Es curiosa la forma que tiene de manifestarse el amor. Cuanto más pasa el tiempo, más te das cuenta de que lo que definimos como amor es aún más enorme de lo que creemos que es. Hoy en día descubro cada día en mi emociones y sentimientos que nunca antes había experimentado.
Es lo que me ocurre con Irene y Victor. Son dos personitas que en mi vida son lo más parecido que he tenido nunca a hermanos pequeños, pero casi diría que actualmente ese sentimiento se ha transformado en un amor paternalista. Son mis primos hermanos.
Irene tiene 10 años y es la hija de mi tía Juli y mi tío Antonio. Recuerdo que cuando nació yo no pude verla hasta pasados 7 días, pues ella nació un domingo a las seis y media de la tarde de un domingo, y ese día no pude ir a verla. Yo tenía 13 años y al día siguiente me marchaba al viaje de fin de curso de octavo de EGB. Por tanto, no vi a la pequeña en unos cuantos días.
El paso del tiempo me ha demostrado que mi pequeña es una de las cosas de esta vida que más quiero. Porque la he visto nacer, y la estoy viendo crecer, y poco a poco veo cómo se está haciendo mayor. Es a ese sentimiento de ver crecer a alguien que has querido desde el primer día al que me refería.
Mi pequeña se parece a mi, y no solo en apariencia física. Aunque a veces me ría de la tontería de que la llamen los demás "Daniela" por ese parecido que nos caracteriza, en el fondo me siento muy orgulloso de que así sea.
Victor es esa otra personita que atesoro en mi corazón de forma especial. Es el hijo mayor de mi tío Angel y mi tía Pepa, y actualmente tiene 8 años. Cuando yo iba al instituto, y al tener muy cerca la casa de mis tíos, me iba a ver al pequeñín. Y luego hubo un tiempo en el que apenas le veía porque, como muchas veces ocurre en la vida, los caminos que no unen a las personas de nuestro día a día se separan.
Pero hace ya de un año a la época actual he vuelto a recuperar de forma asidua mi relación con mis tíos y con sus ahora 3 hijos, pues ahora ya no es solo Victor, sino sus hermanitos Ángela y Jorge, mellizos, que aún son muy pequeñitos, pues tienen unos 5 años.
Cuando miro a mi pequeño Victor a los ojos, veo una inocencia pura y limpia, veo ternura y amor, veo humildad. Y también veo sabiduría. Veo que es un alma con deseos de aprender lo más bonito y lo más hermoso de la vida. Y me gusta hablar con él, y me gusta que me escuche, y adoro poder explicarle cosas, y que espontáneamente me de un abrazo y me demuestre que me aprecia y quiere.
Tengo muchos primos, a los cuales quiero mucho, pero a cada uno de una manera. Y en el caso de Irene y Victor, lo que destaca de ellos, y los que los vincula a mi alma, es un mismo sentimiento: el saber que darías la vida por ellos. Porque dos personas tan pequeñas son capaces de llenar mi corazón. Porque ahí están, ahí les ves crecer en cuerpo y mente, y ahí van a estar toda tu vida. Tengo mucha suerte de tener una Irene y un Victor en mi vida. En verdad soy muy afortunado.