Dios mío, no sabía si reirme más del vestido-butifarra, de los pobres bailarines que tenían que hacer esas piruetas (con gotita a lo Anime incluído), de la letra de la canción (que no tiene desperdicio, oye) o, sobre todo, de lo sincronizada que estaba la canción con la boca de Massiel.
¡Inolvidable, oiga!.
¡Massiel VIVE!