Hoy es 13 de mayo. Este es un día especial para ti, lo sé. Hoy cumples nada menos que 43 años. Bueno, al menos para mi sí los cumples, pese a que el concepto de cumplir en este caso no sea demasiado importante.
Anoche mientras dormía, y la inquietud del sueño me asaltó durante la noche, desperté de forma súbita y apareciste en mi mente. Fue entonces cuando me acordé de tus 43. Y volví una vez más a pensar en cuando tenías menos de 36, sobre todo después de los 18, que es cuando llegaste a mi vida o más bien yo llegué la tuya, pues fuiste tú uno de las dos personas que me dio el regalo de la vida.
Y sí, me diste la vida en muchos sentidos. Incluso después de que la tuya se apagara seguiste ahí para guiarme por el camino correcto, tal y como siempre hiciste o quisiste hacer. Y sigue pasando el tiempo, año tras año, y desde entonces y aunque a veces me he desviado ahí está tu imagen, todo lo que hiciste, dijiste, sentiste y transmitiste. Es la luz que siempre sigo cuando me pierdo. No he olvidado nuestra promesa. Ya soy un hombre y gracias a ti me he convertido en uno lo bastante íntegro como para saber que promesas como la que tú y yo nos hicimos muchos años atrás no se deben hacer a la ligera, y cumplirlas. Y las cumplo. La que te hice y todas la que he hecho desde entonces.
No quiero extenderme más antes de que las lágrimas empiecen a brotar imparables por mis ojos, reflejo de lo mucho que desearía volver a estar abrazado a ti, volver a ver Sleepers contigo, volver a ir a ver el fútbol al Itaca y echar un billar, comer contigo y la abuela en Escalona. Volveré a escribir nuevamente, una y otra vez si hace falta (porque nunca me canso de hacerlo) acerca de todo lo que llevo dentro mía de ti. Pero ahora debo seguir mi camino, un camino del cual nunca vas a apartarte. Tú y yo somos uno solo. Siempre ha sido así y siempre lo será. Y estoy tremendamente orgulloso de ello. Estoy orgulloso de ti. Estoy orgulloso de ser tuyo.
Feliz cumpleaños, papá. Te quiero. Te echo de menos.
Anoche mientras dormía, y la inquietud del sueño me asaltó durante la noche, desperté de forma súbita y apareciste en mi mente. Fue entonces cuando me acordé de tus 43. Y volví una vez más a pensar en cuando tenías menos de 36, sobre todo después de los 18, que es cuando llegaste a mi vida o más bien yo llegué la tuya, pues fuiste tú uno de las dos personas que me dio el regalo de la vida.
Y sí, me diste la vida en muchos sentidos. Incluso después de que la tuya se apagara seguiste ahí para guiarme por el camino correcto, tal y como siempre hiciste o quisiste hacer. Y sigue pasando el tiempo, año tras año, y desde entonces y aunque a veces me he desviado ahí está tu imagen, todo lo que hiciste, dijiste, sentiste y transmitiste. Es la luz que siempre sigo cuando me pierdo. No he olvidado nuestra promesa. Ya soy un hombre y gracias a ti me he convertido en uno lo bastante íntegro como para saber que promesas como la que tú y yo nos hicimos muchos años atrás no se deben hacer a la ligera, y cumplirlas. Y las cumplo. La que te hice y todas la que he hecho desde entonces.
No quiero extenderme más antes de que las lágrimas empiecen a brotar imparables por mis ojos, reflejo de lo mucho que desearía volver a estar abrazado a ti, volver a ver Sleepers contigo, volver a ir a ver el fútbol al Itaca y echar un billar, comer contigo y la abuela en Escalona. Volveré a escribir nuevamente, una y otra vez si hace falta (porque nunca me canso de hacerlo) acerca de todo lo que llevo dentro mía de ti. Pero ahora debo seguir mi camino, un camino del cual nunca vas a apartarte. Tú y yo somos uno solo. Siempre ha sido así y siempre lo será. Y estoy tremendamente orgulloso de ello. Estoy orgulloso de ti. Estoy orgulloso de ser tuyo.
Feliz cumpleaños, papá. Te quiero. Te echo de menos.