Siempre he comentado que soy una persona bastante insegura de mis propias posibilidades. Supongo que todos, en algún momento, nos hemos visto en la situación de luchar contra nuestro yo interior, intentando decirnos a nosotros mismos tú puedes, tú puedes. Como todo en esta vida, es cuestión de enfrentarse a los obstáculos que se nos presentan para perder el miedo a no saber sortearlos. Es más, cuanto más lo hacemos, más seguros nos volvemos.
Pero, ¿qué ocurre si esto lo aplicamos a las relaciones humanas?. ¿Conocéis la sensación de que una persona pueda anularte?. De una forma u otra, y basándose en el carácter individual de cada uno y su capacidad de reacción, lo cierto es que hay momentos en que no eres capaz de reaccionar cuando te enfrentas verbalmente a alguien.
A mi me pasa mucho: dependiendo del momento, mi verborrea puede ser de lo más acertada y efectiva como estéril e inútil. Tengo un primo que siempre ha conseguido ridiculizarme en público y jamás he tenido capacidad de contrarrestarle. Y me ha hecho sentir muy mal. Y también conozco gente con una enorme maestría en las palabras que utiliza y que transmite una enorme seguridad, lo cual a mi me intimida. Me intimida de tal modo que me quedo completamente en blanco. Y no es una sensación agradable. En el trabajo, por ejemplo, tengo un compañero así.
Sin embargo, después pienso que todo es una cuestión de actuación. En verdad existe gente muy segura, muy confiada de sí misma, casi que llega a ser a mi gusto presuntuosa, y ese es un valor que admiro muchísimo: la capacidad de imponerte a base de fuerza de carácter, de maestría, de sensatez y de seguridad. Son sin duda dotes de un líder nato. Y yo no es que me considere especialmente una persona carente de estas cualidades, pero tampoco puedo decir que tenga exceso de ellas. Pero como iba diciendo, al igual que existe gente de esta índole, también están aquellos que actúan, y pretenden ocultar sus complejos mediante una falsa seguridad. ¿Quién no conoce al típico jefe super-poderoso que hace las veces de tirano, y todo su entorno sabe (aunque se lo calla) que en realidad el un pobre desdichado?.
El punto al que quiero llegar con toda esta parrafada es una conclusión lógica: hay gente fuerte y gente debil, con millones de matices intermedios, como la gama de grises entre el blanco y el negro. Los primeros tienen unas virtudes y defectos, y lo mismo sucede en el lado opuesto. ¿Y qué es mejor?. No creo que haya una respuesta sencilla: los fuertes seguramente no quieran ver lo que hay por debajo de ellos, con lo cual quedan deshumanizados en parte, y los débiles siempre tendrán envidia en mayor o menor medida de los fuertes. Lo mejor es, como en todo, el punto intermedio. Es importante tener confianza en sí mismo, pero dejando una pequeña puerta abierta a nuestro lado más humano e inseguro. Eso es lo que nos define como personas sensibles.
Para mi eso no tiene precio y me hace sentir bien, aunque siempre tendré que enfrentarme a la sensación de que soy menos fuerte que otros.
Un abrazo.
Pero, ¿qué ocurre si esto lo aplicamos a las relaciones humanas?. ¿Conocéis la sensación de que una persona pueda anularte?. De una forma u otra, y basándose en el carácter individual de cada uno y su capacidad de reacción, lo cierto es que hay momentos en que no eres capaz de reaccionar cuando te enfrentas verbalmente a alguien.
A mi me pasa mucho: dependiendo del momento, mi verborrea puede ser de lo más acertada y efectiva como estéril e inútil. Tengo un primo que siempre ha conseguido ridiculizarme en público y jamás he tenido capacidad de contrarrestarle. Y me ha hecho sentir muy mal. Y también conozco gente con una enorme maestría en las palabras que utiliza y que transmite una enorme seguridad, lo cual a mi me intimida. Me intimida de tal modo que me quedo completamente en blanco. Y no es una sensación agradable. En el trabajo, por ejemplo, tengo un compañero así.
Sin embargo, después pienso que todo es una cuestión de actuación. En verdad existe gente muy segura, muy confiada de sí misma, casi que llega a ser a mi gusto presuntuosa, y ese es un valor que admiro muchísimo: la capacidad de imponerte a base de fuerza de carácter, de maestría, de sensatez y de seguridad. Son sin duda dotes de un líder nato. Y yo no es que me considere especialmente una persona carente de estas cualidades, pero tampoco puedo decir que tenga exceso de ellas. Pero como iba diciendo, al igual que existe gente de esta índole, también están aquellos que actúan, y pretenden ocultar sus complejos mediante una falsa seguridad. ¿Quién no conoce al típico jefe super-poderoso que hace las veces de tirano, y todo su entorno sabe (aunque se lo calla) que en realidad el un pobre desdichado?.
El punto al que quiero llegar con toda esta parrafada es una conclusión lógica: hay gente fuerte y gente debil, con millones de matices intermedios, como la gama de grises entre el blanco y el negro. Los primeros tienen unas virtudes y defectos, y lo mismo sucede en el lado opuesto. ¿Y qué es mejor?. No creo que haya una respuesta sencilla: los fuertes seguramente no quieran ver lo que hay por debajo de ellos, con lo cual quedan deshumanizados en parte, y los débiles siempre tendrán envidia en mayor o menor medida de los fuertes. Lo mejor es, como en todo, el punto intermedio. Es importante tener confianza en sí mismo, pero dejando una pequeña puerta abierta a nuestro lado más humano e inseguro. Eso es lo que nos define como personas sensibles.
Para mi eso no tiene precio y me hace sentir bien, aunque siempre tendré que enfrentarme a la sensación de que soy menos fuerte que otros.
Un abrazo.