El clima tiene muchos paralelismos con el estado anímico... siempre se asocia la lluvia y los días grises y oscuros con la tristeza, y los días soleados, dorados, claros, con la alegría y la felicidad.
Pues yo no estoy de acuerdo con eso: a mi me fascinan los días grises, medio lluviosos, de ventisca, siempre y cuando no superen cierta medida. Me transmite una sensación maravillosa, me hace sentirme más vivo, más lleno, más intenso. Y un día de calor puede llegar a resultar una auténtica tortura, y transmitir más una sensación de vacío, desazón y soledad más que otra cosa. Evidentemente, todo depende del contexto en el que nos movamos, tanto física como emocionalmente.
Ayer fue un día maravilloso: nubes y claros. El contraste perfecto. Y en cierto modo viví para mis adentros una sensación de reencuentro con todo aquello que soy y todo aquello que quiero. ¿No habéis sentido alguna vez como si despertarais de un largo sueño?. No diré que me ha pasado algo así, pues creo ser una persona de por sí bastante despierta aunque a veces desesperadamente pedante.
Ayer por la tarde me dirigí tras comer con mi chico al centro de Madrid, donde había quedado con ese pequeño gran hombre que es mi Manu, y allí también estaban la encantadora María (¡hasta cuando me dijo que me odiaba sentí ternura por ella!), y su amiga Carmen, a quien conocí ese mismo día y me cayó muy bien.
Hacía meses que no veía a Manu (desde la última quedada de MundoDVD), y era la primera vez que nos encontrábamos al margen de las quedadas. Es cuanto menos pintoresco pero no por ello menos bonito cuando pienso en el cariño que le he cogido a Manu desde que nos encontráramos por primera vez en noviembre del año pasado. Ha sido como encontrarme a una persona de esas que puedes considerar afines en muchos sentidos, alguien con quien siento que puedo hablar de cualquier cosa, un confidente. ¡Y en persona sólo me le he encontrado 4 veces!. ¿Es lógico pensar en amistad con una relación de estas características?. Qué curiosas somos las personas... podemos convivir con una persona durante muchos años y no tener la mínima sensación de afecto por ella, y sin embargo puedes encontrarte con un desconocido y llegar a tenérselo en un par de encuentros. Aunque supongo que en todo eso se basan las relaciones humanas.
¿Cuál es la conclusión, o a donde pretendo llegar con este comentario?. Pues que realmente creo en la química, en la afinidad, en que unas personas estamos más unidas a otras más allá de lo que parece lógico, una especie de hilo invisible que nos une. Me ha pasado contadas veces en la vida, pero las pocas veces que me ha pasado lo he tenido claro: si conozco a alguien que de un modo u otro me parece especial, no me cabe la menor duda.
Recuerdo a mi profesor, Angelote... recuerdo a Raquel, mi monitora juvenil... recuerdo a mi querido Sergio, a quien amo con todo mi ser... gente que siempre va a ser especial para mi. Toda mi vida.
Pero creo que me he embelesado demasiado en este pensamiento o reflexión, porque mi tarde de nubes y claros no terminó ahí. Tras pasar un par de horas charlando tranquilamente con Manu, María y Carmen, donde hablamos de todo tipo de cosas tomando un Café (o té) en una cafetería en la calle Toledo y lo pasamos realmente de fábula, me dirigí a la gran vía donde había quedado con mi no menos querido Jose. Estuvimos echando un vistazo por la FNAC de Callao y me compré un libro para comenzar mis estudios de PHP (y es que uno no puede dejar su vena programadora a un lado). Me agradó ver a Jose: está últimamente feliz y radiante, y eso me llena a mi de felicidad y orgullo.
Cuando nos despedimos, ya había quedado con mi chico guapo para pasear un rato por el Paseo del Prado, y así lo hicimos. Y cosas de la vida, mi pequeño se encontró con una amiga y su novio y acabamos dando un paseo juntos y tomando algo en una terraza en la calle Hortaleza. Y fue otro encuentro estupendo, pese a no conocer previamente a estas personas.
Finalmente, y ya siendo casi las 10 de la noche, Sergio y yo volvimos paseando por la gran vía, pasando por Cibeles y llegando a Neptuno, y le llevé a casa. Ese paseo fue muy bonito: una temperatura ideal, las luces de madrid iluminando nuestros pasos, sin gentíos: en verdad, no hay mayor regalo en este mundo que pasear por Madrid abrazado a mi chico.
La vida está llena de nubes y claros. Momentos mágicos, momentos simples llenos de encanto, momentos complejos llenos de desazón.... momentos, en definitiva, que componen una sinfonía agridulce que define nuestro día a día de miles de formas y matices distintos.
Mis nubes y claros me mostraron en el día de ayer que soy una persona afortunada y que estoy orgulloso de los que me rodean y, por qué no decirlo, de mí mismo.
Un abrazo.
Pues yo no estoy de acuerdo con eso: a mi me fascinan los días grises, medio lluviosos, de ventisca, siempre y cuando no superen cierta medida. Me transmite una sensación maravillosa, me hace sentirme más vivo, más lleno, más intenso. Y un día de calor puede llegar a resultar una auténtica tortura, y transmitir más una sensación de vacío, desazón y soledad más que otra cosa. Evidentemente, todo depende del contexto en el que nos movamos, tanto física como emocionalmente.
Ayer fue un día maravilloso: nubes y claros. El contraste perfecto. Y en cierto modo viví para mis adentros una sensación de reencuentro con todo aquello que soy y todo aquello que quiero. ¿No habéis sentido alguna vez como si despertarais de un largo sueño?. No diré que me ha pasado algo así, pues creo ser una persona de por sí bastante despierta aunque a veces desesperadamente pedante.
Ayer por la tarde me dirigí tras comer con mi chico al centro de Madrid, donde había quedado con ese pequeño gran hombre que es mi Manu, y allí también estaban la encantadora María (¡hasta cuando me dijo que me odiaba sentí ternura por ella!), y su amiga Carmen, a quien conocí ese mismo día y me cayó muy bien.
Hacía meses que no veía a Manu (desde la última quedada de MundoDVD), y era la primera vez que nos encontrábamos al margen de las quedadas. Es cuanto menos pintoresco pero no por ello menos bonito cuando pienso en el cariño que le he cogido a Manu desde que nos encontráramos por primera vez en noviembre del año pasado. Ha sido como encontrarme a una persona de esas que puedes considerar afines en muchos sentidos, alguien con quien siento que puedo hablar de cualquier cosa, un confidente. ¡Y en persona sólo me le he encontrado 4 veces!. ¿Es lógico pensar en amistad con una relación de estas características?. Qué curiosas somos las personas... podemos convivir con una persona durante muchos años y no tener la mínima sensación de afecto por ella, y sin embargo puedes encontrarte con un desconocido y llegar a tenérselo en un par de encuentros. Aunque supongo que en todo eso se basan las relaciones humanas.
¿Cuál es la conclusión, o a donde pretendo llegar con este comentario?. Pues que realmente creo en la química, en la afinidad, en que unas personas estamos más unidas a otras más allá de lo que parece lógico, una especie de hilo invisible que nos une. Me ha pasado contadas veces en la vida, pero las pocas veces que me ha pasado lo he tenido claro: si conozco a alguien que de un modo u otro me parece especial, no me cabe la menor duda.
Recuerdo a mi profesor, Angelote... recuerdo a Raquel, mi monitora juvenil... recuerdo a mi querido Sergio, a quien amo con todo mi ser... gente que siempre va a ser especial para mi. Toda mi vida.
Pero creo que me he embelesado demasiado en este pensamiento o reflexión, porque mi tarde de nubes y claros no terminó ahí. Tras pasar un par de horas charlando tranquilamente con Manu, María y Carmen, donde hablamos de todo tipo de cosas tomando un Café (o té) en una cafetería en la calle Toledo y lo pasamos realmente de fábula, me dirigí a la gran vía donde había quedado con mi no menos querido Jose. Estuvimos echando un vistazo por la FNAC de Callao y me compré un libro para comenzar mis estudios de PHP (y es que uno no puede dejar su vena programadora a un lado). Me agradó ver a Jose: está últimamente feliz y radiante, y eso me llena a mi de felicidad y orgullo.
Cuando nos despedimos, ya había quedado con mi chico guapo para pasear un rato por el Paseo del Prado, y así lo hicimos. Y cosas de la vida, mi pequeño se encontró con una amiga y su novio y acabamos dando un paseo juntos y tomando algo en una terraza en la calle Hortaleza. Y fue otro encuentro estupendo, pese a no conocer previamente a estas personas.
Finalmente, y ya siendo casi las 10 de la noche, Sergio y yo volvimos paseando por la gran vía, pasando por Cibeles y llegando a Neptuno, y le llevé a casa. Ese paseo fue muy bonito: una temperatura ideal, las luces de madrid iluminando nuestros pasos, sin gentíos: en verdad, no hay mayor regalo en este mundo que pasear por Madrid abrazado a mi chico.
La vida está llena de nubes y claros. Momentos mágicos, momentos simples llenos de encanto, momentos complejos llenos de desazón.... momentos, en definitiva, que componen una sinfonía agridulce que define nuestro día a día de miles de formas y matices distintos.
Mis nubes y claros me mostraron en el día de ayer que soy una persona afortunada y que estoy orgulloso de los que me rodean y, por qué no decirlo, de mí mismo.
Un abrazo.