Nunca me he considerado una persona especialmente inteligente o con personalidad completamente definida. Es más, no me interesa ni una cosa ni otra. Ni deseo tener la claridad de mente de una persona capaz de racionalizar coherentemente todos los aspectos de su vida (que, al menos para mi, la convierte en una persona "Fría"), ni deseo tener la capacidad de reacción adecuada ante cada una de las situaciones que nos encontramos en el día a día. Al final, lo único que en la vida me ha servido verdaderamente para algo es confiar en los pálpitos de mi corazón. Es algo que tengo muy claro.
Pese a estas palabras mías, me considero una persona "creativa". Y cuando invoco esta palabra lo hago en el sentido más amplio de la palabra. Siempre hay ideas rondando por mi mente... proyectos, ilusiones, deseo de "expresar" muchas cosas.
Pero no siempre llevo a cabo los cometidos. Las ganas o el deseo casi siempre se quedan por el camino. Es más el deseo de crear que la creación en sí. Dibujar, escribir, pintar, realizar... no existe un "algo" concreto.
Cuando era niño no podía dejar de dibujar. Recuerdo largas horas al mediodía en el colegio con mi carpeta y mis folios, haciendo garabatos.
Cuando yo iba al colegio, mi madre no podía ocuparse de mi al mediodía, así que optó por apuntarme al comedor del colegio. Esto implicaba comer todos los días a las 12:30 de la mañana, y cerca de las 13:00 horas, los alumnos del comedor teníamos un "largo" recreo hasta las 14:30, cuando volvíamos todos a clase.
En ese intervalo de tiempo aprovechaba para hacer deberes, escribir cosas y, sobre todo, dibujar. Lo adoraba: pintaba caras, paisajes... y personajes de ficción que me gustaban, como los de Dragonball. Mi único problema es que yo no tenía mucho talento para el dibujo, y aprendí a hacer cosas algo decentes únicamente gracias a mi desmesurada insistencia.
Una vez, una chica llegó incluso a "pagarme" por hacerle muchos dibujos. Me dio 200 pesetas por hacer 20 dibujos (para mi entonces eso era mucho) y gracias a ello me di un atracón de golosinas por la tarde cuando salí del cole.
Pero también estaban "aquellos" que deseaban mis dibujos gratis. Porque al mediodía llegaba también al comedor un grupo de gitanos de otro colegio, que entraban a comer justo después que nosotros, y compartíamos el recreo. Y algunos de ellos amenazaban con pegarme si no les hacía dibujos. Finalmente creo que se cansaron de mi (era su diversión del mes). ¡Menos mal!.
Según me he ido haciendo mayor, me he dado cuenta de que todo ese tiempo invertido en lo que aparentemente era una nadería me ha resultado mucho más útil de lo que pensaba no ya en mi vida práctica, sino en la interior. Porque creo que según mi mente se ha ido agudizando con el paso del tiempo, también lo ha hecho mi sensibilidad ante lo que consideramos "arte", visual, audiovisual, incluso lo que no es ni una cosa ni otra.
Y es que no hay nada más bonito que tener un corazón sensible.
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