Es curioso cómo la vida parece girar siempre en base a los mismos asuntos de forma que a veces resulta un poco tedioso. ¿Y por qué resulta tan extraño?. Al fin y al cabo, nuestro día a día se compone de pocas cosas, muchas veces siempre iguales, como puede ser el trabajo o las personas que tenemos en nuestro entorno.
Ahora mismo estaba pensando que lo que me impulsa a escribir este texto es, una vez más, algo de lo que ya he hablado innumerables veces en este blog: mi independencia. De un modo u otro, siempre enfocándolo desde ángulos y posiciones distintas, pero al fin y al cabo hablando siempre de lo mismo.
Ayer fue el santo de mi madre y tuve comida y cena familiar. Fue en este último evento cuando salió nuevamente el tema del piso que se entrega el año que viene, al cual mi madre en teoría se irá a vivir, y yo me quedaré en nuestra casa actual. Manifesté en esa cena las ganas que tengo de tener independencia y vivir en mi propia casa.
Pero… ¿independencia de QUÉ?. ¿Qué me impulsa, qué me corroe por dentro para tener esa necesidad?. Es indudable que la tengo (esa sensación es demasiado viva y clara como para obviarla o no reconocerla), pero ayer me recordaron que de lo que intento huir o lo que quiero conseguir no lo sé ni yo mismo. No sé si necesito demostrar que PUEDO hacerlo, que soy capaz (aunque en verdad no me hace falta: sé que puedo, y que soy una persona independiente ya de por sí), o si quiero salir de las faldas de mamá.
Como mi madre está en casa realmente desde hace dos años escasos, y antes de eso siempre había estado solo, me he acostumbrado tanto a ello que la convivencia con ella se me hace bastante cargante. No es que no pueda vivir en convivencia, sino que me cuesta vivir con ESTA convivencia en concreto por una serie de razones que ni quiero ni tengo ganas de explicar en este mismo momento. No es mala, es incluso buena y positiva, y eso quiero recalcarlo, pero no es lo que yo necesito.
He cometido un craso error de concepto a la hora de pensar en mi independencia: no he tenido en cuenta que no es independencia yo que yo busco. Es otra cosa. La independencia la tengo hace ya muchísimos años, y no necesito de nadie para buscarme las castañas en todo tipo de ámbitos. Aún así, algo me falta, o algo me duele. Una herida en el corazón, en el alma, una aflicción en el espíritu que me entristece si pienso en ello. Las personas, en general, tenemos cierta tendencia a sacar lo que tenemos dentro de las formas más insospechadas posibles. Y muchos de nuestros comportamientos, los cuales nos sorprenden hasta a nosotros mismos, vienen motivados por nuestra propia psique. ¿Cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos por qué actúo así o por qué habré dicho eso?. Intentar buscar la respuesta a veces se convierte en una auténtica quimera. Y, por ende, desistimos o nos convencemos a nosotros mismos de que no se puede intentar remover la mierda, hablando en plata.
Yo tengo una ventaja respecto a todo esto, y es que sé claramente lo que quiero conseguir y, sobre todo, con quién. Primero conmigo mismo, y después con las personas que quiero a mi lado, una de ellas por encima de todas.
Qué complicado y a veces desesperante resulta entendernos a nosotros mismos, ¿verdad?. ¡Envidio a todo aquel que no tenga esa complicación añadida!.
Un abrazo.
Ahora mismo estaba pensando que lo que me impulsa a escribir este texto es, una vez más, algo de lo que ya he hablado innumerables veces en este blog: mi independencia. De un modo u otro, siempre enfocándolo desde ángulos y posiciones distintas, pero al fin y al cabo hablando siempre de lo mismo.
Ayer fue el santo de mi madre y tuve comida y cena familiar. Fue en este último evento cuando salió nuevamente el tema del piso que se entrega el año que viene, al cual mi madre en teoría se irá a vivir, y yo me quedaré en nuestra casa actual. Manifesté en esa cena las ganas que tengo de tener independencia y vivir en mi propia casa.
Pero… ¿independencia de QUÉ?. ¿Qué me impulsa, qué me corroe por dentro para tener esa necesidad?. Es indudable que la tengo (esa sensación es demasiado viva y clara como para obviarla o no reconocerla), pero ayer me recordaron que de lo que intento huir o lo que quiero conseguir no lo sé ni yo mismo. No sé si necesito demostrar que PUEDO hacerlo, que soy capaz (aunque en verdad no me hace falta: sé que puedo, y que soy una persona independiente ya de por sí), o si quiero salir de las faldas de mamá.
Como mi madre está en casa realmente desde hace dos años escasos, y antes de eso siempre había estado solo, me he acostumbrado tanto a ello que la convivencia con ella se me hace bastante cargante. No es que no pueda vivir en convivencia, sino que me cuesta vivir con ESTA convivencia en concreto por una serie de razones que ni quiero ni tengo ganas de explicar en este mismo momento. No es mala, es incluso buena y positiva, y eso quiero recalcarlo, pero no es lo que yo necesito.
He cometido un craso error de concepto a la hora de pensar en mi independencia: no he tenido en cuenta que no es independencia yo que yo busco. Es otra cosa. La independencia la tengo hace ya muchísimos años, y no necesito de nadie para buscarme las castañas en todo tipo de ámbitos. Aún así, algo me falta, o algo me duele. Una herida en el corazón, en el alma, una aflicción en el espíritu que me entristece si pienso en ello. Las personas, en general, tenemos cierta tendencia a sacar lo que tenemos dentro de las formas más insospechadas posibles. Y muchos de nuestros comportamientos, los cuales nos sorprenden hasta a nosotros mismos, vienen motivados por nuestra propia psique. ¿Cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos por qué actúo así o por qué habré dicho eso?. Intentar buscar la respuesta a veces se convierte en una auténtica quimera. Y, por ende, desistimos o nos convencemos a nosotros mismos de que no se puede intentar remover la mierda, hablando en plata.
Yo tengo una ventaja respecto a todo esto, y es que sé claramente lo que quiero conseguir y, sobre todo, con quién. Primero conmigo mismo, y después con las personas que quiero a mi lado, una de ellas por encima de todas.
Qué complicado y a veces desesperante resulta entendernos a nosotros mismos, ¿verdad?. ¡Envidio a todo aquel que no tenga esa complicación añadida!.
Un abrazo.