Hoy hace un año que cumplí un sueño, una de esas mágicas ocasiones que sabes que vas a recordar toda tu vida por un montón de razones. Una de las bandas sonoras de mi vida, la de El Señor de los anillos de Howard Shore, fue interpretada en vivo en Sevilla el 6 de noviembre de 2004. Este texto es un homenaje a uno de los días que recuerdo con más cariño de los que he vivido hasta la fecha, y que siempre tendré en lo más profundo de mi corazón
Las 11:00 horas de la mañana del sábado 6 de noviembre de 2004. Me esperaba un largo día, lleno de nuevas experiencias. Tomé el AVE Madrid-Sevilla por primera vez, sabiendo que me dirijía a cumplir una de mis ilusiones más grandes desde hacía mucho tiempo: poder escuchar en vivo la banda sonora compuesta por el gran Howard Shore para El señor de los anillos. Iba completamente solo, pero no importaba. El viaje merecía la pena. Se me estropeó el móvil y perdí la agenda de teléfono… ¡qué horror!. Pero todo se medio-arregló con un poco de investigación y recuperé casi toda la agenda. Es curioso… hacía muy poco que conocía a mi chico, ni siquiera era eso aún, pero lo que más me angustió fue el no tener su número para llamarle. Porque, evidentemente, aún no lo tenía memorizado.
Tras un día de turismo en Sevilla capital, por fin me dirijí a la Maestranza y obtuve mi entrada reservada. Mientras espereba entablé conversación con algún fan como yo. Iba, por supuesto, envestido con el árbol blanco de Gondor en mi camiseta, y llevaba La estrella de la tarde al cuello, y el anillo único, el de Barahir y Vilya en mis manos.
Vimos llegar a la orquesta y al encantador grupo de niños del coro, una auténtica ricura que posteriormente nos dejarían con la boca abierta en medio del concierto.
Por fin entramos. Fila 6, butaca 31 del patio. Una vista INCREIBLE. Aún no podía creerlo… quedaban minutos para que se cumpliera mi sueño. El teatro estaba a rebosar. La gente ansiosa, excitada, impaciente. Finalmente, entró la orquesta y se formó el revuelo. Y… ¡si! Ahí estaba!. HOWARD SHORE hacía su aparición ante una enorme, gigantesca, gloriosa ovación. Él agradeció tímidamente los aplausos y sin más dilación se volvió hacia la orquesta para comenzar su particular Ainulindalë.
Las luces se apagaron. Solo se podía ver a la orquesta y a Shore… y por fin comenzó. La profecía se reveló ante nosotros. La orquesta de Sevilla lo bordó, y los coros emergían poderosos. Mi piel se puso de gallina y… entonces sonó la melodía del anillo único, como comienza La comunidad del anillo, y mis lágrimas comenzaron a caer por la mejilla. No pude contenerme…. Fue… mágico, increíble, sublime. No hay palabra capaz de describir la emoción tan grande al escuchar estos acordes tan significativos para mi en vivo y una acústica casi perfecta…
Durante todo el concierto, hubo varios momentos donde abiertamente lloré… como en Los puertos grises, durante el tema de Muchos encuentros en la parte en que Frodo encuentra a Bilbo, y durante los épicos momentos de los temas de Rohan y Gondor.
Durante el descanso llamé a mi chico. Estaba en el cumpleaños de una amiga y, una vez más, como ya he dicho, fue la persona con la que quería compartir toda esa emoción. Y agradezco profundamente que estuviera ahí para escuchar mi llanto, mi emoción… ojala hubiera estado allí. Hubiera sido maravilloso.
Podría entrar en miles de detalles más, pero creo que sería alargar lo que no tiene palabras para ser explicado. Tan solo recordar, reiterar, que pude escuchar lo más parecido a lo que creo que debe ser el cielo, que esa música es parte de la banda sonora de mi vida, hilada fuertemente en mi corazón.
Gracias, Howard, por esa música que es capaz de enhebrar todos los sentimientos hermosos en los que puedo pensar
Las 11:00 horas de la mañana del sábado 6 de noviembre de 2004. Me esperaba un largo día, lleno de nuevas experiencias. Tomé el AVE Madrid-Sevilla por primera vez, sabiendo que me dirijía a cumplir una de mis ilusiones más grandes desde hacía mucho tiempo: poder escuchar en vivo la banda sonora compuesta por el gran Howard Shore para El señor de los anillos. Iba completamente solo, pero no importaba. El viaje merecía la pena. Se me estropeó el móvil y perdí la agenda de teléfono… ¡qué horror!. Pero todo se medio-arregló con un poco de investigación y recuperé casi toda la agenda. Es curioso… hacía muy poco que conocía a mi chico, ni siquiera era eso aún, pero lo que más me angustió fue el no tener su número para llamarle. Porque, evidentemente, aún no lo tenía memorizado.
Tras un día de turismo en Sevilla capital, por fin me dirijí a la Maestranza y obtuve mi entrada reservada. Mientras espereba entablé conversación con algún fan como yo. Iba, por supuesto, envestido con el árbol blanco de Gondor en mi camiseta, y llevaba La estrella de la tarde al cuello, y el anillo único, el de Barahir y Vilya en mis manos.
Vimos llegar a la orquesta y al encantador grupo de niños del coro, una auténtica ricura que posteriormente nos dejarían con la boca abierta en medio del concierto.
Por fin entramos. Fila 6, butaca 31 del patio. Una vista INCREIBLE. Aún no podía creerlo… quedaban minutos para que se cumpliera mi sueño. El teatro estaba a rebosar. La gente ansiosa, excitada, impaciente. Finalmente, entró la orquesta y se formó el revuelo. Y… ¡si! Ahí estaba!. HOWARD SHORE hacía su aparición ante una enorme, gigantesca, gloriosa ovación. Él agradeció tímidamente los aplausos y sin más dilación se volvió hacia la orquesta para comenzar su particular Ainulindalë.
Las luces se apagaron. Solo se podía ver a la orquesta y a Shore… y por fin comenzó. La profecía se reveló ante nosotros. La orquesta de Sevilla lo bordó, y los coros emergían poderosos. Mi piel se puso de gallina y… entonces sonó la melodía del anillo único, como comienza La comunidad del anillo, y mis lágrimas comenzaron a caer por la mejilla. No pude contenerme…. Fue… mágico, increíble, sublime. No hay palabra capaz de describir la emoción tan grande al escuchar estos acordes tan significativos para mi en vivo y una acústica casi perfecta…
Durante todo el concierto, hubo varios momentos donde abiertamente lloré… como en Los puertos grises, durante el tema de Muchos encuentros en la parte en que Frodo encuentra a Bilbo, y durante los épicos momentos de los temas de Rohan y Gondor.
Durante el descanso llamé a mi chico. Estaba en el cumpleaños de una amiga y, una vez más, como ya he dicho, fue la persona con la que quería compartir toda esa emoción. Y agradezco profundamente que estuviera ahí para escuchar mi llanto, mi emoción… ojala hubiera estado allí. Hubiera sido maravilloso.
Podría entrar en miles de detalles más, pero creo que sería alargar lo que no tiene palabras para ser explicado. Tan solo recordar, reiterar, que pude escuchar lo más parecido a lo que creo que debe ser el cielo, que esa música es parte de la banda sonora de mi vida, hilada fuertemente en mi corazón.
Gracias, Howard, por esa música que es capaz de enhebrar todos los sentimientos hermosos en los que puedo pensar
Gracias, Tolkien, por tu obra inmortal, como tus elfos.
Gracias a ti, por haber compartido en la distancia y en calidad de casi-desconocido un sueño, y seguir convirtiéndote en parte de él en lo sucesivo.
Un abrazo.
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