Un jueves por la noche más, me siento en mi cómoda y vieja silla frente a la pantalla del ordenador. Ya son casi diez los años que llevo repitiendo el mismo ritual casi todos los días, de un modo u otro, y todo lo que me rodea en este entorno íntimo y personal ha cambiado mucho. Pero sobre todo yo mismo.
La ventana está cerrada, a mi derecha, porque fuera hace frío. Y aquí me siento protegido. Me viene a la mente la imagen de mí mismo sentado aquí enseñando a papá mi primer ordenador, que me compraron a medias entre él y mamá, cuando cumplí los 16 años. Me vienen a la mente las partidas con Rubén al Tekken, a todas las veces que me he pasado un Final Fantasy, las veces que he llorado aquí de alegría y tristeza, a pensar en todo y en nada, a reflexionar y dejarme llevar, a simplemente mirar al techo o pasar las horas muertas con gente más o menos relevante. Por supuesto, no paso por alto los cientos de películas y series que me he tragado aquí también. Y sí, así como estoy sentado en este instante he encontrado a muchas de las personas más importantes de mi vida hasta la fecha y he trazado las líneas de mi destino. Y así lo he hecho, para bien o para mal.
Este es mi hogar, y no me refiero a la casa… sino a este maravilloso cuarto de 12 metros cuadrados. No puedo sino pensar que este es el rincón de mi mundo. Aquí está mi vida concentrada. Y todos los que han pasado por aquí (y muchos de los que leéis estas palabras lo sabéis bien) entienden cómo lo siento por dentro. También vosotros sois parte de él.
Pero me he dejado llevar. No quería rendir un particular homenaje a mi cuarto amado, el primero que he tenido en mi vida, pues hasta los 16 no tuve, sino intentar plasmar un sentimiento: el de la congoja ante lo desconocido.
Hoy he viajado en un viaje Express a Albacete para empezar a definir los próximos pasos de mi carrera laboral. Y ha sido bastante cansado, apenas he parado y he quedado exhausto. La clase de baile no ha sido menos agotadora, aunque como cada vez disfruto más haciéndolo (las chicas dicen que soy el mejor chico de la clase con diferencia) no ha sido en absoluto un suplicio. En breve haré una foto de fin de curso que supongo pondré por aquí en cuanto la tenga. Y ahora estoy en casa. Me esperaba mamá y la siempre tierna visita de mi primita Irene, y la cena puesta. Un lujo, la verdad.
Y ya está. Cena, ducha, pijama y ahora, ordenador. Mañana es viernes y estoy deseando que llegue para poder tomarme un respiro laboral. Empieza el maratón, y lo que más deseo es poder salir del trabajo y ver a alguien especial, ayudar a Carlos a montar su tele nueva (¡si es que no vale para nada este hombre!), poder definir el comienzo de mis clases de Piano, ir a un Spa con mis amigos, cenar con ellos, ver a Nacho y muchas más cosas que aún no he planificado…
Pero no ha llegado aún el día de mañana. Sigo estancado en el hoy. Y no puedo dejar de darle vueltas a la cabeza y soy absolutamente incapaz de dar forma a una sola frase coherente y con linealidad respecto al párrafo anterior. Por eso, disculpadme. Estoy pensando en voz alta, nada más. A estas horas no puedo hacer otra cosa.
Uf… bueno, ya está. Me he tomado tiempo para respirar un poco e intentar enhebrar correctamente mis próximas frases, pero aviso: no serán muy largas. Estoy cansado y seguramente me retire casi inmediatamente a mi cama a seguir disfrutando del conocimiento de los mitos griegos que me faltaban por descubrir.
Estoy solo y disperso. Tengo la sensación de tener un pedazo de cemento por dentro que impide que muchos de mis sentimientos afloren, y están atrapados en una gruesa capaz de dureza. Y sin embargo, una vez más, aludo a la metáfora de la fina copa de cristal al borde de una mesa. ¿Cómo puedo estar tan sereno, certero, decidido y lleno y a la vez sentirme tan extremadamente frágil y vacío?. Es una auténtica locura. Estoy absolutamente apático y vulnerable, y ¡por suerte! no estoy insensible, aunque ciertas cosas ya me resbalan absolutamente, como si estuviera de vuelta de todo.
¿Ilusión?... ahora mismo, cosas muy contadas. De hecho me basta una mano y me sobran dedos. Pero las tengo. Ese pequeño hilo invisible me ata a la esperanza. Es todo muy curioso: no me siento mal, no me siento necesitado de nada ni de nadie (salvo algún momento puntual), y sigo siendo yo en todas mis facetas. Nadie podría decir que me ha notado raro ni extraño en los últimos días. Y es que… ¡no lo estoy!.
¿Estaré simplemente digiriendo mis propios positivismos y negativismos al unísono hacia el vacío, de manera que yo me estoy quedando con una evidente carencia de emociones?. Siempre sostuve que eso era lo peor que le podía pasar a alguien, pero ahora mismo que creo que me está sucediendo… no lo veo tan mal. Me hace falta no vivir las cosas con tanta intensidad. Porque ahí reside mi mayor virtud y defecto: la magnificación de las emociones más aparentemente simples. Es algo que solo gente como yo en ese terreno podría comprender.
En fin, como diría mi amado Tolkien, El camino sigue y sigue… y así seguiré yo. El camino es solitario para mi en ciertas cosas (y desde hace unos días, aún más), pero no me da miedo. ¡Adelante, Dani!. Superarás todos los obstáculos. Ya has pasado lo peor.
Y ahora, para poner un punto y final a este comentario, dejo una letra que viene muy a cuento de mi grupo favorito, The Cranberries. La canción: Empty.
Something has left my life,
And I don’t know where it went to…
Somebody caused me strife,
And it’s not what I was seeking...
Didn’t you see me? Didn’t you hear me?
Didn’t you see me standing there…?
Why did you turn out the lights?
Didn't you know that I was sleeping?
Say a prayer for me…
Help to feel the strength I did my identity…
La ventana está cerrada, a mi derecha, porque fuera hace frío. Y aquí me siento protegido. Me viene a la mente la imagen de mí mismo sentado aquí enseñando a papá mi primer ordenador, que me compraron a medias entre él y mamá, cuando cumplí los 16 años. Me vienen a la mente las partidas con Rubén al Tekken, a todas las veces que me he pasado un Final Fantasy, las veces que he llorado aquí de alegría y tristeza, a pensar en todo y en nada, a reflexionar y dejarme llevar, a simplemente mirar al techo o pasar las horas muertas con gente más o menos relevante. Por supuesto, no paso por alto los cientos de películas y series que me he tragado aquí también. Y sí, así como estoy sentado en este instante he encontrado a muchas de las personas más importantes de mi vida hasta la fecha y he trazado las líneas de mi destino. Y así lo he hecho, para bien o para mal.
Este es mi hogar, y no me refiero a la casa… sino a este maravilloso cuarto de 12 metros cuadrados. No puedo sino pensar que este es el rincón de mi mundo. Aquí está mi vida concentrada. Y todos los que han pasado por aquí (y muchos de los que leéis estas palabras lo sabéis bien) entienden cómo lo siento por dentro. También vosotros sois parte de él.
Pero me he dejado llevar. No quería rendir un particular homenaje a mi cuarto amado, el primero que he tenido en mi vida, pues hasta los 16 no tuve, sino intentar plasmar un sentimiento: el de la congoja ante lo desconocido.
Hoy he viajado en un viaje Express a Albacete para empezar a definir los próximos pasos de mi carrera laboral. Y ha sido bastante cansado, apenas he parado y he quedado exhausto. La clase de baile no ha sido menos agotadora, aunque como cada vez disfruto más haciéndolo (las chicas dicen que soy el mejor chico de la clase con diferencia) no ha sido en absoluto un suplicio. En breve haré una foto de fin de curso que supongo pondré por aquí en cuanto la tenga. Y ahora estoy en casa. Me esperaba mamá y la siempre tierna visita de mi primita Irene, y la cena puesta. Un lujo, la verdad.
Y ya está. Cena, ducha, pijama y ahora, ordenador. Mañana es viernes y estoy deseando que llegue para poder tomarme un respiro laboral. Empieza el maratón, y lo que más deseo es poder salir del trabajo y ver a alguien especial, ayudar a Carlos a montar su tele nueva (¡si es que no vale para nada este hombre!), poder definir el comienzo de mis clases de Piano, ir a un Spa con mis amigos, cenar con ellos, ver a Nacho y muchas más cosas que aún no he planificado…
Pero no ha llegado aún el día de mañana. Sigo estancado en el hoy. Y no puedo dejar de darle vueltas a la cabeza y soy absolutamente incapaz de dar forma a una sola frase coherente y con linealidad respecto al párrafo anterior. Por eso, disculpadme. Estoy pensando en voz alta, nada más. A estas horas no puedo hacer otra cosa.
Uf… bueno, ya está. Me he tomado tiempo para respirar un poco e intentar enhebrar correctamente mis próximas frases, pero aviso: no serán muy largas. Estoy cansado y seguramente me retire casi inmediatamente a mi cama a seguir disfrutando del conocimiento de los mitos griegos que me faltaban por descubrir.
Estoy solo y disperso. Tengo la sensación de tener un pedazo de cemento por dentro que impide que muchos de mis sentimientos afloren, y están atrapados en una gruesa capaz de dureza. Y sin embargo, una vez más, aludo a la metáfora de la fina copa de cristal al borde de una mesa. ¿Cómo puedo estar tan sereno, certero, decidido y lleno y a la vez sentirme tan extremadamente frágil y vacío?. Es una auténtica locura. Estoy absolutamente apático y vulnerable, y ¡por suerte! no estoy insensible, aunque ciertas cosas ya me resbalan absolutamente, como si estuviera de vuelta de todo.
¿Ilusión?... ahora mismo, cosas muy contadas. De hecho me basta una mano y me sobran dedos. Pero las tengo. Ese pequeño hilo invisible me ata a la esperanza. Es todo muy curioso: no me siento mal, no me siento necesitado de nada ni de nadie (salvo algún momento puntual), y sigo siendo yo en todas mis facetas. Nadie podría decir que me ha notado raro ni extraño en los últimos días. Y es que… ¡no lo estoy!.
¿Estaré simplemente digiriendo mis propios positivismos y negativismos al unísono hacia el vacío, de manera que yo me estoy quedando con una evidente carencia de emociones?. Siempre sostuve que eso era lo peor que le podía pasar a alguien, pero ahora mismo que creo que me está sucediendo… no lo veo tan mal. Me hace falta no vivir las cosas con tanta intensidad. Porque ahí reside mi mayor virtud y defecto: la magnificación de las emociones más aparentemente simples. Es algo que solo gente como yo en ese terreno podría comprender.
En fin, como diría mi amado Tolkien, El camino sigue y sigue… y así seguiré yo. El camino es solitario para mi en ciertas cosas (y desde hace unos días, aún más), pero no me da miedo. ¡Adelante, Dani!. Superarás todos los obstáculos. Ya has pasado lo peor.
Y ahora, para poner un punto y final a este comentario, dejo una letra que viene muy a cuento de mi grupo favorito, The Cranberries. La canción: Empty.
Something has left my life,
And I don’t know where it went to…
Somebody caused me strife,
And it’s not what I was seeking...
Didn’t you see me? Didn’t you hear me?
Didn’t you see me standing there…?
Why did you turn out the lights?
Didn't you know that I was sleeping?
Say a prayer for me…
Help to feel the strength I did my identity…
Has it been taken? Is my heart breaking on me?
All my plans... they fell though my hands...
They fell through my hands on me...
All my plans... they fell though my hands...
They fell through my hands on me...
All my dreams…
It suddenly seems… It suddenly seems…
Empty… Empty… Empty… Empty…
Un abrazo.
It suddenly seems… It suddenly seems…
Empty… Empty… Empty… Empty…
Un abrazo.