Fue solo durante un instante. Nuestras miradas se posaron la una en la otra y, inevitablemente, se volvieron a separar. Casi dos años han pasado desde la última vez que eso ocurrió, en una circunstancia insostenible, triste y dolorosa. Nada he sabido desde entonces de ti, absolutamente nada, como debía ser por otro lado.
Y sin embargo, ayer por pura casualidad pasé por tu lado de nuevo. ¿Cómo evitar mirarte, aunque solo fuera para cerciorarme de que eras tú en verdad?. Lo raro es que no hubiera sucedido antes.
Yo estaba con mi querido Sera. Tú tampoco estabas solo. Parecía como una de esas absurdas canciones de amores pasados en los que cada uno hemos movido ficha. Pero es que, afortunadamente, así ha sido. Y hago muy bien en usar la palabra afortunadamente.
A mi me gustaría, ahora que ya ha pasado todo, decirte que he recorrido un largo camino interior hasta llegar a este cierre definitivo de una etapa de mi vida. Yo necesito, por mi propia naturaleza y por ser como soy, intentar expresar lo que siento por dentro. Eso ya lo sabes, tanto tú como cualquiera que me conozca un mínimo.
Ya dije que nunca hablaría más en detalle de todo eso, pero cuando miro hacia atrás y todo lo que ocurrió hace más de dos años, lo único que consigo ver es dolor, sufrimiento y una enorme confusión y caos. El desemboque lógico de tanta acción erronea fue una catarsis insostenible, y todo lo que nos hubieramos prometido tuvo que irse por el desagüe inexorablemente. Hablo de aquellas famosas conversaciones en las que tú y yo nos decíamos que no eramos personas de acabar mal, pasara lo que pasara. Irónicamente, creo que no hay persona en este mundo con la que haya acabado peor que contigo. Así, por desgracia, es como funciona.
El camino posterior, recorrido íntegramente por mi, y solo por mi, me llevó a intentar buscar una forma de devolverme la autoestima, plagado de multitud de tropezones, caídas en las que nunca me rendí aunque a punto estuve. Pasó el tiempo, y ese camino que recorrí en mi interior dio sus frutos. Yo tengo la certeza de que una persona que no se quiere a sí misma, ni se perdona o expía sus propios errores es incapaz de hacer mínimamente feliz a quien le rodea, sea su pareja, familia o amigos. En eso me convertí yo.
Pero, como ya he dicho, el tiempo pasó. Concretamente, un año. Y mi exilio dio sus frutos, porque volví a ser Dani. Por fin. Y sin embargo, no pude evitar pensar constantemente en ese momento que sucedió ayer. El momento en el que te viera de nuevo por primera vez. La idea me llegó a obsesionar de una manera casi enfermiza.
Creo que nunca había sentido algo parecido, fue un sentimiento nuevo. Agridulce. Y sin embargo, todo este tiempo supe que era una especie de prueba a la que tenía que someterme, como cuando se tiene un miedo irracional que hasta se enfrenta no se sabe si se ha superado.
Sin animo de parecer que me autojustifico (y si lo estoy haciendo, pues sea), lo que me apetece decir es que se superado con creces la prueba. La he superado de la manera que más deseaba: sin sentir indiferencia, pero tampoco dolor. Lo primero significaría dentro de mi propio dogma el haberme vuelvo un insensible o haber perdido parte de esa inocencia inherente que me caracteriza como persona y que nunca he querido perder. Ni siquiera tú te mereces que pague tan alto precio. Lo segundo hubiera significado estancarme en la idea de un pasado irrecuperable, haberme quedado en un sitio en el que no pertenezco, un lugar que fue y no volverá. Y ahora, irónicamente, esto me parece algo positivo. Se cumple aquello de "todo sucede por una causa", y es que sin todo aquello, hoy no sería la persona que soy. Tampoco estaría viviendo la preciosa situación que caracteriza ahora mi día a día en ciertos terrenos. Hay que tener presente el pasado, vivir el presente y alzar levemente la vista al futuro. Eso lo he aprendido de verdad hace muy poco, relativamente.
Me afectó verte, pero de manera positiva. Descubrí que me he vuelto fuerte, descubrí que ya no me desvive la idea de tu existencia en el mundo, descubrí que la realidad no es lo que ocurrió, sino la que es. Y digo descubrir cuando en realidad solo lo estaba corroborando. Pero es que, como dicen en esa famosa película, no es lo mismo conocer el camino que recorrerlo. Ayer di un primer paso, y hoy me he despertado con un bienestar casi celestial. Me siento bien. Me siento bien de verdad.
Lo bueno de ser tan cinéfilo es que se ven ciertas películas que te hacen ver muchas cosas de manera objetiva y que, de otro modo, quizá no podríamos comprender de igual modo, quizá como si fuera una especie de enseñanza. Cuando veo películas como Closer u Olvídate de mi, me doy cuenta de que lo que una vez fuimos nosotros no deja de ser una historia más, con principio y fin.
Cuando vi Olvídate de mi la primera vez, supe que la actitud de Joel sería la que yo adoptaría respecto a mi vida. Jamás renegaría de los buenos días vividos contigo, jamás intentaría borrarlos de mi cabeza porque esos días, al margen de que son buenos (no hablo en pasado, es tal cual es), forman parte de lo que enriquece mi persona, para bien o para mal. ¿Que luego todo acabó en el más absoluto de los desastres?. No importa. Hasta eso es algo que me ha enriquecido y mucho.
No espero ni deseo nada más de ti, nunca más. Si me preguntaran "¿qué te gustaría?" yo diría al igual que el comienzo de la canción La sombra de mi querida Belén aquello de "Si alguna vez te vuelvo a ver espero sea diferente". Pero tampoco lo espero. Simplemente, lo que deba ser será.
Hoy he despertado feliz. Porque soy libre. Porque la vida me sonríe pese a los sinsabores que me dan en el día a día en otros muchos factores y que estoy sufriendo en estos instantes. Porque puedo hablar sobre ello, tan solo por el placer de saber que ya no tengo que cohibirme.
Porque la vida es hermosa ahora. Lo disfrutaré mientras dure (también sé que la felicidad es un estado y no un objetivo por miles de razones), y algo me dice que algo bueno de verdad ha empezado a germinar. Lo supe durante todas las horas posteriores a ese cruce de miradas.
Que seas feliz. Lo deseo de todo corazón, sinceramente.
Un abrazo.