Sorpresa en la pasada edición de los Oscar, Departures se llevó el premio a mejor película extranjera para Japón. Me llamó mucho la atención desde el primer momento y, poco después, comprobé que su BSO estaba compuesta por uno de mis predilectos y compositor habitual de Miyazaki-San: Joe Hisaishi. Tras escucharla, siendo simplemente y descomunalmente PRECIOSA, de escucha obligada, quise ver si la película estaba a la altura. Y vaya si lo estaba.
Poética, sencilla, terriblemente emocional, nos vuelve a mostrar el quizá ya tan manido tema sobre el destino y el sentido de la vida y de la muerte, pero sobre todo de la fuerza del amor verdadero sobre todas las cosas. Y es que en la muerte de una persona es cuando más evidente se hace la descomunal fuerza con la que la amamos, siempre basándonos en nuestra forma de canalizar (o no) los sentimientos. El amor y el dolor, lamentablemente, están dados siempre de la mano.
El perdido hombre del Cello, Daigo, un alma en pena de extraordinaria sensibilidad que tiene la suerte de tener a su lado a una esposa fiel que le adora y ama sinceramente, se encuentra en medio de una encrucijada de la vida que le obliga a abandonar su pasión, la música, y volver al campo a la casa que le legó su madre antes de morir. Allí encuentra trabajo en lo que aparentemente es algo macabro y desagradable: preparador de cuerpos para ataúdes. Pero pronto descubre la nobleza y dignidad del arte de preparar a las personas para su último viaje, un arte que debe ejercer delante de las personas que desean despedirse.
La belleza y elegancia del ritual de preparación desde el primer momento hipnotiza por su delicadeza, respeto y afecto. Algo que no pasa desapercibido por los familiares, que pasan de ver un cadáver frío e inerte a reconocer nuevamente a la persona que amaron, momento en el cual llega la catarsis de emociones, los agradecimientos, las lágrimas, los gritos, las risas. Y concretamente una magistral escena en que un padre vuelve a reconocer a su hijo, pese a que ya no tiene la misma apariencia que tuvo siempre.
Ahí está uno de los puntos claves de Departures: lo bien reflejados que están esos momentos de puro, absoluto y certero amor. De agradecimiento por haber tenido el privilegio de poder haber conocido, apreciado, amado a ese alguien. De dolor desgarrado, de risas, de palabras no verbales, de sentimientos hermosos e intensos, de la vida en toda su esencia.
La película no es en absoluto perfecta, pues da la impresión de tener momentos muy forzados, tópicos y hasta redundantes, pero con su desbordante poesía, su sutil y hasta divertido humor y, sobre todo, la sensación de calidez que invade el corazón al verla, todo esto queda en segundo plano, quedando muy por encima la figura de Daigo tocando el Cello en medio del campo mientras la vida avanza y la música se abre paso directamente al corazón.
Ver la vida a través de los extraviados ojos de Daigo, un hombre que se reencuentra a sí mismo y da sentido a su vida con este inesperado giro en su vida, implica poder comprobar cómo una simple piedra nos puede transmitir sentimientos que creíamos enterrados, recibir el agradecimiento de un marido entre lágrimas por poder volver a reconocer a su hermosa esposa, escuchar las confesiones de un hombre que ha pasado su vida intentando honrar a quien más quiso, dar la absolución a las acciones cobardes y tristes de alguien que nunca se atrevió a perdonarse a sí mismo, o sentir la emocionada mirada de una esposa que admira la entereza y integridad del hombre que ama…
Departures es, como mínimo, una película que se debe ver. Es de esas películas que deben digerirse, y que quizá no llegue tan hondo a todo el mundo. Pero para mí, que no hace tanto que viví situaciones parecidas a las vividas en la película, me ha calado. Y mucho. Sobre todo, por su sencillez, falta de pretensiones y, como ya he dicho antes, su honestidad.
Con películas así, me reenamoro del cine y de su poder para contar historias. Os dejo con el trailer (subtitulado en inglés).
Un abrazo.
La belleza y elegancia del ritual de preparación desde el primer momento hipnotiza por su delicadeza, respeto y afecto. Algo que no pasa desapercibido por los familiares, que pasan de ver un cadáver frío e inerte a reconocer nuevamente a la persona que amaron, momento en el cual llega la catarsis de emociones, los agradecimientos, las lágrimas, los gritos, las risas. Y concretamente una magistral escena en que un padre vuelve a reconocer a su hijo, pese a que ya no tiene la misma apariencia que tuvo siempre.
Ahí está uno de los puntos claves de Departures: lo bien reflejados que están esos momentos de puro, absoluto y certero amor. De agradecimiento por haber tenido el privilegio de poder haber conocido, apreciado, amado a ese alguien. De dolor desgarrado, de risas, de palabras no verbales, de sentimientos hermosos e intensos, de la vida en toda su esencia.
La película no es en absoluto perfecta, pues da la impresión de tener momentos muy forzados, tópicos y hasta redundantes, pero con su desbordante poesía, su sutil y hasta divertido humor y, sobre todo, la sensación de calidez que invade el corazón al verla, todo esto queda en segundo plano, quedando muy por encima la figura de Daigo tocando el Cello en medio del campo mientras la vida avanza y la música se abre paso directamente al corazón.
Ver la vida a través de los extraviados ojos de Daigo, un hombre que se reencuentra a sí mismo y da sentido a su vida con este inesperado giro en su vida, implica poder comprobar cómo una simple piedra nos puede transmitir sentimientos que creíamos enterrados, recibir el agradecimiento de un marido entre lágrimas por poder volver a reconocer a su hermosa esposa, escuchar las confesiones de un hombre que ha pasado su vida intentando honrar a quien más quiso, dar la absolución a las acciones cobardes y tristes de alguien que nunca se atrevió a perdonarse a sí mismo, o sentir la emocionada mirada de una esposa que admira la entereza y integridad del hombre que ama…
Departures es, como mínimo, una película que se debe ver. Es de esas películas que deben digerirse, y que quizá no llegue tan hondo a todo el mundo. Pero para mí, que no hace tanto que viví situaciones parecidas a las vividas en la película, me ha calado. Y mucho. Sobre todo, por su sencillez, falta de pretensiones y, como ya he dicho antes, su honestidad.
Con películas así, me reenamoro del cine y de su poder para contar historias. Os dejo con el trailer (subtitulado en inglés).
Un abrazo.
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