31 de mayo de 2006
Into the West
Que soy un gran fan de Tolkien no es secreto para nadie. Que lo soy de las películas de Peter Jackson, tampoco. Y que lo soy también de Annie Lennox desde hace muchos años (su canción Why es mi canción favorita de cualquier época o cantante) tampoco es, igualmente, nada que no sepa nadie que me conozca un poquito.
A mediados de 2003, cuando aún quedaban 5 meses para el estreno de mi esperadísima El retorno del rey, saltó la noticia: Annie Lennox iba a interpretar el tema que cerraría la trilogía, en un tema llamado Into the West. Como diría Sam al despertar en el campo de Cormallen: ¡Oh gozo y esplendor! Todos mis deseos se ven realizados. La emoción que sentí en ese momento fue inexplicable.
Pasó el tiempo y escuché por fin el tema. Y lloré. Me emocioné de tal manera que no pude evitar relacionarlo con muchas experiencias propias, hermosas y tristes a su vez. Porque este tema habla de la muerte, del dulce sueño eterno, de la esperanza tras el velo gris del mundo, y de ese lejano y verde país que nos espera detrás del mismo, donde todo se convierte en cristal plateado.
Al ver la película, el propio Gandalf le explica eso mismo a Pippin cuando este ha perdido ya la esperanza, en uno de los momentos más anticlimáticos pero hermosos del metraje de las tres películas, en el cual no hay efectos especiales pero que demuestran que la grandeza del cine no se mide por determinados factores...
Y ahí está, un tema que estará para siempre dentro de mi corazón, grabado a fuego, que por muchas veces que escuche nunca podré olvidar.
Gracias a Fran Walsh, Howard Shore y Annie Lennox por semejante regalo... estaré siempre en deuda con vosotros.
El video que he dejado en cuestión es una curiosidad que he encontrado, y es un montaje de escenas de otra de mis grandes pasiones, Final Fantasy, combinado con el tema en cuestión... espero que os guste tanto como a mí.
Un abrazo.
Attend the tale of Sweeney Todd...
Sweeney Todd: The demon barber of Fleet Street tiene su origen en 1982 (hablo de este DVD, porque originalmente es de 1979), y está protagonizado por Angela Lansbury en el papel de la adorable pero sufrida Sra. Lovett, y el del propio Sweeney Todd por George Earn (aunque este último no era el Sweeney original).
La historia gira en torno al pobre barbero, que regresa a Londres tras una condena de varios años impuesta por el cruel juez Turpin, quien sentenció a Benjamin Barker (ahora llamado Sweeney Todd) cruelmente, pues lo que deseaba este era quedarse con su embarazada esposa, a quien deseaba por encima de todo. Pero ahora las cosas han cambiado: Sweeney ha regresado para descubrir que su esposa murió y que el cruel Juez tiene a su ya casi adulta hija Johanna encerrada y aislada del mundo con intenciones poco nobles... y así, Sweeney llega a Fleet Street, donde conocerá a la Sra. Lovett, quien vende los peores pasteles de carne de Londres. Juntos iniciarán un macabro negocio con una oscura intención...
Y ahora entramos en el mundo mágico de los musicales, donde todas las emociones son desbordantes y hasta las cosas más oscuras se hacen claras. Y, sobre todo, está el drama de los personajes y el mensaje oculto entre líneas que nos pretende transmitir: Sweeney Todd no es más que un corazón herido, un alma que una vez tuvo esperanza y lo perdió todo. ¿Quién era Sweeney Todd?. Un necio. Simplemente eso. Un necio enamorado y corrompido, pero con un conmovedor fondo.
Está la Sra. Lovett, quien desesperada por obtener un amor que no podrá nunca ser correspondido, hará cualquier cosa, lo que sea, para complacer a su amado... y tenemos a los risueños Anthony y Johanna, jóvenes con esperanzas y sueños, la parte más hermosa, risueña e irreal de la obra. Y debo decir, señores, que la voz de Johanna es algo increíble, y la sensibilidad de Anthony también...
La galería de secundarios con protagonismo absoluto es interminable, destacando sobre todo a la vieja mendiga (City on fire!!) y al pobrecito Toby... y es precisamente este último quien canta un tema que me ha llegado profundo al corazón, Not while I’m around, cuya letra os dejo aquí expuesta, junto con el primer video publicado en mi Blog, correspondiente a una grabación de este tema de una función más reciente de Broadway que, si bien no tiene NADA que ver con la original, al menos podéis escuchar esta preciosa canción que traspasa cualquier corazón.
Not while I'm around
Nothing's gonna harm you
No sir, not while I'm around
Demons are prowling everywhere
Nowadays
I'll send 'em howling I don't care
I got ways
No one's gonna hurt you
No one's gonna dare
Others can desert you
Not to worry, whistle, I'll be there
Demons'll charm you with a smile, for a while
But in time, nothing can harm you
Not while I'm around
Being close and being clever, ain't like being true
I don't need to - I would never hide a thing from you
Like some
No one's gonna hurt you
No one's gonna dare
Others can desert you
Not to worry, whistle, I'll be there
Demons'll charm you with a smile, for a while
But in time, nothin' can harm you
Not while I'm around.
Personalmente me identifico con Anthony en esta obra, y debo y tengo la obligación de decir que cualquier persona amante de los musicales no debería bajo ningún concepto perderse esta maravilla. Aún estoy embriagado y conmovido por la fuerza y profundidad de su contenido.
30 de mayo de 2006
Dani el marinero
Ese crío de la foto soy yo a la tierna edad de 8 años y me ha revuelto muchas cosas bonitas por dentro, la vena nostálgica. Hoy, por asuntos legales, he tenido que coger el polvoriento libro de familia y ¡sorpresa! ahí estaba la foto.
Corría el año 1989 y mi familia y yo nos fuimos a pasar dos semanas a Salou, Tarragona. Recuerdo que fueron unas vacaciones cuanto menos curiosas, pero sobre todo las recuerdo con mucho cariño por algo muy particular que voy a reservarme para mi.
El caso es que ahí estoy, todo un pequeñajo marinero, en una época donde todo era indudablemente más sencillo...
Un abrazo.
¡Chicos Martini!
Sí, lo sé, la foto parece muy erótico-festiva, pero es que me hace muchísima gracia. Ahí estamos yo y David, mi amigo de Alfaz del Pi. Hace algo más de una semana fui allá junto a mi querido Carlos para ver el Mediatic Festival y por tanto a mi adorada Belén Arjona, y aprovechamos para pasar un delicioso domingo de playa, barbacoa y piscina. Esta foto corresponde a nuestro baño en la piscina de casa de Diana, amiga de David, antes de la citada barbacoa. ¡¡Que chechis estamos!!.
Pero seamos justos con Carlos, porque él también es un auténtico Chico Martini en esta segunda foto, que nos tomamos en una agradable mañana de lectura y sol en la playa de Altea. La verdad es que fue un fin de semana agotador pero terriblemente satisfactorio, pese a los vaivenes que mi cabeza se traía en esos días, concretamente. ¿A que tengo amigos muy guapos?.
Un abrazo.
.Net
Efecto curioso es el que se produce cuando a un loco le entregas más locura con la que obrar, con la que trabajar, con la que ser si cabe un poco más demente. Así me siento yo ahora mismo y desde el sábado pasado respecto a un tema concreto: mi trabajo y mi pasión. Tengo muchísima suerte de poder decir que una parte de mi vida laboral, reiterándome una vez más en lo que ya he dicho una infinidad de veces en este blog (siendo esta de lejos la última vez que hago referencia al mismo tema), equivale a una de mis grandes pasiones: la composición y creación de estructuras lógicas de información.
El sábado pasado paseaba tranquilamente por la feria del libro de Madrid, con helado de frutas del bosque en mano, y encontré una golosina irresistible en uno de los innumerables puestos del evento: una enciclopedia de Visual Basic .Net escrito por Francisco Javier Ceballos, uno de mis autores favoritos en lo referente al mundo de la programación. Desde hace ya muchos años en el que mi adorado Angelote, mi profesor, mentor e inspiración en estos terrenos intrínsecos del arte de la construcción lógica y estructural, y quien me ha convertido en un auténtico apasionado de ella, siempre ha estado presente el nombre de este caballero. Hace ya muchos años que me dijo Este hombre escribe de un modo que me gusta, explica las cosas de una manera muy organizada y coherente. Y una vez más tenía razón, porque yo mismo reconozco que pese a lo aparentemente complicado de su forma de explicar, es la mejor manera de aprender. Sólo hay que tener la mente abierta.
Pero vamos a seguir progresando un poco más en el relato: me hice con el libro en cuestión y ¡oh por Eru! No pude resistirme a empezar a leerlo sentado tranquilamente en un banco del retiro. Y pasé más de dos horas obnubilado en sus páginas. Este no es un libro para leer propiamente dicho, sino para estudiarlo. Y sin previo aviso me vi inmerso en las páginas del conocimiento, de la adquisición de nuevas habilidades, de la expansión de mis propios límites. Y me invadió entonces un ansia casi obscena por poner en práctica dichos conocimientos, como si fuera un crío con su nuevo Lego.
Ayer, dentro de la medida de lo posible, empecé el desarrollo de la versión 3 de mi programa para mi empresa. Es uno de mis dos bebés, llevo más de dos años construyendo un castillo de naipes que ha seguido creciendo en complejidad de forma incremental y espectacular, y aún lo sigue haciendo. Para cuando me he querido dar cuenta, las más de 500.000 líneas de código que contiene ya el programita en cuestión me desbordaban. Pero... ¡es apabullante el darte cuenta de que, de repente, eres el ingeniero de semejante barbarie que pretende tener una lógica absoluta!. Eres el dueño de un universo, eres Dios, eres el creador de una realidad y tú pones las reglas, los límites, las expansiones, las realidades y las dimensiones. Ese poder es algo que alimenta mi ego de una manera que casi me da vergüenza expresarla en este texto, pero a su vez me enorgullece más que nada.
En el trabajo soy apreciado por semejante labor titánica, además de otras muchas cosas. Y eso es una satisfacción que no tiene precio. Pero claro, como todo Yin, tenemos el Yan. En este caso, el Yan a lo que acabo de decir es el incremento desmesurado de responsabilidad al respecto tanto para mi empresa como para mí mismo. Ya lo he dicho: no hablo solo de un producto corporativo, sino de mi bebé.
Desde hace algo más de un día he empezado a aplicar los nuevos conocimientos que estoy actualmente adquiriendo de .Net y estoy francamente emocionado. La programación orientada a objetos es maravillosa aunque ya había trabajado previamente con ella antes, cuando hacía cosillas en Java para mi antigua empresa. El concepto de objeto es algo que le sonará a chino a cualquiera que no se maneje dentro de estos mundos, pero lo resumiré brevemente:
Un objeto es un módulo que tiene una serie de propiedades únicas y que contiene una serie de valores, de funciones públicas y de funciones privadas, estructuras y variables. En definitiva: un mini-mundo con una función específica y concreta dentro de un universo y que tiene una serie de poderes que el programador le otorga. Ese objeto puede realizar una serie de tareas en la ejecución del programa, interactuando con otros objetos y funciones. Y así, estamos creando un pequeño gran mundo de posibilidades con el objetivo de mostrar en pantalla una serie de resultados, o de realizar procesos internos que pese a no verse, ahí están. Eso es lo que hago... soy un creador de mundos, un Dios de Dioses.
Ahora estoy francamente emocionado, porque pese a que se avecina una época de intenso trabajo en el cual pasaré más de un momento complicado y duro, además de absorber todo mi tiempo y seso, tengo la satisfacción de saber que, para mí mismo, estoy siendo el artefacto principal de la creación de algo que aportará un bien superior a mucha gente. Y yo soy el creador, una vez más, insisto.
Si a un loco le das herramientas para ser más loco aún, tenemos como resultado la mayor de las locuras. Y yo digo... ¡viva la locura!. Dale a un loco de la lógica más posibilidades de crear estructuras lógicas, y posible e irónicamente todo sea más ilógico que nunca. Así es como funciona. Así es como es. Así es como soy.
Un abrazo.
29 de mayo de 2006
Obstrucción
Esta semana pasada ha sido una de las más difíciles que he tenido que vivir emocionalmente. De las más difíciles que yo recuerde en toda mi existencia, porque se ha hecho patente que los defectos de personalidad acaban pasando factura de un modo u otro, de forma completamente inexcusable, y diluyendo e incluso eclipsando totalmente la presencia de muchas virtudes.
Tras una semana de reflexión constante, de enajenación voluntaria en la medida de lo posible, ha llegado el fin de semana. Y cuando digo en la medida de lo posible supongo que quiero decir que no he podido enajenarme todo lo que quisiera, porque otro tipo de enajenaciones ha turbado mi mente, pero a su vez la ha dotado de una esperanza portentosa.
No, no es por ahí por donde quiero llevar los derroteros de este pequeño texto, al menos por ahora. Como iba diciendo, el viernes pasado se me fue revelado de primera mano el alcance de un terremoto cuyo epicentro era yo mismo. Yo ya lo sabía, tras una semana en la cual no he pensado en otra cosa las 24 horas del día, pero no es lo mismo conocer el camino que andarlo, como ya decían en esa famosa película cuyo nombre omitiré por ser extremadamente conocida. Y dolió. Dolió mucho. Sobre todo de puertas para adentro.
Ah, pero no voy a convertir una vez más esto en una tragedia griega… baste saber simplemente que me he dado cuenta de que la estupidez se paga. Y a veces se paga con un precio tan alto que somos incapaces de saldar la deuda. No sin hundirnos en la miseria. Pero yo no lo estoy. ¿Y por qué?. Pues sinceramente no tengo respuesta a ello, porque pese a que yo entiendo que las vivencias personales son de uno y de nadie más, con los pormenores y puntos de vista, las actitudes y las visceralidades, el modo y las reacciones… son eso, individuales… pues aún así no puedo negarlo: he sido un auténtico y verdadero idiota. Con todas las de la ley. Y ya está. Ahí se acaba todo. No tengo más remedio que seguir hacia delante y, solamente, recordar que de cualquier error siempre se obtiene una nueva experiencia que nos hace madurar y, por ende, no volver a cometerlo. Así al menos yo lo espero.
El viernes apenas dormí (por decir algo). El sábado fue a todas luces un día de transición y nuevamente marcado por la digestión de una serie de platos un poco pesados. Y aquí, evidentemente, hablo de forma figurada. Paseé por el retiro y la Feria del libro de Madrid, donde intenté meterme en los maravillosos mundos del Visual Basic .Net y los mitos Griegos, para acabar en casa de Juan Carlos para disponernos a una cena por sus más que bien llevados 40 años recién estrenados. Si bien la compañía presente además de JC y Manolo no era precisamente de mi agrado (no por desagradables sino por una simple cuestión de empatía) acabé en la cama a las tantas y con un asqueroso olor a tabaco, gracias al impresionante vicio en este hábito de uno de los amigos de JC y del local en cuestión al que fuimos. Y con todo lo pasé bien, para qué engañarnos.
El día de hoy ha sido un poco más distendido. Tras una pequeña mañana de arreglos en casa me he marchado al rastro en compañía de Gustavo (y es que tenía los DVD-R por los suelos, tenía que hacerme con algunos), para terminar comiendo agradablemente en un Wok Express que no conocía y me ha sorprendido gratamente en la estación de Príncipe Pío. Esta ha sido sin duda la mejor parte del día, o la que más me ha hecho olvidarme de los sinsabores de una mente errante. Como el pobre Gus tenía un montón de compromisos y una tarde muy ocupada, decidí quedarme por el centro a la espera de la cena prometida. Pero quedaban la friolera de cuatro horas hasta entonces, así que he hecho todo lo que se puede hacer: que si paseo por Gran vía, que si merienda en un Rodilla, que si me compro un libro en la FNAC, que si me tomo un helado… y por encima de todas estas banalidades, ha estado el constante martilleo en la cabeza de muchas sensaciones agridulces vividas anteriormente, el pensar nuevamente que soy un auténtico necio, y cuanto más pensaba en ello peor me sentía. El rey del melodrama, dirán algunos. Seguramente tengan razón, por no dársela de forma inmediata.
Conclusión: a la hora de llegar la cena, no estuve allí. Estaban todos los demás, pero yo me había esfumado. Apenas hablé. Estaba rodeado de enemigos; mis mejores amigos. Tengo miedo de hablar, de volver a joderla, a ser juzgado. Un juicio merecido por otra parte.
Ha sido entonces cuando ha ocurrido lo inevitable: he perdido los papeles. Por primera vez en mucho tiempo, he perdido los papeles de verdad. Un simple ¿Qué te pasa? por parte de Carlos seguido de la misma pregunta por parte de Jose y entonces ha estallado el demonio en mi, ese que prácticamente nunca aparece, y ha dicho en tono seco, grave, casi a gritos ese horrible NO ME PASA NADA, JODER. ¿VALE?. ESTOY HASTA LAS NARICES DE QUE ME PREGUNTEN CÓMO ESTOY. Y acto seguido me he dado cuenta: he pasado el límite. Últimamente no se me da nada mal eso de sobrepasarlos. Y no me gusta en absoluto. Normalmente soy una persona en completo control de si misma, a todos los niveles. Pero todos tenemos un punto límite.
Y aquí estoy ahora. He llegado a casa y estoy tristemente sentado delante de mi pantalla escribiendo esto, entre la necesidad de dormir y la imposibilidad de hacerlo. Cualquiera que lea esto pensará que estoy mal. Pues no, y ese es el problema más serio. Que no estoy mal. Es más, estoy muy relajado, muy tranquilo, muy consciente de hasta el mínimo elemento que me rodea, de ahora mismo, de esta mañana, de ayer por la noche, del viernes por la tarde… todo converge en este instante. Todo en absoluto. Y llego a la siguiente conclusión: estoy obstruido. Completamente. No siento nada y lo siento todo. No sé lo que debo sentir respecto a nada. He perdido la ilusión en casi todo. He perdido lo que más quería, y sin embargo ahí sigue. Todo es igual y nada lo es ya. Este fin de semana todo ha cambiado. Estoy extraviado, perdido. Quiero encontrarme, pero no tengo ganas ni fuerzas. Simplemente voy a seguir haciendo lo que siempre hago, es decir, mi día a día.
No hay luz en esta oscuridad, pese a que es pasajera. Estoy pasando por un túnel que deseo acabar de cruzar de una vez por todas. Porque sobre todo lo que estoy diciendo, SOBRE TODAS LAS COSAS, tengo muy presente una serie de momentos, vivencias, palabras y sentimientos vividos. Una luz y una esperanza a la que aferrarme. A la que aferrarme sin ninguna esperanza y toda ella a la vez. No estoy solo. No lo estoy. NO, no, no lo estoy. Ya nunca lo estaré más. Es ahora cuando más esperanza debo tener, aunque no la vea por ninguna parte.
Las personas tenemos tendencia a perdernos en nuestro interior, a dejar que aflore nuestra peor parte cuando menos lo deseamos, a mostrar lo mejor de nosotros mismos cuando más frágiles estamos. Así estoy yo. Soy el chico extraviado en un mar de obscenidades, de verdades, de auténtico cariño, de culpabilidad por un desenlace fatal.
Ahora, mientras me retiro a mi cama a intentar cerrar los ojos y conciliar el sueño, intentaré aferrarme a la esperanza que me queda, un pensamiento alegre, mientras los ecos de The blower’s daughter de Damien Rice siguen paseándose por mi mente…
Un abrazo.
27 de mayo de 2006
El dilema del sentir
Y los sentimientos, al igual que la vida, se extinguen.
Cuando uno de nuestros sentimientos muere
Nosotros también morimos un poco con él.
Por tanto, vivir y sentir es morir un poco cada día.
¿Dónde empieza la vida? ¿Y la muerte?
¿Es acaso lo mismo?
Si vivo sin sentir no estoy vivo.
Si siento seré feliz, pero mi vida se verá absorbida.
Y me será arrebatada de forma lenta pero segura.
Muchos son los que prefieren la muerte, o la muerte en vida.
Y otros, como yo, no quieren jamás dejar de sentir.
Sentir y vivir, sufrir y morir.
¿Qué es el placer sin el dolor? ¿Dónde empieza el uno y acaba el otro?
No tengo la respuesta. Tampoco la quiero.
Aunque a veces, sin quererlo, la busque.
Sólo hay, para mi, una auténtica certeza:
No hay nada más bello que la vida en todo su conjunto.
Un abrazo
20 de mayo de 2006
There and back again
Un abrazo.
19 de mayo de 2006
Tus treinta
Yo no he podido ser testigo de la mayor parte de tu existencia. Tengo pequeños jirones de ella dentro de mi (y que en cierto modo son parte de mi también) que has tenido la delicadeza de compartir conmigo. Puedo verte ahí ahora mismo, e incluso teletransportarme contigo a través del tiempo y el espacio, correr por el campo, andar por las calles de Sigüenza al anochecer, asistir a clase en el Instituto con Bea o Laura, leer en un parque o en el cercanías, permanecer tumbado boca arriba en El Retiro, ver la tele en casa de Carlos, pasear a la deriva por Venecia, sacar a Nano a la calle, llorar de emoción o de tristeza, o sentir el sonido de tu contagiosa risa que es capaz de hacer desaparecer cualquier tono grisáceo del día más aciago. Sí, yo también estoy allí. Y me alegro muchísimo.
Eres el retrato de un niño pequeño, que sonríe exactamente igual que lo hace ahora, y que lleva un gorrito mientras le llevan de paseo. También eres el del chico gordito que se iba de excursión con Bea y escribía hermosos poemas de amistad imperecedera, el mismo que grabó su primer video digital en la boda de ella, a la cual por supuesto no faltaste... el que está en Brujas, Vietnam o Marruecos junto a Carlos... el que está apoyado en una farola en Padua o lleva una camisa blanca de manga corta mientras anda por el paseo que hay frente una playa (la primera imagen visual que tuve de ti).
También eres, y esto es algo ya que queda almacenado para siempre en mi mente, la gran espalda que me encontré aquella tarde en la puerta del FNAC, a la cual llamé la atención con un dedo, para que esta se diera la vuelta y me obsequiara con aquella primera sonrisa arrebatadora. Y aquel chico que me abrazó en medio de la calle Fuencarral a primeros de diciembre para paliar mis miedos, el que llevé infinitas veces a su casa mientras aparcaba en un vado, a quien ayudé a montar su primera casa, con quien tomaba café y tostadas por las mañanas en la cafetería más cercana a esta, el que fue a ver el Episodio III el día de su 29 cumpleaños, y quien compartió conmigo uno de los viajes más importantes de mi vida. Eres aquel que observaba bajo las estrellas y entre el gentil viento las imponentes luces del Downtown de Manhattan desde el Empire State, el que paseaba por La granja entre las hojas otoñales, el que recorrió la costa que separa Torremolinos de Marbella en coche mientras pensaba en sus días de juventud en Benalmádena, y también el mismo que observó el atardecer desde el mirador cercano a la Alhambra de Granada, y aún más, eres el que se tenía que tapar los oídos desde las calles de Bilbao o el que pasaba noches en un hotel de Guadalajara esperando cumplir tus obligaciones profesionales, mientras te sorbías el seso escogiendo música de bandas sonoras para hacer una presentación. Y eres, sobre todo, la persona que me abrazó en cuerpo y alma mientras mi espíritu se descomponía en pedazos al recibir la noticia de la pérdida de mi ángel protector, pese a que tú mismo entonces te encontrabas dividido entre el cariño y la obligación de estar a mi lado, y la necesidad de ser honesto conmigo.
Pero es que aún por fortuna puedo ver más allá, y sigo viendo todo aquello que acabo de relatar, aunque no llega ni al 1% de todo lo que podría escribir. Eres una persona tan llena, tan imponente, tan viva... pero ciertas cosas no son relatables ni deben serlo. Y aún puedo ver hacia dónde avanza este muchacho que hoy cumple treinta años. Te veo en tu casa viendo películas, escribiendo, trabajando duramente como siempre, paseando por las calles de Praga, ilusionado ante la perspectiva de un futuro prometedor que anhelás alcanzar con todas tus fuerzas. Te veo en la Gran Vía por las tardes o saliendo del metro de Argüelles o Tribunal. Y ahí estás. Sigo viendo al muchacho en su pasado, su presente y su futuro. Veo lo que has sido, lo que eres, lo que serás. Siento como si te conociera desde siempre. Porque me dejas, porque me quieres, y porque yo a ti también. Y así seguirá siendo. Inevitablemente.
Si alguien como yo, que no soy demasiado inteligente, ni observador, y el cual ha aparecido tan recientemente en tu vida, es capaz de poder ver tanto de ti, tanta fuerza que tienes dentro, tantas cosas que has vivido, tantas que aún te quedan por vivir (que son muchas más), y sobre todo, todo lo que has crecido por dentro a través de tus años de vida, es porque tienes dentro una luz que brilla intensamente y que nadie te puede arrebatar.
Por favor, no me malinterpretes. Yo solo soy un mero observador. Eso es todo lo que he visto y es posible que no haya sido así, pero recalco que ¿quién soy yo para saber quién eres tú?. ¿Quién es este chico que cumple treinta años según mi punto de vista?.
Tú eres el tipo de persona que hace que una persona como yo sea capaz de escribir las cosas que acabas de leer.
Brindo porque tus próximos 30, y después esperemos que los 30 posteriores, sean tan intensos, hermosos y llenos de vivencias como los que has vivido hasta este mismo momento. Brindo porque sigas creciendo tanto como lo has hecho hasta ahora. Brindo por tu felicidad. Brindo por nuestra amistad. Brindo por ti.
Muchísimas felicidades, Sergio.
18 de mayo de 2006
Saga de Géminis
17 de mayo de 2006
16 de mayo de 2006
Encuentro inesperado en La Latina
Todo ha sido muy surrealista, desde ese encuentro en la calle Toledo, completamente de rebote y acordado en tan solo unas horas. Surrealista fue la opípara cena en compañía de Ofe, Eva e Isra y la deliciosa tortilla, magro y alitas que allí comimos. Surrealista fue que no os conociera a ninguno de los cuatro y que me sintiera tan comodamente como si estuviera con gente que ya conocía de tiempo atrás. No tan surrealista fueron tus miradas y tu sonrisa de pillo. Ni tampoco que te dijera “sí” a una pregunta que llevaban mucho tiempo sin hacerme.
A la mañana siguiente, aún seguíamos juntos. Y fuimos a pasear vestidos de pipiolos por el Rastro, y acordamos comprarnos una de esas películas de 2 por 1 en los quioscos, una para cada uno. Y nos tomamos un refresco. Y reímos y nos vacilamos. Que bien me sentí con todo aquello.
Ayer, sin embargo, hice algo muy muy malo: acordamos cenar e ir al cine, y accediste a mi insistencia a ver una película espantosa. Me mereceré durante mucho tiempo tus embates por haber hecho semejante barrabasada. La primera vez que vamos al cine juntos, y encima esto.
No sé muy bien quien eres, no sé dónde iré, irás o iremos, pero una cosa sí te puedo decir claramente: me has hecho sentir bien, ligero de corazón de verdad, en mucho tiempo. Guardo estas sensaciones como oro en paño, cada una de ellas. Gracias de verdad, Nacho.
Rollo bollo políticamente correcto
12 de mayo de 2006
Cuarenta y tres
Anoche mientras dormía, y la inquietud del sueño me asaltó durante la noche, desperté de forma súbita y apareciste en mi mente. Fue entonces cuando me acordé de tus 43. Y volví una vez más a pensar en cuando tenías menos de 36, sobre todo después de los 18, que es cuando llegaste a mi vida o más bien yo llegué la tuya, pues fuiste tú uno de las dos personas que me dio el regalo de la vida.
Y sí, me diste la vida en muchos sentidos. Incluso después de que la tuya se apagara seguiste ahí para guiarme por el camino correcto, tal y como siempre hiciste o quisiste hacer. Y sigue pasando el tiempo, año tras año, y desde entonces y aunque a veces me he desviado ahí está tu imagen, todo lo que hiciste, dijiste, sentiste y transmitiste. Es la luz que siempre sigo cuando me pierdo. No he olvidado nuestra promesa. Ya soy un hombre y gracias a ti me he convertido en uno lo bastante íntegro como para saber que promesas como la que tú y yo nos hicimos muchos años atrás no se deben hacer a la ligera, y cumplirlas. Y las cumplo. La que te hice y todas la que he hecho desde entonces.
No quiero extenderme más antes de que las lágrimas empiecen a brotar imparables por mis ojos, reflejo de lo mucho que desearía volver a estar abrazado a ti, volver a ver Sleepers contigo, volver a ir a ver el fútbol al Itaca y echar un billar, comer contigo y la abuela en Escalona. Volveré a escribir nuevamente, una y otra vez si hace falta (porque nunca me canso de hacerlo) acerca de todo lo que llevo dentro mía de ti. Pero ahora debo seguir mi camino, un camino del cual nunca vas a apartarte. Tú y yo somos uno solo. Siempre ha sido así y siempre lo será. Y estoy tremendamente orgulloso de ello. Estoy orgulloso de ti. Estoy orgulloso de ser tuyo.
Feliz cumpleaños, papá. Te quiero. Te echo de menos.
11 de mayo de 2006
Historia de un Rey, un General y unos Obreros
Ocurrió un día que el rey recibió la noticia de que en un plazo de dos años recibiría como huésped al príncipe otro gran reino, algo que si bien le proporcionó mucha alegría también le trajo preocupación, porque él estaba muy orgulloso de su reino y quería dejar impresionado al príncipe, y deseaba en lo más profundo de su corazón que este tuviera que reconocer la superioridad de su reino frente al de él.
Se le ocurrió entonces que podría construir un enorme y hermoso jardín en la zona céntrica de la capital del reino, el más glorioso que hubiera existido nunca en el mundo, y para ello llamó a uno de sus Generales de mayor confianza para encargarle la labor de construcción.
Este aceptó con mucha ilusión el cometido de su rey, y contrató a muchos obreros para que empezaran la construcción del jardín. Estos, de igual modo, aceptaron de buen grado el encargo y, sabiendo que había dos años por delante, pensaron en todos los más pequeños detalles para hacer ese jardín aún más hermoso de lo que se había propuesto el rey. Querían complacerle, y ellos mismos encontraban gozo en hacer algo tan hermoso. Y así, siendo todos felices y llenos de ilusión, comenzó el proceso de construcción.
Cuando hubo transcurrido un año desde ese día, el jardín estaba quedando realmente bello, superando todas las expectativas puestas en él. Pero entonces el rey recibió una nueva carta del príncipe, confirmando que su visita se adelantaba y que llegaría al reino en un plazo de tres meses. El rey quedó perturbado acerca de la construcción del jardín, y preguntó al general si este estaría terminado en ese tiempo.
Con toda honestidad, el general llevaba bastante tiempo desvinculado del proceso de construcción, ya que aún quedaba mucho tiempo y, sinceramente, tenía mejores cosas que atender en el día a día. Pero como era un hombre orgulloso y no quería reconocer ante el rey que no sabía nada del asunto, además de tener la certeza de que, fuese como fuese, el trabajo quedaría terminado, contestó al rey con un rotundo Sí, por supuesto.
El general se dirigió a los obreros para comunicarles la noticia, y estos quedaron consternados, indignados y extremadamente acongojados. Lo que el general les pedía era imposible, a menos que se deslomaran día y noche en sus respectivas obligaciones. Pero el general se mostró impasible y, en tono intimidatorio, recordó a los trabajadores que su sustento dependía de la correcta realización de su trabajo.
El día a día de los obreros se convirtió en un infierno, y con el cuerpo y alma doloridos siguieron trabajando hasta que perdieron toda ilusión en el objetivo final. Ya no les importaba pensar que estaban creando algo hermoso, tan solo que vivían para trabajar y que a nadie parecía importarle su sufrimiento. No veían a su familia, se les ennegrecía el corazón, empezaron los recelos entre ellos, los odios, las enemistades, las quejas...
Cuando todo hubo terminado el jardín quedó finalizado en verdad, pero no con la forma que ellos esperaban. La impresión que daba este jardín cuando uno paseaba por él era de carácter muy peculiar: era como observar un diamante gigante y hermoso que no había sido totalmente pulido. Y es que, cuando se trabaja en una labor sin ilusión, nunca pueden quedar las cosas igual que cuando se tiene.
El príncipe visitó el jardín y le comunicó al rey esta misma opinión. Y el rey no llegó nunca a entender el por qué las cosas habían salido de ese modo. No era una derrota, pues evidentemente el príncipe (que era mucho más sabio y perspicaz de lo que el rey había pensado) reconocía la parte de la labor bien hecha, pero desde luego no quedó extremadamente sorprendido como él deseaba.
Pues, ¿llegó el rey, desde su alto trono en el palacio, conocer en algún momento el sufrimiento y la angustia de los obreros?. No, jamás se molestó. Delegó su idea y ahí terminó todo trabajo y responsabilidad para él, si es que la tuvo alguna vez. Es más, ni el despreocupado general llegó a ver en el día a día este sufrimiento, ni siquiera le importaba. En su egoísmo, sentenció a mucha gente que ni siquiera conocía a una vida miserable, aunque fuera por corto tiempo. Pero hizo mucho más grave que eso: arrancó la ilusión de toda esa gente. Y jamás quiso reconocer lo que había hecho, ni se llegó a dar cuenta de ello. Solo quería su propia gloria sin tener en cuenta las consecuencias.
Si el rey se hubiera molestado en conocer qué pasaba en ese jardín durante su construcción, si hubiera proporcionado más ayuda, y si se hubiera dado cuenta de los verdaderos colores de su general, todo habría sido muy distinto. Lo mismo ocurre con el general: si no hubiera sido tan egoísta y hubiera hablado sinceramente con el rey, o con cierto conocimiento de causa, también las cosas hubieran ido mucho mejor.
¿De quién es, por tanto, la culpa?. ¿Del rey por no querer conocer la situación?. ¿Del General por su falta de implicación y honestidad?. ¿O de los obreros por aletargarse y no prever que algo así podía ocurrir?.
No lo sé, es sinceramente una pregunta sin respuesta. Al final sólo quedan dos cosas, únicamente dos: el resultado final y el sufrimiento padecido para obtenerlo (y aquí, los obreros se llevan la peor parte). Por desgracia, lo demás no cuenta, o pasa de largo, o queda en el olvido.
Un abrazo.
10 de mayo de 2006
8 de mayo de 2006
Tinúviel
Entonces todo recuerdo de su pasado dolor lo abandonó, y cayó en un encantamiento; porque Lúthien era la más hermosa de todos los Hijos de Ilúvatar. Llevaba un vestido azul como el cielo sin nubes, pero sus ojos eran grises como la noche iluminada de estrellas; estaba el manto bordado con flores de oro, pero sus cabellos eran oscuros como las sombras del crepúsculo. Como la luz sobre las hojas de los árboles, como la voz de las aguas claras, como las estrellas sobre la niebla del mundo, así eran la gloria y la belleza de Lúthien; y tenía en la cara una luz resplandeciente.
Pero ella desapareció de súbito; y él se quedó sin voz, como presa de un hechizo, y durante mucho tiempo erró por los bosques, impetuoso y precavido como una bestia, buscándola. La llamó en su corazón Tinúviel, que significa Ruiseñor, hija del crepúsculo en la lengua de los Elfos Grises, pues no conocía otro nombre para ella. Y la vio a lo lejos como las hojas en los vientos de otoño, y en invierno como una estrella sobre una colina, pero una cadena le aprisionaba los miembros.
En la víspera de la primavera, poco antes del alba, Lúthien bailó en una colina verde; y de pronto se puso a cantar. Era un canto vehemente que traspasaba el corazón como el canto de la alondra que se alza desde los portones de la noche y se vierte entre las estrellas agonizantes, cuando el sol asoma tras las murallas del mundo; y el canto de Lúthien aflojó las ataduras del invierno, y las aguas congeladas hablaron, y las flores brotaron desde la tierra fría por la que ella había pasado.
En ese momento el hechizo de silencio cesó de repente, y Beren la llamó, gritando Tinúviel; y los bosques devolvieron el eco del nombre. Entonces ella se detuvo maravillada y no huyó más, y Beren se le aproximó. Pero cuando Tinúviel lo miró, la mano del destino cayó sobre ella, y lo amó; no obstante, se deslizó de entre los brazos de Beren y desapareció en el momento en que rompía el día. Entonces Beren cayó desmayado en tierra como quien ha sido herido a la vez por el dolor y la felicidad, y se hundió en el sueño como en un abismo de sombra; y al despertar estaba frío como la piedra, y sentía el corazón árido y desamparado. Y con la mente errante andaba a tientas como quien ha sido atacado de súbita ceguera y trata de atrapar con las manos la luz desvanecida. Y así empezó a pagar el precio de la angustia, por el destino que le había sido impuesto; y en este destino estaba atrapada Lúthien, y siendo inmortal compartió la mortalidad de Beren, y siendo libre se ató con las cadenas de Beren; y ninguna Eldalië había conocido una angustia mayor.
Sin que Beren lo esperara, ella regresó al sitio donde el estaba sentado en la oscuridad, y hace ya mucho en el Reino Escondido puso su mano en la de él.
Redundancia Cero
Por partes. Como el asunto redundancia cero (palabras que se van a repetir mucho en las próximas lineas) es un término bastante técnico, haré una breve explicación. Informáticamente hablando, una base de datos es un conjunto de tablas relacionadas entre sí por una o varias claves vinculantes. Cada una de estas tablas, a su vez, contiene campos de información organizados en registros individuales. De esta manera, cualquier tipo de información bien estructurada queda perfectamente organizada y, lo que es más importante, carece absolutamente de redundancia: la redundancia cero, el sueño de cualquier programador de base de datos. Por ejemplo, podemos tener una tabla de Trabajadores con una serie de datos: Identificador de trabajador, Nombre, Apellidos, Dirección, Teléfono, DNI, etc. A su vez, tenemos otra tabla de, por poner otro ejemplo, Incidencias de trabajador con otros datos: Fecha y hora, Identificador de informe de incidencia, Identificador de trabajador e Identificador de Incidencia. Con un simple número, un identificador de trabajador, ya hemos vinculado a una incidencia (porque un trabajador puede tener varias) a un informe de incidencias. A su vez, como acabo de decir, hay un identificador de incidencia, que nos vincula a una aparentemente existente Tabla de listado de incidencias. Se aplica lo mismo que acabo de decir con el identificador de cliente. Así, con estos identificadores relacionados entre sí entre n tablas, conseguimos en mayor o menor medida esa redundancia cero.
¿Parece complicado?. Pues imaginad, por un instante, que una base de datos se compone de digamos más de 100 tablas interrelacionadas entre sí por múltiples factores como el que acabo de exponer (que dicho sea, es la base de las bases de datos relacionales, su forma más sencilla). Está claro que en una tesitura de esas características, obtener la redundancia cero es una quimera, un imposible, algo que no se puede conseguir. Y si se puede, desde luego supone un auténtico prodigio de destreza mental, organizativa. Como diría Doc de Regreso al futuro, Hay que pensar en cuatro dimensiones.
Pongámoslo aún más difícil: digamos que las tablas principales de esta base de datos contiene, literalmente, millones y millones de registros. Digamos que te piden hacer estadísticas complicadísimas en base a esos millones de registros. Señores, es en este punto cuando la redundancia cero llega a su fin absoluto: por mucho que hayas trabajado en diseñar la base de datos perfecta en lo referente a redundancia de datos, te vas a ver obligado a crear una segunda base de datos con nuevas tablas y registros que, evidentemente, reunirán una serie de datos simplificados y optimizados, ya calculados, basados en la base de datos original. Un ejemplo claro: si tienes datos concretos de ciertos aspectos de un día, y en un solo día tienes casi 30.000 registros, eso hace que al mes tengas aproximadamente 900.000 registros. En un año, esto serían 10.800.000. En 4 años, esto serían 43.200.000. Y entonces resulta que necesitas datos resumidos de un mes concreto, comparándolo con los mismos datos del mes anterior y posterior. La cantidad de búsqueda y cálculos a realizar es realmente abrumador. Y si luego resulta que necesitas lo mismo para un año concreto en base a los datos mensuales, subimos aún más de nivel. ¡La cosa se complica!. Conclusión: hazte un resumen de los datos mensuales y guárdalos en otra parte, para que cuando te pidan los datos del año ya tengas todo calculado. Si bajamos al nivel más bajo, el coste de tiempo y rendimiento es extremo. Si lo tienes ya guardado en otra parte, el cálculo es inmediato. La cosa está clara, ¿no?. No, no lo está. Hemos sacrificado la redundancia cero en favor de una simplificación de la situación.
Oh, pero lo siento. Me temo que me he metido en una parafernalia extremadamente compleja y mareante. ¿Hbéis llegado hasta aquí leyendo?. ¡Enhorabuena!. Estoy seguro de que podéis aguantar un poco más.
Lo que he querido decir, en cristiano, es que la redundancia es en muchas ocasiones NECESARIA. No queda más remedio. Si nos limitamos al ámbito de la informática, todo se resume en que hay que ser lo menos redundante posible. Pero cualquier informático que se precie de serlo sabe que la redundancia cero solo existe en procesos simples. Y ahora vamos a ir más allá y vamos a aplicar esto mismo a la vida real, a lo visceral, a las emociones, al día a día de uno. ¿Existe mucha diferencia entre el ámbito informático y cualquier otro?. La experiencia me ha demostrado que no.
La informática es organizada, cuadrada, limitada, fría, indiferente, precisa. En ese aspecto no hay discusión posible: no se puede comparar (¿o sí?) con la vida real, y asimismo la programación es una colección de algoritmos matemáticos y lógicos estructurados. Os sorprendería saber cuánto se parece la lógica filosófica con la informática. Apenas se distinguen, son hermanas gemelas. Por eso tengo el atrevimiento de decir que estamos hablando, en general, siempre de lo mismo. Los ámbitos no existen, sólo cambia la naturaleza de los mismos.
Pero ya vuelvo a enredarme en tecnicismos y lo siento mucho, al fin y al cabo soy un animal de oficina encerrado en esos mismos algoritmos y no lo puedo evitar. Voy a llegar, ahora mismo, a una conclusión y, por tanto, establecer mi reflexión.
No existe la redundancia cero en la vida salvo en asuntos excesivamente simplistas. No hay verdades absolutas. Simplemente no existen. Y a veces, solo a veces, me da la impresión de que las personas nos negamos a nosotros mismos la creaciónn de una segunda base de datos en nuestra mente para simplificar los problemas y obtener conclusiones de esta, y en vez de eso tiramos de la raíz de dichos problemas, es decir, de la primera base de datos. Si somos capaces de asumir que la redundancia presente en nuestras vidas es algo necesario, podremos obtener soluciones mucho más rápidamente a todo, sea de mayor o de menor relevancia. ¿Podemos llegar a comprender la importancia de la presencia redudante?.
El exceso de redundancia es realmente malo. Hace que todas las cosas engorden innecesariamente. La carencia absoluta de la misma implica complicación excesiva e igualmente innecesaria. Conclusión: las personas nos encontramos en una lucha constante para optimizar nuestras ideas sin caer en la redundancia fácil. Pero muchas, muchísimas veces no queremos ver que la redundancia cero es IMPOSIBLE. Asumamos eso y nuestra vida será mucho más sencilla.
Un abrazo.
7 de mayo de 2006
No quiero
5 de mayo de 2006
Son mis amigos
Como dice esa canción de Amaral, Son mis amigos, en la calle pasábamos las horas. Acabo de recibir un E-Mail de mi queridísimo Jose en el cual estaba esta foto de mis queridos amigos en una cena a la cual yo no pude asistir por haber emigrado a las Galicias. Les traje a todos los chicos una camiseta de Dublín, y a Gemita le traje una ovejita Leprechaun, que sé que le gustan esas cosas. Pues se hicieron una foto juntos con los presentes y me la han mandado. Me ha hecho muchísima ilusión verla y por eso la pongo aquí.
De izquierda a derecha: Dany, su novia Gemma, Miguel y Jose (¡tan enamorados ellos!), y finalmente tenemos a la reina de los mares: torbellino Carlos. ¡Qué guapos salen todos!.
Pues sí, son mis amigos. ¡Y por mucho tiempo, espero!.
Un abrazo.
Vuelve el hombre
Su mujer debe estar orgullosa. Seguro que se pasa el día cantando Mujer florero de Ella Baila Sola. Esta mañana he tomado café con él y otras personas. Que envidia me da, no deja de presumir de que su mujer le compra la ropa interior, que ¿para qué se va a molestar él con la de trabajo que tiene, si tiene a una esposa fiel, de las buenas, de esas que le tienen siempre la casa limpia y la comida hecha para hacerlo?. La verdad es que es normal... para eso él se desloma a trabajar, para darle esa vida despreocupada. Lo mínimo es que ella haga todo eso, ¿no?. Javier también presume de cómo su mujer se levanta una hora antes que él para tenerle preparado un buen desayuno y el traje recién planchado y preparado. A Javier le gusta la bollería fresca, y ella baja encantada a por ella todas las mañanas.
Esta mañana la conversación giraba en torno a su ropa interior, al último partido del Madrid y, por supuesto, de política. Javier es de ultraderechas, ¡como debe ser!. Su tono del móvil es una marcha militar, ¡por supuesto!. Y sostiene que España es una unidad, que está hasta los huevos de los putos catalanes, vascos, andaluces y gallegos. Un sonoro ¡joder! Es lo que utiliza para terminar la frase. Qué ideales, qué ímpetu... siento que este hombre me conquista por momentos.
Comenzamos a hablar de cine mientras tomamos el café. Hablando de los oscars, aparece Brokeback Mountain en la conversación. Yo les comento que me parece una buena película, pero no tanto como comenta la crítica. Entonces, un Javier le dice al otro Javier deberías ver tú esta película. Entonces empezó a soltar una serie de epítetos hacia el colectivo homosexual que ya terminó por conquistarme del todo: No jodas, esa peli es de maricones. A esos habría que colgarles por las pelotas y quitarles el vicio de raíz. Madre mía, si es que es TAN MACHO... me tiene fascinado, de verdad.
Es hora de volver a la faena, al trabajo. Javier se marcha también, a fumarse un cigarro fuera del edificio. Malboro, por supuesto, que para eso él es tan, tan, tan hombre.
Quedan pocos hombres como Javier. Que pena. Yo, cuando sea mayor, quiero un hombre así para mi, un hombre auténtico, un auténtico MACHOTE que me trate como me merezco. Un hombre al que servirle la copa cuando llegue a casa, hacerle la cena, que me mantenga. Y, sobre todo, que tenga ideales tan apasionados sobre los asuntos principales de la vida.
Suspiro por un hombre así...
3 de mayo de 2006
Aldebarán de Tauro
2 de mayo de 2006
Olores y Sabores de Galicia
Sanxenxo, en primer lugar, huele a mar, a norte, al inconfundible aroma de las costas gallegas. La maravillosa brisa fresca que lleva sal en su vaivén procedente de las rías baixas es otro de esos olores sensacionales que te deleitan cuando llegas aquí.
No recuerdo ya el número de veces que he venido aquí, a Noalla, cerquita de Sanxenxo y Portonovo, pero cada vez me gusta más. Y pienso en todo lo que he visto, sentido, olido, saboreado y experimentado entre estos maravillosos paisajes a lo largo de los años. Y pienso, de igual modo, en todo lo que aquí ha acontecido y cómo ha llegado a establecerse una curiosa cadena de vínculos a partir de la casualidad más absoluta.
Conocí a Jorge de la forma más fortuíta, un día en un Chat, hace ya la friolera de 8 años, y empezamos a chatear. Con el paso del tiempo ese chateo se convirtió en amistad en la distancia. Y finalmente, en 2002, él vino a Madrid y nos conocimos. Y pocos meses después yo vine aquí a Galicia a pasar unos días en su casa. A raíz de ahí, esa cadena de vínculos extraños empezó a crecer. Yo hablé de este sitio a mis amigos. Ellos vinieron a la casa de apartamentos de alquiler de los padres de Jorge e hicieron amistad. Estos amigos, a su vez, hablaron de este lugar a otros amigos. Y la historia se repitió. Y cuando pienso en la de gente que conozco que ha venido aquí y ha establecido un vínculo especial con Sanxenxo, pienso… ¿y si nunca hubiera chateado aquel día con Jorge?. Qué curioso, en verdad. Yo hoy en día no soy amigo de Jorge. Ni siquiera él está aquí. La vida trae estos cambios tan extraños. Aquí estoy, con María, Jose y la pequeña Paula, por primera vez juntos en Sanxenxo aunque ellos ya han estado aquí sin mí. Y veo que, efectivamente, ellos tienen la misma sensación de felicidad, de familiaridad, con este lugar.
Recuerdo una noche de verano en la playa de hace 4 años con Jorge y Javi, a las 3 de la mañana en la playa, tocando la guitarra y cantando canciones, mientras escuchaba y sentía las olas del mar, el sabor de la carne y la tarta del mesón Don Camilo, los largos paseos por la playa de La lanzada ya sea haciendo sol, lloviendo, con o sin gente. Recuerdo hacer el amor cariñosamente. Recuerdo las risas y los buenos momentos en la terraza por el día y por la noche, los delirios al estar extenuado y haber tomado demasiado café. Recuerdo la tortilla de Isa, el puente de la isla de la Toja, las calles de O Grove, los helados del puerto, el paseo con Sergio por San Vicente del Mar, o los deliciosos e incomparables atardeceres en la playa de Bascuas. Me acuerdo de las cenas con Jose, Lorena y Ángel en los sitios más estrambóticos, de los paseos por la zona peatonal de Pontevedra al atardecer, las horas de espera en la estación a que Javi cogiera el tren a Coruña, de la bocadillería de la plaza, los locales de Vigo, y también recuerdo el café mañanero por el centro de Santiago de Compostela, además del sabor de un buen vino Alvariño en cualquier reunión social.
Oh Dios, de cada una de estas cosas que he mencionado podría contar mil batallas, mil historias y matices. Pero todo está dentro de mi cabeza, descuidad. Tantas emociones, tanto vivido en esta maravillosa región. Isabel dice que me estoy volviendo un poco gallego (si no lo soy ya), y puede que tenga razón. La última vez que estuve aquí fue en Septiembre y fue maravilloso, y necesitaba volver. Y lo necesitaré nuevamente cuando de aquí me haya ido. Me siento, aunque suene raro, en casa. Estoy en casa. Ahora mismo, mientras escribo estas palabras, estoy sentado tranquilamente en mi habitación y puedo observar por la ventana el huerto de Isa y Rubio, los orreos de los vecinos, las enredaderas, el brillo del sol al reflejarse en la ría baja, y al fondo, la fabulosa playa de La Lanzada.
Galicia huele a nostalgia, a vida, a calor y frío, a tierra mojada y aire fresco y perfumado. Y sabe a buena comida, a pulpo, a sepia con arroz, a las tortillas de Isa, a cualquier cosa que nuestro paladar disfrute como algo exquisito y único. Y sobre todo huele a recuerdos, a muchos recuerdos que no se irán nunca de mi mente.
Un abrazo.