Erasé una vez un chico de 18 años que, recién sacado su carné de conducir, comenzó a buscar un trabajo a tiempo parcial. Acababa de terminar el bachillerato y, lamentablemente, tenía que pasar un año entero intentando recuperar dos asignaturas suspensas, y solamente esas.
El muchacho buscó no por internet, sino por el periódico de toda la vida, y finalmente consiguió acceder a una entrevista para trabajar en la franquicia de tiendas EI System. Fue como terminó en la tienda del centro comercial Equinoccio en Majadahonda. Era 1999.
El chico trabajó allí durante casi tres años, no a diario (a veces sí), y fue un periodo muy bonito de su vida y una de sus transiciones más importantes hacia la vida adulta. Se marchó en marzo de 2002, pues quería trabajar en algo relacionado con los estudios que acababa de finalizar. Así es como terminó aquella andadura profesional.
No volvió mucho por allí, salvo en contadas ocasiones para ver a sus compañeros hasta que estos también se desplazaron y desapareció todo vínculo diario con ese lugar.
Hace unos días, regresó allí por casualidad, y vió su tienda de nuevo, aunque ya no era EI System ni PC City. Pero era su tienda. Vio la puerta, y se vio a sí mismo saliendo y entrando por ella mil veces, de diferentes formas. Y se conmovió. Lo mismo que al entrar a ese centro comercial donde tantas veces había andado, ido a comer, visto películas en el cine con sus amigos (entre ellas, la primera vez que vió El Señor de los Anillos, en un día realmente especial).
Los recuerdos, en este caso, lejos de atenazar con congoja, le dibujaron una sonrisa enorme en la cara.
Un abrazo.