alegría que damos, la alegría que merecemos, la alegría que se extiende. Para gays, para lesbianas, para heterosexuales, niños y mayores. ¡Que viva el orgullo Gay!.
De propina, dejo un video de esos en los que estoy absolutamente descontrolado y podéis ver a prácticamente todos los presentes. A los cuales, a todos ellos, les doy las gracias por uno de esos días perfectos. De corazón.
Un abrazo.
Todos juntos estuvimos sorprendentemente unidos durante las horas que duró el desfile y el larguísimo paseo por una Gran Vía de Madrid absoluta y totalmente abarrotada. Yo estaba realmente en éxtasis, pero creo que tras verme en los videos (absolutamente desmedido), me veo sobre todo alegre y feliz, que es como estaba.
Cuando todo acabó, nos desperdigamos y acabamos cenando con Asako, Lioba, Guido y Álvaro en un italiano para proseguir la marcha hasta altísimas horas de la madrugada en la calle Pelayo. Fue una noche inigualable, nada que ver con el agobio del año anterior con el Europride (ojo, no estoy diciendo que hubiera menos gente: ¡al contrario!) y, sobre todo, muy especial. El único contrapunto es ver cómo los aprovechados de turno se cuelan en una reivindicación para descaradamente promocionar cosas que no tienen mucho que ver con el Orgullo Gay: ¿qué pintaban los abanicos promocionales de la serie LaLola de Antena 3?. Ninguna objeción (o casi) a la carroza de Mamma Mía. Eso sí, tuvimos que practicar el noble deporte de EsquivaFlyers, que te los daban a cada medio metro. Y es que el éxito de la convocatoria anual trae este tipo de consecuencias oportunistas, es el precio a pagar.
Lo que me resultó divertido es eso de estar hablando a ratos en español, a ratos en japonés (lo que buenamente podía, lo entiendo mejor que lo hablo) y en inglés. Le voy cogiendo el gusto a ser un políglota de mierda, como diríamos por el foro de los amigos, jeje.
En resumidas cuentas, y al margen de la siempre polémica sobre la legitimidad de esta celebración por encima del espectáculo y el circo que se monta, no cabe duda de que el Orgullo Gay es la fiesta más grande de todo Madrid en el año (pese a que los medios lo invisibilizen que da gusto), y que lo que se respira por encima de todo es alegría. La alegría que damos, la alegría que merecemos, la alegría que se extiende. Para gays, para lesbianas, para heterosexuales, niños y mayores. ¡Que viva el orgullo Gay!.
De propina, dejo un video de esos en los que estoy absolutamente descontrolado y podéis ver a prácticamente todos los presentes. A los cuales, a todos ellos, les doy las gracias por uno de esos días perfectos. De corazón.
Un abrazo.