Hace poco más de un año vivía más o menos como ahora: mis idas y venidas al mismo trabajo, las mismas historias, los mismos amigos... y era feliz con todo ello. Atrás quedaron hace ya mucho tiempo mis vaivenes personales. Las aguas turbulentas se habían calmado en todos los sentidos y como persona empezaba a gozar de una independencia y autoestima que hasta entonces no había conocido.
Pero... ¡sí!. Incluso en este tipo de situaciones idílicas hay un pero. Y es que estaba emocionalmente cerrado. A todo. No quería dejar entrar a nadie en mi corazón. No era una cuestión de “estoy sólo y me gusta sentirme bien así", sino que en verdad estaba completamente a la defensiva, hasta extremos insospechados. Si me hablaban de la palabra amor, yo contestaba “El amor no existe. Lo que existe es una combinación de factores que, unidos, nos llevan a creer que sufrimos ese estado que llamamos 'enamoramiento': pasión, cariño, necesidad, dependencia, apoyo... y un largo etcétera". Una fórmula matemática y lógica de las que tanto me gustan y en las que tanto baso mis creencias trascendentales de la vida. ¿Cómo no iba a ser así?. Ya que soy alguien tan visceral, emocionalmente hablando, tengo que intentar aplicar algo de lógica a mis propias locuras. ¡Demasiado he sufrido por mi culpa con mis visceralidades!. Sin más implicados: yo conmigo mismo, pero salpicando, hablando mal, de mierda, a mis seres queridos de un modo u otro.
Pese a todo, era feliz. Ese escudo emocional lo veía como algo positivo y sin duda lo era: cumplía su función a la perfección. Entonces ocurrió lo que suele pasar con este tipo de cosas: aparece alguien o sucede algo que convierte las reglas de la lógica en variables imposibles de aplicar. Le conocí a él.
Fue la primera vez que le vi cara a cara. Fue en ese momento, sin mediar palabra, en un segundo que duró una eternidad, cuando mi lógica se desplomó. Fue un “algo” extraño, un escalofrío, un “¡Guau!”, o simplemente un embobamiento. Qué de matices transmitía su rostro... nada que ver con lo físico.
Pero... ¡sí!. Incluso en este tipo de situaciones idílicas hay un pero. Y es que estaba emocionalmente cerrado. A todo. No quería dejar entrar a nadie en mi corazón. No era una cuestión de “estoy sólo y me gusta sentirme bien así", sino que en verdad estaba completamente a la defensiva, hasta extremos insospechados. Si me hablaban de la palabra amor, yo contestaba “El amor no existe. Lo que existe es una combinación de factores que, unidos, nos llevan a creer que sufrimos ese estado que llamamos 'enamoramiento': pasión, cariño, necesidad, dependencia, apoyo... y un largo etcétera". Una fórmula matemática y lógica de las que tanto me gustan y en las que tanto baso mis creencias trascendentales de la vida. ¿Cómo no iba a ser así?. Ya que soy alguien tan visceral, emocionalmente hablando, tengo que intentar aplicar algo de lógica a mis propias locuras. ¡Demasiado he sufrido por mi culpa con mis visceralidades!. Sin más implicados: yo conmigo mismo, pero salpicando, hablando mal, de mierda, a mis seres queridos de un modo u otro.
Pese a todo, era feliz. Ese escudo emocional lo veía como algo positivo y sin duda lo era: cumplía su función a la perfección. Entonces ocurrió lo que suele pasar con este tipo de cosas: aparece alguien o sucede algo que convierte las reglas de la lógica en variables imposibles de aplicar. Le conocí a él.
Fue la primera vez que le vi cara a cara. Fue en ese momento, sin mediar palabra, en un segundo que duró una eternidad, cuando mi lógica se desplomó. Fue un “algo” extraño, un escalofrío, un “¡Guau!”, o simplemente un embobamiento. Qué de matices transmitía su rostro... nada que ver con lo físico.
El resto de la historia es algo que prefiero reservar para mi, pues nos pertenece solamente a los dos, y ahí debe permanecer. Pero como ya habréis intuido, este texto tiene su razón de ser en él, por y para él, pues hoy hace un año que su luz vino a iluminar mi oscuridad, a llenar mi vacío, y deseo con estas palabras manifestar una creencia y expresar una emoción que vienen de forma conjunta a causa de él, a causa de nosotros. Por tanto lo diré como si le estuviera mirando cara a cara:
Has conseguido en este año en que hemos estado juntos sacar lo mejor de mi, a creer en la unión del alma, a entender el concepto del amor como nunca había pensado que sería. Tú me has hecho amar de verdad por primera vez en la vida y, pese a que no todo son caminos de rosas, sigo manteniendo aquello que una vez me dijiste: que todos nuestros pasos parecían encaminados a que nos conociéramos. Eres la luz de mi existencia, el hombro en que llorar, los ojos a los que mirar, el abrazo que no me puede faltar. Eres principio y fin, mi admiración y mi más grande respeto. Eres eso y millones de cosas más. No importa lo que suceda de hoy en adelante o cómo evolucionemos en nuestro “nosotros”: ya eres y siempre serás una parte muy especial de mi vida. Y sé que siempre estaremos el uno al lado del otro pase lo que pase. Y quiero dedicarte una de las muchas canciones que me hacen pensar en ti, como esta preciosa balada de Julieta Venegas:
Hay tanto que quiero contarte...
Hay tanto que quiero saber de ti...
Ya podemos empezar poco a poco.
Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?.
No te asustes de decirme la verdad,
eso nunca puede estar así tan mal.
Yo también tengo secretos para darte,
y que sepas que no me sirven mas.
Hay tantos caminos por andar...
Dime si tú quisieras andar conmigo...
Cuéntame si quisieras andar conmigo...
Estoy ansioso por soltarlo todo,
desde el principio hasta llegar al día de hoy;
Una historia tengo aquí para entregarte,
una historia todavía sin final.
Podríamos decirnos cualquier cosa,
incluso darnos para siempre un siempre no.
Pero ahora, frente a frente, aquí sentados,
festejemos que la vida nos unió.
Hay tantos caminos por andar...
Dime si tú quisieras andar conmigo...
Cuéntame si quisieras andar conmigo...
Si quisieras andar conmigo...
Hay tanto que quiero saber de ti...
Ya podemos empezar poco a poco.
Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?.
No te asustes de decirme la verdad,
eso nunca puede estar así tan mal.
Yo también tengo secretos para darte,
y que sepas que no me sirven mas.
Hay tantos caminos por andar...
Dime si tú quisieras andar conmigo...
Cuéntame si quisieras andar conmigo...
Estoy ansioso por soltarlo todo,
desde el principio hasta llegar al día de hoy;
Una historia tengo aquí para entregarte,
una historia todavía sin final.
Podríamos decirnos cualquier cosa,
incluso darnos para siempre un siempre no.
Pero ahora, frente a frente, aquí sentados,
festejemos que la vida nos unió.
Hay tantos caminos por andar...
Dime si tú quisieras andar conmigo...
Cuéntame si quisieras andar conmigo...
Si quisieras andar conmigo...
Gracias por este año de amor. Te quiero.
“Lo más grande que te puede suceder es que ames y seas correspondido”