Hace unos días se me ocurrió la más que brillante idea de organizar una kedada para ir a ver Harry Potter y el cáliz de fuego, que se estrena dentro de un mes. Como es una película esperada (al menos por mi, una barbaridad) y presumiblemente las entradas se pondrán a la venta en breve, decidí hacer un Mailing a los posibles interesados para ir a ver la película. No he recibido más que tres respuestas, cuando el Mail iba dirigido a bastantes más personas (aunque tampoco un regimiento).
Esto me ha hecho pensar bastante en los últimos 3 o 4 días, y he llegado a una conclusión tácita: no volver a hacer esto NUNCA MÁS. Estoy cansado de ser un pelele al cual se ignora, una especie de payaso que no tiene nada mejor que hacer que organizar encuentros del tipo vamos al cine, vamos de cena. Siempre acaba igual: con una bofetada en la cara, de forma figurada pero igualmente dolorosa.
Hace unos meses me pasó igual: me puse en contacto con unos antiguos compañeros de trabajo para cenar, y prácticamente todos pasaron. La cosa quedó en agua de borrajas.
Me siento ridículo, no puedo evitarlo. Mi intención es, simple y llanamente, que mis amigos y yo tengamos un buen plan y lo pasemos bien: un cine con una buena película, y una cena, o lo que se tercie... pero es evidente que este punto de vista no es compartido por la mayoría.
Se acabaron las kedadas de Dani. Esta es la última. Ya hay algunas personas que me han dicho que vendrán, pero curiosamente no es ninguna de las que mandé el correo. Las únicas respuestas que he recibido vienen de mi amiga Cris, que me ha dicho que viene, y las de otra Cris que no puede venir, y de María, que tampoco podrá.
En cierto modo me siento como la Clarissa Dalloway de Virginia Woolf, o la Clarissa Vaughan de Las horas, personajes con personalidad paralela. Siempre queriendo hacer cosas, siempre queriendo reunir a gente... ¿Para qué?. Para nada, salvo decepcionarse. Y yo lo estoy, aunque es una decepción que ya no duele. Simplemente provoca una ira moderada.
En fin, Harry, se ve que nadie te quiere...
Un abrazo.
Esto me ha hecho pensar bastante en los últimos 3 o 4 días, y he llegado a una conclusión tácita: no volver a hacer esto NUNCA MÁS. Estoy cansado de ser un pelele al cual se ignora, una especie de payaso que no tiene nada mejor que hacer que organizar encuentros del tipo vamos al cine, vamos de cena. Siempre acaba igual: con una bofetada en la cara, de forma figurada pero igualmente dolorosa.
Hace unos meses me pasó igual: me puse en contacto con unos antiguos compañeros de trabajo para cenar, y prácticamente todos pasaron. La cosa quedó en agua de borrajas.
Me siento ridículo, no puedo evitarlo. Mi intención es, simple y llanamente, que mis amigos y yo tengamos un buen plan y lo pasemos bien: un cine con una buena película, y una cena, o lo que se tercie... pero es evidente que este punto de vista no es compartido por la mayoría.
Se acabaron las kedadas de Dani. Esta es la última. Ya hay algunas personas que me han dicho que vendrán, pero curiosamente no es ninguna de las que mandé el correo. Las únicas respuestas que he recibido vienen de mi amiga Cris, que me ha dicho que viene, y las de otra Cris que no puede venir, y de María, que tampoco podrá.
En cierto modo me siento como la Clarissa Dalloway de Virginia Woolf, o la Clarissa Vaughan de Las horas, personajes con personalidad paralela. Siempre queriendo hacer cosas, siempre queriendo reunir a gente... ¿Para qué?. Para nada, salvo decepcionarse. Y yo lo estoy, aunque es una decepción que ya no duele. Simplemente provoca una ira moderada.
En fin, Harry, se ve que nadie te quiere...
Un abrazo.