Este pasado fin de semana he invertido mi tiempo (aparte de los esperables atascos de fin de semana de puente) en mi querida Galicia junto con un enorme grupo de amigos: Jose, Miguel, Carlos, Alberto y mi chico, Sera. Sí, tengo chico y por una vez dejo de lado esos aunque llevamos poco tiempo y nunca se sabe... para, como es normal en mi, entregarme al momento y decir abiertamente que estoy viviendo momentos muy dulces a su lado y que tras un par de intentonas huecas y vacías es el primer chico tras mi última ruptura (y de esto ya ha pasado casi dos años) con quien siento que realmente, sin prisa pero sin pausa, deseo estar de corazón. El resto de capítulos se irán escribiendo en mi día a día y, posiblemente, en estas páginas de una manera más o menos activa, pues esto es solo el prefacio de un libro aún por escribir.
Sí, Dolly, no pongas esa cara, que tras tu comentario anterior me he visto obligado a escribir estas cosas. Además tú ya le conoces, jajaja.
No nos desviemos del tema: cuando llamo a Sera mi chico es porque así siento que es. Y como cualquier pareja que empieza a hacer girar la rueda, es inevitable desprender un poco de precioso empalago, de carantoñas constantes. Algo que, lamentablemente, no todo el mundo ve con los mismos ojos.
A mí siempre me ha gustado caminar de la mano de quien quiero. Así siempre he sentido, pero no siempre he podido hacerlo. Cuando tuve mi primer novio, yo era muy tímido y yo mismo no me atrevía a hacerlo pese a desearlo, lo cual me frustraba mucho. Con el paso del tiempo aprendí a pasar de esos prejuicios que yo mismo me imponía, pero mi segunda pareja no era muy amiga de estas cosas. Discreción ante todo, algo muy respetable.
Con Sera, eso no pasa. Le encanta tomarme de la mano y a mi me pasa exactamente lo mismo, sea donde fuere y en casi cualquier circunstancia. Hablando de ello un día, nos dijimos una gran verdad: la gente no sentiría que es algo raro ver a dos hombres cogidos de la mano, paseando y charlando tranquilamente con toda normalidad si lo vieran más a menudo. Así que, en cierto modo, nuestra actitud tenía un cierto componente de educación ciudadana. Eso no ha impedido que la gente a veces mire de reojo o incluso se escandalice al vernos así (de hecho ya ha pasado un par de veces).
Recuerdo como me pasó una vez hace cerca de tres años que se nos llamara abiertamente Maricones en medio de la gran vía o nos dijeran Cuidado que se os cae un pedo, hablando evidentemente de mi antigua pareja. No fue plato de buen gusto pero me reí de semejante paletada e ignorancia. Sin embargo, no tiene nada de gracia. Ninguna.
En Sanxenxo no hicimos excepción, pese a ser un terreno plagado de gente bien (es decir, adinerados derechistas y fachas), y Carlos nos dijo Dejad de hacer eso a ver si os van a decir o hacer algo. Lo entendí perfectamente, es decir, la preocupación de Carlos. Un día podríamos toparnos con algún radical de esos que no se cortan un pelo, y está claro que si vemos el peligro delante nuestra no vamos a correr el riesgo, pero volví una vez más a plantearme el sentido de censurar ya sea con la mirada, un pensamiento, un acto verbal o físico algo tan inocente como dos manos unidas entre sí.
Homosexuales o no, dos hombres cogidos de la mano no gustan. Dos mujeres no es tan raro. A mi, me la trae al fresco. Si fuera persona que no disfruta haciéndolo, evidentemente no lo haría y estaría bien porque es lo coherente respecto a mi forma de ser, pero no es el caso. No pienso frustrar mis emociones por un puñado de gente prejuiciosa o intolerante.
Cada uno es libre de hacer lo que quiera: muchos amigos míos optan por no hacer ni un solo gesto de afecto en público y mucho menos ir de la mano por la calle (algo que es comprensible, como ya he dicho, si ambos lo quieren hacer así), pero lo que está claro es que la sociedad tiene que aprender a entender que dos hombres cogidos de la mano es algo tan bonito como ver a un hombre y una mujer o dos mujeres, y no una aberración. Y también que, si todos lo hiciéramos durante un tiempo, heteros o gays, al final nadie nos miraría como bichos raros.
Tomémonos de la mano. Sintamos el calor y el sudor de nuestras palmas que no se despegan incluso en pleno invierno. Sintamos la sangre de aquel que queremos cómo fluye mientras acariciamos piel con piel. Miremos a los ojos cuando hacemos esto. Hablemos, conversemos, riamos. Pero no despeguemos nuestras manos. Miremos al frente con orgullo, con alegría, con felicidad. Pero no soltéis la mano de vuestros amantes, amigos, padres, hermanos. Porque es algo hermoso, una de esas cosas que te hacen sentir más vivo, más humano, por encima de lo mundano.
Un abrazo.
Sí, Dolly, no pongas esa cara, que tras tu comentario anterior me he visto obligado a escribir estas cosas. Además tú ya le conoces, jajaja.
No nos desviemos del tema: cuando llamo a Sera mi chico es porque así siento que es. Y como cualquier pareja que empieza a hacer girar la rueda, es inevitable desprender un poco de precioso empalago, de carantoñas constantes. Algo que, lamentablemente, no todo el mundo ve con los mismos ojos.
A mí siempre me ha gustado caminar de la mano de quien quiero. Así siempre he sentido, pero no siempre he podido hacerlo. Cuando tuve mi primer novio, yo era muy tímido y yo mismo no me atrevía a hacerlo pese a desearlo, lo cual me frustraba mucho. Con el paso del tiempo aprendí a pasar de esos prejuicios que yo mismo me imponía, pero mi segunda pareja no era muy amiga de estas cosas. Discreción ante todo, algo muy respetable.
Con Sera, eso no pasa. Le encanta tomarme de la mano y a mi me pasa exactamente lo mismo, sea donde fuere y en casi cualquier circunstancia. Hablando de ello un día, nos dijimos una gran verdad: la gente no sentiría que es algo raro ver a dos hombres cogidos de la mano, paseando y charlando tranquilamente con toda normalidad si lo vieran más a menudo. Así que, en cierto modo, nuestra actitud tenía un cierto componente de educación ciudadana. Eso no ha impedido que la gente a veces mire de reojo o incluso se escandalice al vernos así (de hecho ya ha pasado un par de veces).
Recuerdo como me pasó una vez hace cerca de tres años que se nos llamara abiertamente Maricones en medio de la gran vía o nos dijeran Cuidado que se os cae un pedo, hablando evidentemente de mi antigua pareja. No fue plato de buen gusto pero me reí de semejante paletada e ignorancia. Sin embargo, no tiene nada de gracia. Ninguna.
En Sanxenxo no hicimos excepción, pese a ser un terreno plagado de gente bien (es decir, adinerados derechistas y fachas), y Carlos nos dijo Dejad de hacer eso a ver si os van a decir o hacer algo. Lo entendí perfectamente, es decir, la preocupación de Carlos. Un día podríamos toparnos con algún radical de esos que no se cortan un pelo, y está claro que si vemos el peligro delante nuestra no vamos a correr el riesgo, pero volví una vez más a plantearme el sentido de censurar ya sea con la mirada, un pensamiento, un acto verbal o físico algo tan inocente como dos manos unidas entre sí.
Homosexuales o no, dos hombres cogidos de la mano no gustan. Dos mujeres no es tan raro. A mi, me la trae al fresco. Si fuera persona que no disfruta haciéndolo, evidentemente no lo haría y estaría bien porque es lo coherente respecto a mi forma de ser, pero no es el caso. No pienso frustrar mis emociones por un puñado de gente prejuiciosa o intolerante.
Cada uno es libre de hacer lo que quiera: muchos amigos míos optan por no hacer ni un solo gesto de afecto en público y mucho menos ir de la mano por la calle (algo que es comprensible, como ya he dicho, si ambos lo quieren hacer así), pero lo que está claro es que la sociedad tiene que aprender a entender que dos hombres cogidos de la mano es algo tan bonito como ver a un hombre y una mujer o dos mujeres, y no una aberración. Y también que, si todos lo hiciéramos durante un tiempo, heteros o gays, al final nadie nos miraría como bichos raros.
Tomémonos de la mano. Sintamos el calor y el sudor de nuestras palmas que no se despegan incluso en pleno invierno. Sintamos la sangre de aquel que queremos cómo fluye mientras acariciamos piel con piel. Miremos a los ojos cuando hacemos esto. Hablemos, conversemos, riamos. Pero no despeguemos nuestras manos. Miremos al frente con orgullo, con alegría, con felicidad. Pero no soltéis la mano de vuestros amantes, amigos, padres, hermanos. Porque es algo hermoso, una de esas cosas que te hacen sentir más vivo, más humano, por encima de lo mundano.
Un abrazo.
4 comentarios:
Qué bonitoooo!!! Viva el amor!!! Que la Vida os bendiga a los dos! Viva!!! :)
hombre me alegro por ti, disfruta el momento :)
Lo de la mano o los gestos de afecto en publico no se que decirte, en ocasiones me ha dado mucho corte, en otras he estado muchisimo mas desinhibido, lo ideal es que eso no pasara, pero lo cierto es que es algo que no siempre pasa indiferente y tampoco esta uno dispuesto a andar discutiendo con gilipollas por la calle, asi que optas por la postura discreta.
Un beso wapo
Me alegro por ti porque a las personas buenas les ocurren cosas buenas tarde o temprano.
Eso es lo que espero yo...
Saludos
Si tienes armonia, encuentras la felicidad.
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