Las personas normalmente somos de estereotipos: nos ceñimos unos más y unos menos a ciertas reglas de la sociedad que acatamos dócilmente porque, nos guste o no, estamos inmersos en esa espiral de obligaciones que debemos cumplir. De niños tenemos que ir al colegio, de adultos buscar un trabajo, ser personas de provecho y hacer una rutina diaria hasta que nos jubilamos mientras, paralelamente, buscamos el equilibrio en nuestra vida personal (pareja, hijos, amistades, hobbies). Ir hacia atrás o tambalearse en esta hoja de actividades preestablecida por no sé muy bien quién supone un revés para uno mismo o, a veces, ser algo inaceptable. El camino siempre se camina hacia el frente. Ir de lado o hacia atrás siempre es una niñatada o un acto irresponsable para ciertas cabezas cuadradas.
Afortunadamente, los estereotipos cambian poco a poco y ya no nos vemos tan inmersos en esta maraña de sinsentidos que conforman sentido a nuestra existencia. Ahora mismo me viene a la cabeza la obra maestra de Sam Mendes Revolutionary Road, un ejemplo perfecto de lo que acabo de exponer, aunque con una clase en su narrativa que ya me gustaría a mí tener.
Intentar seguir un camino que no se desea nunca puede llevar a nada bueno, siempre y cuando tengamos la posibilidad real de hacer una elección, por mucho miedo que tengamos. El miedo a los cambios es algo tan inherente al espíritu humano que muchas veces es lo que nos limita como seres inteligentes. Yo he aprendido bastante al respecto a lo largo de los años, y si bien hay cosas en mi vida que no querría cambiar nunca (mientras la vida me lo permita), a otras les doy la importancia justa frente a la desaprobación de otros. A mi me gusta vivir la vida de la forma que quiero vivirla.
Digo todo esto porque estoy fraguando un proyecto; un proyecto personal que espero que a largo plazo suponga un cambio radical en mi vida para bien, y que he tardado mucho tiempo en fraguar; pero ya estoy decidido, y espero poder llevarlo a cabo con el paso del tiempo. Y lo haré, porque me conozco.
Esta mañana, por nada en especial, me he dicho a mí mismo Hazlo. Cambia lo que deseas cambiar, haz que ocurra. Ha habido tantos, tantos frenos que me han impedido mirar a mi lado o atrás que aún me sorprendo por lo mucho que me afecta el miedo a cambiar una rutina placentera pese a que sé que me lleva por un sendero que no deseo seguir recorriendo.
No me voy a poner ambiguo: no hablo de situaciones sentimentales, ni inquietudes interiores... tan solo un cambio en mi vida laboral. Un cambio que, como el que se prepara una oposición (no es el caso) no llega de la noche a la mañana, pero llegará.
Ojalá pueda llevarlo a cabo. Me apetece mucho volver sobre mis pasos, rehacer el camino y sentir la arena húmeda bajo mis pies.
Un abrazo.
Afortunadamente, los estereotipos cambian poco a poco y ya no nos vemos tan inmersos en esta maraña de sinsentidos que conforman sentido a nuestra existencia. Ahora mismo me viene a la cabeza la obra maestra de Sam Mendes Revolutionary Road, un ejemplo perfecto de lo que acabo de exponer, aunque con una clase en su narrativa que ya me gustaría a mí tener.
Intentar seguir un camino que no se desea nunca puede llevar a nada bueno, siempre y cuando tengamos la posibilidad real de hacer una elección, por mucho miedo que tengamos. El miedo a los cambios es algo tan inherente al espíritu humano que muchas veces es lo que nos limita como seres inteligentes. Yo he aprendido bastante al respecto a lo largo de los años, y si bien hay cosas en mi vida que no querría cambiar nunca (mientras la vida me lo permita), a otras les doy la importancia justa frente a la desaprobación de otros. A mi me gusta vivir la vida de la forma que quiero vivirla.
Digo todo esto porque estoy fraguando un proyecto; un proyecto personal que espero que a largo plazo suponga un cambio radical en mi vida para bien, y que he tardado mucho tiempo en fraguar; pero ya estoy decidido, y espero poder llevarlo a cabo con el paso del tiempo. Y lo haré, porque me conozco.
Esta mañana, por nada en especial, me he dicho a mí mismo Hazlo. Cambia lo que deseas cambiar, haz que ocurra. Ha habido tantos, tantos frenos que me han impedido mirar a mi lado o atrás que aún me sorprendo por lo mucho que me afecta el miedo a cambiar una rutina placentera pese a que sé que me lleva por un sendero que no deseo seguir recorriendo.
No me voy a poner ambiguo: no hablo de situaciones sentimentales, ni inquietudes interiores... tan solo un cambio en mi vida laboral. Un cambio que, como el que se prepara una oposición (no es el caso) no llega de la noche a la mañana, pero llegará.
Ojalá pueda llevarlo a cabo. Me apetece mucho volver sobre mis pasos, rehacer el camino y sentir la arena húmeda bajo mis pies.
Un abrazo.