En el día de ayer quedó patente que el ser humano, y más concretamente yo, estamos condenados a estar al completo antojo de la química de nuestro propio cuerpo. En cuanto algún elemento del mismo queda alterado, nuestra propia forma de comportarnos varía irremisiblemente.
Yo llevo ya bastantes días muy raro, y me estoy ya hartando de lo lindo. Ayer de repente, sin venir a cuento, empecé a pensar que la forma en que me he movido por el día a día en los últimos días es casi demencial, en el sentido de que estoy de un cariñoso subido que casi roza lo insoportable con casi todo mi entorno. Voy a empezar a llamarme Mr. Abracitos, o Mr. Te quiero mucho. El colmo de los colmos vino cuando hace unos días llamé a un buen amigo mío simplemente para decirte Jo, que te quiero mucho y me gusta que seas mi amigo. ¡Como si no lo supiera ya!. Tanto cariño fuera de lugar al final me consta que incomoda, y el caso es que yo lo hago con toda la legitimidad del mundo. Un buen ejemplo es el texto tan edulcorado que escribí ayer mismo. No me malinterpretéis: reconozco perfectamente al autor de esas palabras, pero simplemente me digo Joer, Dani, eres peor que el peor de los culebrones.
¡Tiene narices la cosa!. Yo, que soy tan afectuoso por naturaleza, de repente me veo en la tesitura de necesitar serlo menos. O al menos no de una forma tan exagerada. Parece casi irreal, o demente.
No sé qué estará influenciando este tipo de actitud (de verdad que no lo sé), pero ya estoy hartándome de ser un Oso amoroso. Bueno, miento: nunca podría dejar de serlo, porque es lo que soy, pero me gustaría poder ser más comedido.
Yo llevo ya bastantes días muy raro, y me estoy ya hartando de lo lindo. Ayer de repente, sin venir a cuento, empecé a pensar que la forma en que me he movido por el día a día en los últimos días es casi demencial, en el sentido de que estoy de un cariñoso subido que casi roza lo insoportable con casi todo mi entorno. Voy a empezar a llamarme Mr. Abracitos, o Mr. Te quiero mucho. El colmo de los colmos vino cuando hace unos días llamé a un buen amigo mío simplemente para decirte Jo, que te quiero mucho y me gusta que seas mi amigo. ¡Como si no lo supiera ya!. Tanto cariño fuera de lugar al final me consta que incomoda, y el caso es que yo lo hago con toda la legitimidad del mundo. Un buen ejemplo es el texto tan edulcorado que escribí ayer mismo. No me malinterpretéis: reconozco perfectamente al autor de esas palabras, pero simplemente me digo Joer, Dani, eres peor que el peor de los culebrones.
¡Tiene narices la cosa!. Yo, que soy tan afectuoso por naturaleza, de repente me veo en la tesitura de necesitar serlo menos. O al menos no de una forma tan exagerada. Parece casi irreal, o demente.
No sé qué estará influenciando este tipo de actitud (de verdad que no lo sé), pero ya estoy hartándome de ser un Oso amoroso. Bueno, miento: nunca podría dejar de serlo, porque es lo que soy, pero me gustaría poder ser más comedido.
¿Encontraré la fórmula mágica que me lo permita?. ¡Ay, dichosa química!.
1 comentario:
Hay que gracia!!! Me dió mucha risa leer este post.
Es lo lógico, sentirte como te sentías ese día, con necesidad de dar cariño. Has estado acostumbrado a darlo (es decir, la fábrica de cariño no se para) y habrá que colocar la producción por alguna parte.
Salut!
Publicar un comentario