Estoy pensando que hace ya bastantes días que no escribo (bueno, si es que lo que he hecho es escribir) nada que no tenga que ver con banalidades del tipo mira mi nuevo muñequito o mira que monos son mis queridos amigos. En verdad, la causa es que no encuentro un momento propicio para poder ponerme a reflexionar un poco acerca de mis vaivenes del día a día, pero sobre todo porque no tengo el suficiente temple para expresar algo con cierta propiedad. Esto ocurre desde hace cerca dos semanas, por diversas razones. Me siento como Nicole Kidman en Las horas, al comenzar la película y le escribe una carta a su marido.
Tengo que decir, con toda honestidad, que no entiendo cómo puedo soportar la EXTREMA presión que siento en este momento. En verdad nunca creo haber tenido que enfrentarme a algo de semejante envergadura. Tanto a nivel profesional como personal. Y esto dista de terminar aquí, por desgracia. No ha hecho más que comenzar. Mi propio cuerpo está empezando a notar los embates de la oleada, y a todos los niveles estoy destrozado, física y psicológicamente.
El estrés no es bueno, desde luego. Siempre hablamos de ese concepto como si fuera algo ficticio, o de manera jocosa. Estás estresado, como en el anuncio ese tan gracioso de nosequé bebida. Pues estar estresado, en la realidad, es una auténtica putada. Las taquicardias, la ansiedad, la incapacidad de conciliar el sueño y la constante somnolencia por la falta de descanso son, por desgracia, dolorosamente jodidas.
La verdad es que alguna vez (y todos, supongo) me he visto en la tesitura de soportar un gran peso a mis espaldas como si fuera un burro de carga. Recuerdo mi crisis cuando tuve que repetir un curso de Bachillerato hace ya bastantes años (y no hace tantos), y otras cuantas que me guardo para mi. Cuando estamos sumidos en el cruel yugo de las presiones, responsabilidades, culpas y descargos, es muy difícil mantener la mente fresca y vivaz. A mi me pasa ahora: vivo en una especie de constante irrealidad, donde nada es lo que es y nada es lo que parece. Estoy completamente seguro de que más de uno se identificará con esto que estoy diciendo.
Nunca me había pasado lo que me acaba de pasar: entre este párrafo que ahora comienza y el anterior ha pasado casi media hora... porque me he quedado dormido. Aquí, en la fría silla de mi oficina. Evidentemente estoy en la hora del descanso y solo, de lo contrario esto hubiera sido impensable. Pero el hecho de que haya ocurrido aquí y ahora me parece un inequívoco signo de que necesito descansar de verdad, a todos los niveles. Porque estoy cansado, muy cansado. Esto es un suplicio. Mejor será que me detenga y escriba algo más coherente otro día de estos...
Al final voy a tener que acabar viviendo en el campo como siga así... uf.
Un abrazo.
Tengo que decir, con toda honestidad, que no entiendo cómo puedo soportar la EXTREMA presión que siento en este momento. En verdad nunca creo haber tenido que enfrentarme a algo de semejante envergadura. Tanto a nivel profesional como personal. Y esto dista de terminar aquí, por desgracia. No ha hecho más que comenzar. Mi propio cuerpo está empezando a notar los embates de la oleada, y a todos los niveles estoy destrozado, física y psicológicamente.
El estrés no es bueno, desde luego. Siempre hablamos de ese concepto como si fuera algo ficticio, o de manera jocosa. Estás estresado, como en el anuncio ese tan gracioso de nosequé bebida. Pues estar estresado, en la realidad, es una auténtica putada. Las taquicardias, la ansiedad, la incapacidad de conciliar el sueño y la constante somnolencia por la falta de descanso son, por desgracia, dolorosamente jodidas.
La verdad es que alguna vez (y todos, supongo) me he visto en la tesitura de soportar un gran peso a mis espaldas como si fuera un burro de carga. Recuerdo mi crisis cuando tuve que repetir un curso de Bachillerato hace ya bastantes años (y no hace tantos), y otras cuantas que me guardo para mi. Cuando estamos sumidos en el cruel yugo de las presiones, responsabilidades, culpas y descargos, es muy difícil mantener la mente fresca y vivaz. A mi me pasa ahora: vivo en una especie de constante irrealidad, donde nada es lo que es y nada es lo que parece. Estoy completamente seguro de que más de uno se identificará con esto que estoy diciendo.
Nunca me había pasado lo que me acaba de pasar: entre este párrafo que ahora comienza y el anterior ha pasado casi media hora... porque me he quedado dormido. Aquí, en la fría silla de mi oficina. Evidentemente estoy en la hora del descanso y solo, de lo contrario esto hubiera sido impensable. Pero el hecho de que haya ocurrido aquí y ahora me parece un inequívoco signo de que necesito descansar de verdad, a todos los niveles. Porque estoy cansado, muy cansado. Esto es un suplicio. Mejor será que me detenga y escriba algo más coherente otro día de estos...
Al final voy a tener que acabar viviendo en el campo como siga así... uf.
Un abrazo.