Anoche estuve en otro concierto acústico de mi amiga Belén Arjona en Madrid. Ahora que no tiene discográfica, va haciendo bolillos que le salen en bares de Madrid, guitarra y voz. Menos espectacular, más íntimo. Así es como funcionan las cosas… y antes de meterme en materia con lo que quiero decir en este post, decir que Belén hará este domingo otro concierto acústico en la sala Buho Real a las 22:00 horas al precio de 6 Euros + Consumición. La sala está en la C/ Regueros Nº 5 de Madrid, metro Alonso Martínez, y para ir hay que reservar la entrada escribiendo a esta dirección (máximo dos por correo). Solo por si os apetece, claro.
Y ahora dejemos el momento publicidad gratuita y vayamos al grano. Ayer, Belén como siempre explicaba las razones de sus temas antes de cantarlos, el porqué los escribió en su momento, y aunque yo ya había escuchado estas introducciones previamente, me quedé muy pensativo con una de ellas.
Con respecto a una canción titulada Mi absolución, de su segundo disco Infinito, ella mismo dijo Las personas, sin excepción, cometemos errores a lo largo de nuestra vida. Siempre. Eso no nos hace ni buenos ni malos. En todo caso, lo bueno de los errores es que siempre aprendemos algo de ellos. Y luego está la segunda parte, la de las personas que han sufrido nuestros errores y deciden o no concedernos la absolución, el perdón. Y yo creo que todos tenemos que ceder, conceder esta absolución antes o después, precisamente porque a veces estamos en uno de los lados de este juego.
Y tras cantar la canción, redescubrí el valor de sus palabras. No de la canción en sí, sino de la verdad de lo que había dicho antes de cantarla. Y me puse a pensar en ello, a reflexionar desde mi propio punto de vista esa teoría.
He cometido errores de toda índole a lo largo de mi vida, mayores o menores, y siempre (o casi, porque el hombre es el único que tropieza dos o más veces en la misma piedra) he aprendido algo de ellos. Muchas veces he sido perdonado por ellos, he recibido la absolución a la que hace referencia la canción. Otras no. Y no sé si decir que merecidamente o no, porque ¿acaso las personas no merecen oportunidades para rectificar? Al menos las que de verdad lamentan las cosas que han hecho mal, y no solo por aparentar o pretender creérselo por el bien de su propia salvación interior, para acallar su mala conciencia.
Y en lo que se refiere a mi, siempre concedo esa absolución, antes o después, a menos que realmente (y eso es pocas veces) la persona no lo merezca en absoluto. Hay gente que la concede antes, después, menos y más. Lo duro es intentar creerse que los demás son como uno mismo, que su alma funciona del mismo modo que la tuya, y que si tú sientes que lo lógico es hacer esto o aquello, los demás lo harán también porque roza los límites de tu propia comprensión de las cosas.
Esto no lo digo por nada en concreto que me esté sucediendo ahora mismo (aunque podría citar lo que me pasó hace unas semanas con un amigo), sino porque simplemente no comprendo muchas veces por qué la naturaleza humana es a veces tan jodidamente compleja, un constante tira y afloja.
Me encantaría no tener que conceder la absolución a nadie, nunca más. Me gustaría que no tuviera nadie que absolverme de nada, el resto de mis días. Sé que eso es una utopía, pero… ¿a que es bonito pensar en que esa situación pudiera existir?
Lo único que pretendo transmitir con esto es que… todos deberíamos dulcificar nuestro ánimo, entender y comprender al prójimo con una base llena de empatía y comprensión. Porque en este mundo hacemos y nos hacen daño constantemente, nos guste o no. Y eso no nos hace los buenos ni los malos, tan solo personas. Quizá me estoy poniendo demasiado idealista, pero hoy tengo ganas de ello: de perdonar a quien me hizo daño por esto o aquello, y de pedir mi absolución a todo el que herí de manera consciente o inconsciente.
Brindemos por ello, señores. Y dejo, porque ha sido la referencia básica de este post, la letra de Mi absolución. Si podéis escucharla, de todos modos, no dejéis de hacerlo. Un abrazo.
Y ahora dejemos el momento publicidad gratuita y vayamos al grano. Ayer, Belén como siempre explicaba las razones de sus temas antes de cantarlos, el porqué los escribió en su momento, y aunque yo ya había escuchado estas introducciones previamente, me quedé muy pensativo con una de ellas.
Con respecto a una canción titulada Mi absolución, de su segundo disco Infinito, ella mismo dijo Las personas, sin excepción, cometemos errores a lo largo de nuestra vida. Siempre. Eso no nos hace ni buenos ni malos. En todo caso, lo bueno de los errores es que siempre aprendemos algo de ellos. Y luego está la segunda parte, la de las personas que han sufrido nuestros errores y deciden o no concedernos la absolución, el perdón. Y yo creo que todos tenemos que ceder, conceder esta absolución antes o después, precisamente porque a veces estamos en uno de los lados de este juego.
Y tras cantar la canción, redescubrí el valor de sus palabras. No de la canción en sí, sino de la verdad de lo que había dicho antes de cantarla. Y me puse a pensar en ello, a reflexionar desde mi propio punto de vista esa teoría.
He cometido errores de toda índole a lo largo de mi vida, mayores o menores, y siempre (o casi, porque el hombre es el único que tropieza dos o más veces en la misma piedra) he aprendido algo de ellos. Muchas veces he sido perdonado por ellos, he recibido la absolución a la que hace referencia la canción. Otras no. Y no sé si decir que merecidamente o no, porque ¿acaso las personas no merecen oportunidades para rectificar? Al menos las que de verdad lamentan las cosas que han hecho mal, y no solo por aparentar o pretender creérselo por el bien de su propia salvación interior, para acallar su mala conciencia.
Y en lo que se refiere a mi, siempre concedo esa absolución, antes o después, a menos que realmente (y eso es pocas veces) la persona no lo merezca en absoluto. Hay gente que la concede antes, después, menos y más. Lo duro es intentar creerse que los demás son como uno mismo, que su alma funciona del mismo modo que la tuya, y que si tú sientes que lo lógico es hacer esto o aquello, los demás lo harán también porque roza los límites de tu propia comprensión de las cosas.
Esto no lo digo por nada en concreto que me esté sucediendo ahora mismo (aunque podría citar lo que me pasó hace unas semanas con un amigo), sino porque simplemente no comprendo muchas veces por qué la naturaleza humana es a veces tan jodidamente compleja, un constante tira y afloja.
Me encantaría no tener que conceder la absolución a nadie, nunca más. Me gustaría que no tuviera nadie que absolverme de nada, el resto de mis días. Sé que eso es una utopía, pero… ¿a que es bonito pensar en que esa situación pudiera existir?
Lo único que pretendo transmitir con esto es que… todos deberíamos dulcificar nuestro ánimo, entender y comprender al prójimo con una base llena de empatía y comprensión. Porque en este mundo hacemos y nos hacen daño constantemente, nos guste o no. Y eso no nos hace los buenos ni los malos, tan solo personas. Quizá me estoy poniendo demasiado idealista, pero hoy tengo ganas de ello: de perdonar a quien me hizo daño por esto o aquello, y de pedir mi absolución a todo el que herí de manera consciente o inconsciente.
Brindemos por ello, señores. Y dejo, porque ha sido la referencia básica de este post, la letra de Mi absolución. Si podéis escucharla, de todos modos, no dejéis de hacerlo. Un abrazo.
MI ABSOLUCIÓN (Belén Arjona)
Ten valor y dime bien
Por qué vuelves otra vez
Te tiré por el bidé
Para no volverte a ver
Te olvidé por no enloquecer
Y ahora estás..
Borrando las huellas
Que hicieron mil brechas
Girando las tuercas
A mi corazón que quedó sin curar
Y ahora regresas pidiéndome tregua
Y mi absolución a tu forma de amar
¿Cómo encajo este revés?
Aún te quiero y sólo sé
Que lo que hay es lo que ves
Y tendrás que amarlo bien
Te daré la opción de volver
A empezar...
Borrando las huellas
Que hicieron mil brechas
Girando las tuercas
A mi corazón que quedó sin curar
Y ahora regresas pidiéndome tregua
Y mi absolución a tu forma de amar
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