Seguramente, si os describo la siguiente situación, os sentiréis bastante identificados: cometéis un error del que no sois conscientes hasta mucho después. Esa llegada de la consciencia no viene motivada, evidentemente, por un súbito despertar de raciocinio en vuestra cabecita, sino porque alguien a quien ha afectado este error vuestro os hace ver el alcance de vuestra necedad. Y entonces recibes todo el impacto y conocimiento de tan errático comportamiento de golpe y sin protección, como un puñetazo bien dado o una jarra de agua helada. Después viene el intentar enmendar el error, hablarlo con el/la/los afectado/a(s), la lástima hacia uno mismo, pedir perdón una y otra vez y, finalmente, relajarte y decirte a ti mismo esto no me volverá a pasar.
¿Te has sentido identificado? Ah, ¿que no?. Pues enhorabuena, porque entonces no te pareces nada en absoluto a mí.
Esta situación arriba descrita de un modo tan ambiguo (lo siento, soy así por naturaleza a la hora de escribir), puede aplicarse perfectamente desde un tema relativamente banal a otros más importantes (algo que dijiste y molestó, una actitud que mantienes durante cierto tiempo y que irrita a otros, algo que no hiciste y que quizá deberías haber hecho), pero todos tienen una misma ejecución, desarrollo y final. Un final que, como todo, depende de cómo hayan sucedido los pasos previos.
Ayer, una vez más, me volvió a pasar. No fue importante: se me puso en conocimiento de algo que estaba haciendo mal con una actitud pasiva e inconsciente, y al darme cuenta de ello me sentí profundamente mal durante un tiempo. Luego reflexioné, hice lo que tenía que hacer para enmendar mi error, pedí disculpas y ya está. Pero una vez más me asalta el fantasma de las dudas, de la ceguera autoinducida, de la falta de recursos básicos del raciocinio.
¿Por qué somos las personas tan contradictorias? Siempre voy haciendo alarde de mi integridad, de mi honradez, de mi buena fe, pero luego me doy cuenta de que, por la razón que sea, siempre tengo un punto flaco que hace que muchos de mis argumentos se caigan por su propio peso.
Debo decir que, para variar, mi post me está saliendo mucho más sombrío y preocupante de lo que pretendo. Será que me falta práctica. Lo que pretendo decir es que, muchas veces, sea por falta de experiencia o por simple emborrachamiento mental, cometemos errores. Sé que es humano, que nadie es perfecto, y que somos así por naturaleza, pero no deja de darme mucha tirria el pensar que, por mucho que me esfuerce, voy a caer más de una vez en el mismo tipo de error.
Habrá que asumirlo, sin duda. Aprender de las cosas que hacemos bien y de las que hacemos mal es un hecho probado; finalmente acabamos haciéndolo, pero también nos olvidamos deprisa de la lección. Caemos no una, ni dos, ni tres… sino “n” veces en la misma piedra. Pero el saber que, al menos, cada vez que me caigo tengo una oportunidad de levantarme, es el único consuelo y alegría que me queda.
"El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen"
Johann W. Goethe
Un abrazo.