Corría el año 1999, y se acercaba el caluroso mes de Julio. En una casa más de un barrio más de Madrid un chico se dedica en cuerpo y alma a estudiar selectividad. Hacía un año que sólo cursaba dos materias, Matemáticas y Electrotécnia, pues suspendió estas asignaturas durante el año anterior, y se tuvo que poner al día en todas las demás, algo que le estaba resultando especialmente duro.
Como las clases terminaron a primeros de Junio y el examen no era hasta finales, entre medias tenía tiempo de examinarse del práctico de conducir... ¡y aprobó!. Su felicidad era grande, pero lo fue más cuando su madre le regaló su primer coche, uno muy viejo y de segunda mano, pero que salió muy barato y le valía de sobra para soltarse.
Pero llegó la selectividad, y no consiguió pasar los exámenes (por poco, eso sí). Y sus esperanzas de estudiar informática en la Universidad se disiparon; No obstante, ya decidió hace un año que no volvería a tener una depresión en caso de suspender. Porque siempre le quedaba la alternativa de estudiar un módulo de grado superior. El tiempo le daría la razón, y su actitud y elección fueron las mejores que pudo escoger.
¿Qué hacer ahora, con 18 años, habiendo dejado recientemente un pequeño trabajo de ayudante por las tardes que no le gustaba nada, pero que le vino muy bien para pagar las clases de conducción?. "Bueno, debería buscar un trabajo para sacarme algunas perrillas y, si es posible, seguir estudiando cuando llegue el momento" – Pensó para sí mismo.
La solución llegó de mano de su profesora de Mates, Montse, quien en una agradable despedida en la cafetería del instituto, le entregó un periódico y le recomiendó que buscara algo. Y ahí había algo que sonaba interesante: Comercial de venta de ordenadores en EI System. "Vaya, creo que esto suena bastante bien". – Se dijo.
No pasaron ni dos semanas antes de que le llamaran para hacerle una entrevista, y al día siguiente uno de esos "debates de grupo" con temática absurda entre candidatos a los puestos. Pero aún así, finalmente le llamaron para una tercera y última entrevista con el jefe de la tienda, que estaba ubicada en Majadahonda. Y allí, el Sr. Antonio Sánchez le entrevistó, y le dijo claramente que podía empezar en unos días si así lo deseaba.
Así fue como un joven estudiante se descubrió a sí mismo, en un margen de tiempo muy corto, de un modo que siempre había querido y deseado. No conocía los límites más allá de su abono transporte, o un viaje de estudiante puntual, no sabía lo que era poder disponer de una tarjeta de crédito, y hasta ese momento tenía que pedirle la paga a su madre. Y no es que sintiera que debía cambiar todo aquello, pero sí que era un niño con ganas de crecer, quizá porque era el momento para ello.
Porque para que una persona comience a florecer, o empezar a vivir la vida que desea, debe comenzar por buscar un camino en el que no deba ir agarrado de la mano de nadie. Y así lo hizo: quizá un poco aposta, quizá un poco llevado por las mareas del siempre cambiante tiempo que a todos nos arrastra sin compasión.
Pero cuando, una noche, pocos días después, volvía del trabajo, en una cálida velada de verano, vestido con la indumentaria de comercial, y con su madre esperándolo para cenar, en ese momento, con la luz de las farolas de la carretera iluminando su rostro, con el ruido incesante de los coches alrededor, con el Sway de Bic Runga sonando por su cassette, con ese calor embriagador que sólo las noches de verano poseen y que te hacen sentir de un modo especial, aquel chico se dio cuenta de que se había producido ese cambio del que era consciente que algún día llegaría, pero del que no esperaba una manifestación en esas circunstancias. ¡Pero tampoco sabía cuales eran las circunstancias!.
No importa; Sea como fuere, ahí estaba: una época de cambio, SU época de cambio. El momento en que iba a florecer. Y así fue en verdad.
En cada paso de la vida se pierde algo (como también pudo comprobar después), pero en esos días de su existencia, que nunca olvidará, se dio cuenta de que comenzaba a vivir de verdad.
A ser feliz.
A ser él mismo.
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