26 de octubre de 2005

Nadie quiere a Harry

Hace unos días se me ocurrió la más que brillante idea de organizar una kedada para ir a ver Harry Potter y el cáliz de fuego, que se estrena dentro de un mes. Como es una película esperada (al menos por mi, una barbaridad) y presumiblemente las entradas se pondrán a la venta en breve, decidí hacer un Mailing a los posibles interesados para ir a ver la película. No he recibido más que tres respuestas, cuando el Mail iba dirigido a bastantes más personas (aunque tampoco un regimiento).

Esto me ha hecho pensar bastante en los últimos 3 o 4 días, y he llegado a una conclusión tácita: no volver a hacer esto NUNCA MÁS. Estoy cansado de ser un pelele al cual se ignora, una especie de payaso que no tiene nada mejor que hacer que organizar encuentros del tipo vamos al cine, vamos de cena. Siempre acaba igual: con una bofetada en la cara, de forma figurada pero igualmente dolorosa.

Hace unos meses me pasó igual: me puse en contacto con unos antiguos compañeros de trabajo para cenar, y prácticamente todos pasaron. La cosa quedó en agua de borrajas.

Me siento ridículo, no puedo evitarlo. Mi intención es, simple y llanamente, que mis amigos y yo tengamos un buen plan y lo pasemos bien: un cine con una buena película, y una cena, o lo que se tercie... pero es evidente que este punto de vista no es compartido por la mayoría.

Se acabaron las kedadas de Dani. Esta es la última. Ya hay algunas personas que me han dicho que vendrán, pero curiosamente no es ninguna de las que mandé el correo. Las únicas respuestas que he recibido vienen de mi amiga Cris, que me ha dicho que viene, y las de otra Cris que no puede venir, y de María, que tampoco podrá.

En cierto modo me siento como la Clarissa Dalloway de Virginia Woolf, o la Clarissa Vaughan de Las horas, personajes con personalidad paralela. Siempre queriendo hacer cosas, siempre queriendo reunir a gente... ¿Para qué?. Para nada, salvo decepcionarse. Y yo lo estoy, aunque es una decepción que ya no duele. Simplemente provoca una ira moderada.

En fin, Harry, se ve que nadie te quiere...

Un abrazo.

25 de octubre de 2005

Lo tuyo es puro teatro

Alucinando estoy últimamente con la falsa actitud de algunas de las personas que me rodean. Supongo que no debería sorprenderme de que las personas muestren una cara y por detrás pongan otra. Es el pan de cada día, y yo mismo muchas veces tengo que hacerme el loco o aparentar que alguien me cae bien y no es así.

Sin embargo, cuando tú eres testigo de una de estas actitudes, máxime cuando ambas partes son importantes para ti, pues no deja de jorobarte bastante.

Es decir, que un amigo tuyo conoce a otro amigo tuyo y los dos se hacen superamigos, para luego, a espaldas el uno del otro, hacerse de menos. “Que si no es tan amigo mío, que si ni pincho ni corto con ese, que si yo esto te lo digo a ti en confianza...”

Odio hacer las cosas por compromiso, como se suele decir. Odio tener que decirle a alguien que venga a algún sitio cuando en realidad no deseo hacerlo, no deseo la compañía de esa persona. Y si para colmo te crees que va a acceder encantadísimo, pero en realidad ya está pensando en qué excusa poner para no ir, ¿qué sentido tiene todo?. Absolutamente nada. Es teatralidad pura y dura.

No hablo en este caso de algo que me haya pasado a mi: más bien soy testigo de ello. Pero hace poco he pasado por una situación así yo mismo y no lo resolví demasiado bien, en verdad. De hecho me fastidió mucho, porque podía haber hecho lo que realmente quería y no lo hice. Y tras lo que he sido testigo en estos días, me prometo a mi mismo, dentro de lo que pueda, no ser tan cínico ni hacer las cosas por ese compromiso inexistente.

Porque si ya es malo descubrir el cinismo de un amigo con respecto a ti, también es jodido comprobar lo falsos que pueden llegar a ser dos conocidos tuyos con ellos mismos, siendo tú el espectador que observa ambas partes sin que ellas se vean entre sí.

Un abrazo.

24 de octubre de 2005

Un año de amor

Hace poco más de un año vivía más o menos como ahora: mis idas y venidas al mismo trabajo, las mismas historias, los mismos amigos... y era feliz con todo ello. Atrás quedaron hace ya mucho tiempo mis vaivenes personales. Las aguas turbulentas se habían calmado en todos los sentidos y como persona empezaba a gozar de una independencia y autoestima que hasta entonces no había conocido.

Pero... ¡sí!. Incluso en este tipo de situaciones idílicas hay un pero. Y es que estaba emocionalmente cerrado. A todo. No quería dejar entrar a nadie en mi corazón. No era una cuestión de “estoy sólo y me gusta sentirme bien así", sino que en verdad estaba completamente a la defensiva, hasta extremos insospechados. Si me hablaban de la palabra amor, yo contestaba “El amor no existe. Lo que existe es una combinación de factores que, unidos, nos llevan a creer que sufrimos ese estado que llamamos 'enamoramiento': pasión, cariño, necesidad, dependencia, apoyo... y un largo etcétera". Una fórmula matemática y lógica de las que tanto me gustan y en las que tanto baso mis creencias trascendentales de la vida. ¿Cómo no iba a ser así?. Ya que soy alguien tan visceral, emocionalmente hablando, tengo que intentar aplicar algo de lógica a mis propias locuras. ¡Demasiado he sufrido por mi culpa con mis visceralidades!. Sin más implicados: yo conmigo mismo, pero salpicando, hablando mal, de mierda, a mis seres queridos de un modo u otro.

Pese a todo, era feliz. Ese escudo emocional lo veía como algo positivo y sin duda lo era: cumplía su función a la perfección. Entonces ocurrió lo que suele pasar con este tipo de cosas: aparece alguien o sucede algo que convierte las reglas de la lógica en variables imposibles de aplicar. Le conocí a él.

Fue la primera vez que le vi cara a cara. Fue en ese momento, sin mediar palabra, en un segundo que duró una eternidad, cuando mi lógica se desplomó. Fue un “algo” extraño, un escalofrío, un “¡Guau!”, o simplemente un embobamiento. Qué de matices transmitía su rostro... nada que ver con lo físico.

El resto de la historia es algo que prefiero reservar para mi, pues nos pertenece solamente a los dos, y ahí debe permanecer. Pero como ya habréis intuido, este texto tiene su razón de ser en él, por y para él, pues hoy hace un año que su luz vino a iluminar mi oscuridad, a llenar mi vacío, y deseo con estas palabras manifestar una creencia y expresar una emoción que vienen de forma conjunta a causa de él, a causa de nosotros. Por tanto lo diré como si le estuviera mirando cara a cara:

Has conseguido en este año en que hemos estado juntos sacar lo mejor de mi, a creer en la unión del alma, a entender el concepto del amor como nunca había pensado que sería. Tú me has hecho amar de verdad por primera vez en la vida y, pese a que no todo son caminos de rosas, sigo manteniendo aquello que una vez me dijiste: que todos nuestros pasos parecían encaminados a que nos conociéramos. Eres la luz de mi existencia, el hombro en que llorar, los ojos a los que mirar, el abrazo que no me puede faltar. Eres principio y fin, mi admiración y mi más grande respeto. Eres eso y millones de cosas más. No importa lo que suceda de hoy en adelante o cómo evolucionemos en nuestro “nosotros”: ya eres y siempre serás una parte muy especial de mi vida. Y sé que siempre estaremos el uno al lado del otro pase lo que pase. Y quiero dedicarte una de las muchas canciones que me hacen pensar en ti, como esta preciosa balada de Julieta Venegas:
Hay tanto que quiero contarte...
Hay tanto que quiero saber de ti...
Ya podemos empezar poco a poco.
Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?.

No te asustes de decirme la verdad,
eso nunca puede estar así tan mal.
Yo también tengo secretos para darte,
y que sepas que no me sirven mas.

Hay tantos caminos por andar...

Dime si tú quisieras andar conmigo...
Cuéntame si quisieras andar conmigo...

Estoy ansioso por soltarlo todo,
desde el principio hasta llegar al día de hoy;
Una historia tengo aquí para entregarte,
una historia todavía sin final.

Podríamos decirnos cualquier cosa,
incluso darnos para siempre un siempre no.
Pero ahora, frente a frente, aquí sentados,
festejemos que la vida nos unió.

Hay tantos caminos por andar...

Dime si tú quisieras andar conmigo...
Cuéntame si quisieras andar conmigo...

Si quisieras andar conmigo...


Gracias por este año de amor. Te quiero.

“Lo más grande que te puede suceder es que ames y seas correspondido”

23 de octubre de 2005

Andúril

Andúril es una espada especial. Y significa mucho, mucho más para mi, por una serie de razones. Os contaré brevemente su historia, conocida por todos en cierto modo gracias a las películas de El Señor de los anillos.

En el mundo de Tolkien, en los días antiguos, existía un reino llamado Nogrod, en el cual vivían los grandes Señores enanos, junto con su otro gran reino: Khazad-Dûm o Moria. En este reino había un enano de gran renombre entre todos ellos, y su nombre era Telchar. Fue él quien forjó una poderosa espada, como muchas otras grandes cosas, que recibió el nombre de Narsil (que significaba Sol-Luna). Esta espada se hizo famosa y terminó, con el paso de las edades, en manos de los herederos de Númenor, el alto reino de los hombres en Oesternesse.
Cuando cayó Númenor, y los exiliados fundaron el reino de Gondor en la Tierra Media, Elendil el alto, rey de Arnor y padre de Isildur y Anárion, los regentes de Gondor, fue quien la llevó en la famosa batalla de la Última Alianza entre Hombres y Elfos contra Sauron, el Señor Oscuro.
En esa batalla, Elendil cayó bajo la mano del mismísimo Sauron, y la espada Narsil se quebró bajo su cuerpo. Su hijo Isildur tomó los fragmentos de la espada quebrada y con ella cortó el dedo de la mano de Sauron donde llevaba el poderoso Anillo Único, con lo cual su espíritu fue vencido (pensaron entonces que definitivamente, pero el anillo no fue destruído).
La fama de Narsil fue grande entonces, pues ella fue quien trajo la victoria en la guerra contra el mal. Pero este no había sido del todo derrotado. Por tanto, Elrond el Medio Elfo guardó los fragmentos de Narsil en Rivendel, hogar y refugio de los últimos Elfos de la Tierra Media, esperando el momento oportuno de volver a usar la espada.
Y así sucedió: Más de 3.000 años después, Sauron regresó, y entonces Narsil fue forjada de nuevo. Recibió un nuevo nombre: Andúril, La llama del Oeste. Y fue entregada al heredero de Elendil: Aragorn hijo de Arathorn, el legítimo rey Elessar de Gondor.
Con esta espada, Aragorn devolvió la esperanza al oprimido pueblo de los hombres y tras la derrota definitiva de Sauron se convirtió en su espada legítima, la espada del rey.
Vaya parrafada, ¿eh?. Bueno, supongo que no puedo evitar demostrar mis sapiencia en la mitología histórica de mi querido Tolkien, jejeje. Bueno, ¿y a qué viene que haya contado la historia de la espada a grandes trazos?. Porque, desde hace dos días, Andúril luce brillante en mi habitación. Ha sido el regalo de cumpleaños de mi querido Sergio, quien no había podido dármelo antes.
No tengo palabras: para mi, Andúril como símbolo es algo muy grande y me siento dichoso y feliz de poder tenerla entre mis manos: una réplica exacta. Y el hecho de que sea mi chico quien me la ha entregado, hace que su significado sea infinitamente potenciado...
Es uno de los regalos más bonitos que he recibido en mi vida... por muchas razones, como podréis intuir.
Un abrazo.

20 de octubre de 2005

La pérdida de un amor

Ayer sucedió algo atípico en mi oficina, algo que aunque no me ha afectado ni de lejos directamente, sí me ha afectado bastante, y sobre todo, me ha hecho pensar muchas cosas.

Tengo una buena compañera de trabajo, Belén, una con las que quizá más he intimado desde el principio por razones circunstanciales. El caso es que es una persona a la que tengo mucho cariño y ayer pasó por uno momento realmente duro.

Belén tiene unos 33 años y es divorciada. Vivía con él en Tenerife, según sé yo, aunque era natural de Valladolid. No sé mucho más acerca de los motivos que les distanciaron y les llevaron a separarse. Es más, tampoco sé qué tipo de relación mantenían en la actualidad. Sólo sé que ella tuvo que volverse a Madrid con la cabeza baja, pero supo recuperarse y se levantó fuertemente ante un revés tan grande de la vida.

Pues bien, ayer me dirigía al lavabo para lavarme los dientes después de comer, y escuché un sollozo. Belén estaba en el lavabo de chicas llorando y hablando con alguien. No sabía lo que le ocurría, pero me dije a mi mismo "luego le preguntaré a ver qué le pasa”. Ella estaba muy bien, pero no hace aún demasiado que rompió con un chico por el que había apostado fuerte.

No penséis que me compadezco de Belén, en absoluto: todo el que la conoce puede ver que es una mujer con un par de ovarios, sensible, buena gente, cariñosa, y, sobre todo, sensata y de buen tino. Simplemente las cosas que le han ocurrido son aquellas que la vida nos pone por delante a todos de forma completamente aleatoria. El libre albedrío de las cosas, vaya.

Pues finalmente me enteré de lo sucedido por boca de mis compañeras de trabajo, a las cuales les dijo lo que pasaba antes de encerrarse en el baño: su ex–marido había fallecido en un accidente. Me quedé de piedra y se me hizo un nudo en la garganta.

Volví a mi despacho y no supe más de ella: salió pitando, evidentemente, y después yo le mandé un SMS para decirle que lo sentía y que contara conmigo. No iba a llamarla, claro está, pues entiendo que no debía tener humor para ello.

A la noche recibí la respuesta, y ella me agradecía el apoyo y a su vez me decía que estaba bastante mal y que era muy duro perder a alguien a quien había querido.

Me puse bastante triste. No sé lo que debe ser perder un amor, en este caso dos veces. Evidentemente no es lo mismo divorciarte de alguien que se te muera, y tampoco sé muy bien cómo debe ser la situación de perder a alguien que una vez fue tu vida pero en tu presente ya no lo es. Podría tener un buen ejemplo en mi propia madre, a quien le pasó lo mismo, pero me temo que son cosas distintas. Porque cada caso es un mundo aparte, un universo propio.

De todos modos, todo esto no hace sino hacerme tener muy claro que la vida es aprovechable mientras existe, mientras puedes respirar, mientras puedes sentir. Esta mañana, hablando de ello en el desayuno, yo mismo dije “No podemos estar siempre pensando en la fragilidad de la vida; nos volveríamos locos”. Y creo que es así. Y sin embargo, citaré esa maravillosa frase, dura pero una verdad a todas luces, que escuché en la película Las horas: “Alguien tiene que morir para que los demás apreciemos la vida, para que establezca el contraste”.

Doy gracias por tener todo lo que tengo, todo lo bueno, e incluso de lo malo. A mi familia, a mis amigos, y sobre todo, a mi querido Sergio. A veces es demasiado fácil olvidarse de la belleza de nuestro entorno. Celebremos la vida como se merece.

Un abrazo.

19 de octubre de 2005

Mis comentaristas

Me gustaría escribir un pequeño párrafo en agradecimiento, sobre todo, a mi queridísimo Spidermanu y a Rafalet, que de vez en cuando se acuerdan de dejar un comentario por estos lares, además de espontaneos visitantes como María y mi adorada Dora. Eso sin contar con la gente que lee fervientemente mis pajas mentales y que aunque no escribe está muy atenta y es fan incondicional de este rincón (un besazo, mi niño).
No siempre me acuerdo de responder a vuestros saludos, pero debeis saber que los leo todos.
Manu, no te preocupes por no haberte acordado de mi cumple. ¡A ti te lo perdono todo!. Lo sabes de sobra.
Rafa, siempre consigues arrancarme una ronrisa cuando te leo. Soy tu humilde Padawan.
Muchas gracias a todos los que leeis mis palabras, de todo corazón.
Un abrazo.

Enfados ¿injustificados?

Ayer, como suelo hacer algún día entre semana, quedé a comer con mi querido amigo Juan Carlos. Trabajamos más o menos cerca y nos viene bien quedar algún día entre la semana. Y como siempre todo estupendo; la verdad es que Juan Carlos es un auténtico encanto y adoro tenerle como amigo.

Sin embargo, algo ayer empañó nuestro encuentro. Cuando terminamos de comer a eso de las 3 y cuarto de la tarde, Juan Carlos me pidió que le acompañara a la tienda de videojuegos de al lado para comprarle un juego de la Playstation 2 a su novio, Manolo. Y yo accedí encantado, claro está. No obstante, le había explicado a Juan Carlos durante la comida que debía irme un poco antes, pues tenía que ir antes de entrar al trabajo a un centro comercial que hay al lado del mismo a recoger unas fotos pendientes, y eso antes de las 4 de la tarde, hora en que volvía al trabajo. Hasta aquí, todo correcto.

Nos quedamos mirando un rato los juegos, y finalmente optó por coger el FIFA 2006, pues a Manolo le encantan los juegos de Futbol. Me preguntó si era mejor este o el Pro Evolution Soccer 2005, pero como todo el mundo que me conoce sabe, a mi el balompié no me va ni en las consolas ni en la realidad. Por tanto le dije que había oído que el FIFA era muy bueno, y como además valía casi 20 euros menos que el otro, pues cosa hecha...

La sorpresa viene en la caja: siendo ya las 3 y media, la cajera se enfrascó en una apasionada conversación en la que explicaba cómo el Pro Evolution Soccer 2005 era infinitamente superior al FIFA 2006, y Juan Carlos se quedaba dubitativo ante en énfasis de la muchacha. Y mientras tanto el tiempo corría.

Cuando ya eran las cuatro menos veinte, yo le empecé a decir a JC “Oye, que me tengo que ir marchando, que si no, no llego...”. Pero nada, seguían hablando. Educadamente callé un poco, pues tampoco pasaba nada, pero el caso es que tampoco me apetecía escuchar a la pesada de la cajera hablar de las maravillas del Pro Evolution Soccer 2005, cuando además no podía hacerle la devolución a Juan Carlos por problemas técnicos, indicándole que tenía que volver al día siguiente. Total, que a poco más de las 15:40 nos marchamos.

Ahora viene la sorpresa: Juan Carlos se había enfadado conmigo. Lo noté inmediatamente, y le detuve.

- Qué te pasa?. Oye, ¿no te habrás enfadado porque he metido algo de prisa?

- No, no pasa nada. Pero por un par de minutos tampoco es para ponerse así.

- Vaya, lo siento. Pero es que la chica esa se estaba enrollando mucho y total no podías hacer nada. Además, no creo haberme puesto de ninguna manera...

- Ya, bueno... en fin, que no pasa nada.

Me fui al trabajo con remordimiento y malestar: a mi gusto yo no había sido rudo ni grosero ni nada... simplemente tenía algo de prisa, cosa que él sabía perfectamente. Y sé que la cosa no pasa de ese punto y que la próxima vez que nos veamos, que será pronto, esto se habrá olvidado. Pero me ha hecho pensar en algunas cosas.

¿Cuándo podemos decir que una persona se enfada con nosotros de forma justificada?. Está claro que los enfados de los demás no siempre vienen dados por nuestra actitud, sino que a veces no son más que comportamientos consecuentes con el estado de ánimo de esa persona. ¿Cuántas veces habremos oído “Perdóname, es que estaba nervioso”?. Y por otro lado nos pasa a nosotros mismos: puede que no digamos nada, pero podemos enfadarnos con alguien por estupideces, por auténticas chorradas intrascendentes, sólo porque tenemos un mal día. Y anda que no habré visto yo, incluso en mí mismo, cómo estupendas amistades se van a la mierda o se quedan seriamente dañadas por cosas así...

Desde mi punto de vista, y sólo desde este, el leve enfado de Juan Carlos de ayer estaba injustificado, pero está claro que no puedo ser objetivo. Cada uno ve las cosas como quiere, y yo quiero verme como el sensato y el que tiene la razón. También creo que si bien podría haber resultado algo chirriante, también digo que no fui un cagaprisas ni un agonías.

Cómo somos las personas. Es increíble la facilidad con la que nos podemos crispar y adoptar poses que no tienen nada que ver con nosotros mismos, y que se nos perturbe el corazón. No podemos muchas veces hacer las cosas con tino, todo por causa de nuestro estado de ánimo.

En todo caso, espero que mi querido JC ya se haya olvidado de esto.

Un abrazo.

18 de octubre de 2005

Caracter, ese gran desconocido

Ya he comentado en más de una ocasión que a veces me siento realmente mal cuando veo el colegueo que se traen mi más inmediato jefe, Jesús, con mi a veces extraordinariamente peculiar compi, Quique. De todos modos no se si soy el más indicado para señalar con el dedo las peculiaridades de nadie, ya que yo mismo soy extravagantemente peculiar. No obstante, ahí está: a veces tengo la sensación de que Quique, por su constante interés en todos los asuntos en los que se puede meter si tiene posibilidad, parece tener mucha más miga en todo lo relacionado con la empresa. Al menos tengo el consuelo de saber que mi trabajo también tiene una muy importante parte en la empresa, sin el cual muchas cosas no podrían funcionar como lo hacen.

Sin embargo, hace unos días sucedió algo que me puso el nudo en el estómago: siempre había imaginado que algún día me vería enfrentado a esa situación, pero llegó inesperadamente y me pilló por sorpresa. Mi jefe tuvo una oferta de trabajo para marcharse (hoy nos ha confirmado que no la ha aceptado), pero hablando de ello... salió un nombre para su posible sustituto en caso de irse. Entre Quique y yo... ¿adivináis quien era el elegido?.

Indagando en mi cabeza el por qué Jesús tenía claro que Quique sería su sustituto, barajé muchas posibilidades: el rollito macarra-colega que se traen, sus afinidades en muchas cosas. Aunque sea una chorrada, su rollo machito-cómo-me-gustan-las-tías también me hacen sentirme fuera de ese círculo que parece sólo pertenecerles a ellos...

Pero creo que ninguna de esas cosas era la respuesta. La respuesta es, evidentemente, mi falta de carácter. El otro día mi chico me dijo que tener más carácter que yo era algo realmente fácil. Y él es el último de una larga lista de personas que me ha dicho lo mismo. Y yo sólo puedo asentir como los tontos, pues es evidente que es verdad.

Desde niño he tenido una carencia de carácter, de rudeza, en parte porque quizá me rebelaba contra ello: mi madre siempre era muy agresiva conmigo (figuradamente, para aclarar las cosas) y siempre me instaba a no ser tan blandengue. Y en el colegio eso me trajo también muchos problemas. Y también de adulto: por ser educado, por no subir nunca el tono, por dejar las cosas ir a su libre albedrío, por no querer meterme en camisas de once varas... siempre he salido perdiendo. Y lo del otro día es nuevamente otro revés más.

Yo me pregunto: ¿el carácter está inherente en nuestra naturaleza única como persona o es algo que se hace?. Yo creo lo que pienso de todas las cosas: que la verdad es verdad a medias. Es decir, que si bien tengo muy claro que mi falta de carácter es parte de mi propio ser, sin ninguna actuación externa, también es cierto que esto se ha forjado así a lo largo de mi vida. Tanto por mi parte débil como por la fuerte. Pero yo sé que soy débil esencialmente: y tengo tendencia a sufrir, tanto si lo hago por mi mismo como por los demás. Es duro tener que decirlo así, pero si alguien se propone dominarme o hacerme sentir mal, lo puede conseguir con muchísima facilidad.

Muchos me dirán que es porque yo quiero, que tengo que ser más fuerte, más duro, pero es evidente que quien diga esto sólo sabe mirar desde su propio ángulo. Y el que lo comprenda pero aún así sepa y de hecho se aprovecheche de esta debilidad mía tiene doble delito, además.

¿Estoy condenado a quedarme estancado en la vida por culpa de mi falta de carácter?. ¿Debo ser una persona más dura, más determinada, mostrar un lado más agresivo?.

Lo siento mucho: no puedo. Quien me quiera, que me quiera así o que no lo haga. Quien no sepa ver más allá de las rudezas y los caracteres fuertes, que no me reclame si no aprecia lo que hay después. No me importa.

¿Qué culpa tengo yo si el mundo en el que vivo la mayor parte de la gente se rige por la dureza de carácter?. Es decir, ¿dónde queda el espacio para la gente sensible?.

Un abrazo.

17 de octubre de 2005

La calidez de un grueso edredón

Este ha sido uno de esos fines de semana relajados (entre comillas) que hace tiempo no disfrutaba tanto. El sábado fue uno de esos días de no-parar-un momento entre la visita a María, Jose y Paula, seguido de compra infernal en IKEA, comida en Burriking, tienda de plantas, y después... manualidades en casa de mi chico guapo para hacer su casa aún más bonita si cabe con los enseres de IKEA. Acabé muertecito. Pero el domingo fue mucho más relajado afortunadamente, uno de esos días de vegetación en el hogar y Playstation 2 a tope gracias a la nueva adquisición que un buen amigo me regaló precisamente el día anterior durante las compras: el Silent Hill 4.

Pero el caso es que finalmente, por la noche, regresé a casa de mi madre, donde descubrí que había cambiado el edredón de mi cama por la versión-invernal. ¡Ay!. Es la materialización de que el frío ha llegado.

Pasé buena tarde en casa haciendo lo típico de un domingo: que si vamos a acicalarnos para mañana ir presentables al curro, que si vamos a escribir en el Blog las sensaciones que me ha producido conocer a Paula, que si vamos a ver el tercer capítulo de la temporada 2 de Desperate Housewives... etc etc. Pero según la noche se iba haciendo más cerrada, llegaba el momento de irse a la camita, a esa pequeña pero acogedora cama de 90 que adorna mi habitación. Terminé de preparar un resumen de asuntos del curro para el día siguiente y con el que debo seguir según termine de escribir estas lineas, y me metí en la cama. No me puse a leer el libro con el que estoy actualmente, sino que me devoré entera la Fotogramas de este mes, que no había podido ver hasta ese día. Me metí en la cama con el nuevo edredón grueso, fuerte y cálido y me sentí como si renaciera. Pero me recordaba a alguien que echaba de menos en ese momento: a Sergio.

¿Y por qué me recordó a él?. Bueno, cuando apagué la luz, esa sensación de calidez, de protección, permaneció. Y según mi mente iba entrando en el mundo de los sueños, esa sensación se agudizó. Y me sentí bien, muy bien... sobre todo porque soñé con cosas hermosas, bellas, emocionantes.

No hay nada que pueda sustituir una noche abrazado a él, pero desde luego si hay algo que se le acerque remotamente, es la noche que he tenido hoy.

Un abrazo.

16 de octubre de 2005

Paula

Ayer viví uno de esos momentos emocionantes como pocos. Una de esas cosas que te hacen replantearte todo en su concepto más básico: el poder de la vida.

Tengo dos amigos, María y Jose, que son matrimonio. Les conocí hace casi 6 años, y desde entonces somos buenos amigos.

Con el paso del tiempo, María y Jose se convirtieron en esas personas entrañables con las que he hecho un sinfín de cosas: ir de vacaciones, cenas, cine, excursiones… y les llegué a querer muchísimo. Eso hasta hoy, por supuesto.

Anteayer, día 14, a las 23 horas, llegó al mundo Paula, su primera hija. Y por descontado, al día siguiente fui a visitar a los felices papis al hospital. Paula es una niña tan bonita y tan despierta… la vi cuando aún no tenía un día de vida y se me hizo un nudo en el estómago, unido a la más que evidente felicidad de mis queridos amigos. María estaba bien, pese a todo lo que supone una cesárea.

He visto la evolución como personas y como matrimonio de María y Jose, y ayer sentí una inmensa alegría y una inmensa tristeza, porque esa alegría de ellos nunca podré celebrarla yo.

Ya se que mi vida es buena, que lo de tener hijos no es estrictamente el orden de las cosas, ya se que la felicidad no se mide por los convencionalismos… y que se puede adoptar y todo eso, pero… no se, siento una especie de vacío virtual.

Siempre he querido ser papá. En parte por poder darle a un hijo mío lo que yo nunca tuve, en parte por ser la otra parte en la mágica relación que tuve con mi padre… y, por ridículo que parezca, porque tengo instinto paternal.

Hace unos meses hablaba con una compañera de trabajo sobre este asunto. Y le dije que le tenía envidia, porque ella, aunque tiene 33 años, es soltera, y no tiene planes para ser madre, tiene indudablemente la POSIBILIDAD, la capacidad de ELECCIÓN. Yo no tengo esa posibilidad en ese sentido: alternativas sí, pero no la libertad de hacer mi propia voluntad.

¡Que no se me malinterprete!. Soy muy feliz con mi vida y, sobre todo, con lo que espero de ella, en la que actualmente no entran los hijos. Lo que pretendo es, simplemente, expresar mi sensación de desasosiego antes lo que se me va de las manos y nunca podré acariciar.

Ay Paula, que bonita eres, qué dentro me has llegado en nuestro primer encuentro, y qué de cosas has revuelto en mi. Soy muy feliz de verte en este mundo loco en que vivimos. Pese a eso, sé que tienes los mejores padres del mundo y que serás feliz. Bienvenida a la vida.

Un abrazo.

13 de octubre de 2005

Venticinco

Me apetecía mostrar esta foto, que me hice hace unos días en una pequeña cena. ¡La tarta la hice yo!.

Es día hice una cena en casa y lo pasamos bien. En este tipo de cosas siempre apetece estar con gente querida, y aún así no estuvieron todos los que yo hubiera deseado. Pero el espacio estaba limitado, y no se puede hacer más de lo que el lo material te permite en muchas ocasiones.

Dentro o fuera de esa cena, me gustaría dar las gracias infinitamente a todos los que se acordaron de mi aquel día. Porque, a cada uno de vosotros, de forma única e individual, os quiero con el corazón.

Un abrazo enorme.

12 de octubre de 2005

Craso error de concepto

Es curioso cómo la vida parece girar siempre en base a los mismos asuntos de forma que a veces resulta un poco tedioso. ¿Y por qué resulta tan extraño?. Al fin y al cabo, nuestro día a día se compone de pocas cosas, muchas veces siempre iguales, como puede ser el trabajo o las personas que tenemos en nuestro entorno.

Ahora mismo estaba pensando que lo que me impulsa a escribir este texto es, una vez más, algo de lo que ya he hablado innumerables veces en este blog: mi independencia. De un modo u otro, siempre enfocándolo desde ángulos y posiciones distintas, pero al fin y al cabo hablando siempre de lo mismo.

Ayer fue el santo de mi madre y tuve comida y cena familiar. Fue en este último evento cuando salió nuevamente el tema del piso que se entrega el año que viene, al cual mi madre en teoría se irá a vivir, y yo me quedaré en nuestra casa actual. Manifesté en esa cena las ganas que tengo de tener independencia y vivir en mi propia casa.

Pero… ¿independencia de QUÉ?. ¿Qué me impulsa, qué me corroe por dentro para tener esa necesidad?. Es indudable que la tengo (esa sensación es demasiado viva y clara como para obviarla o no reconocerla), pero ayer me recordaron que de lo que intento huir o lo que quiero conseguir no lo sé ni yo mismo. No sé si necesito demostrar que PUEDO hacerlo, que soy capaz (aunque en verdad no me hace falta: sé que puedo, y que soy una persona independiente ya de por sí), o si quiero salir de las faldas de mamá.

Como mi madre está en casa realmente desde hace dos años escasos, y antes de eso siempre había estado solo, me he acostumbrado tanto a ello que la convivencia con ella se me hace bastante cargante. No es que no pueda vivir en convivencia, sino que me cuesta vivir con ESTA convivencia en concreto por una serie de razones que ni quiero ni tengo ganas de explicar en este mismo momento. No es mala, es incluso buena y positiva, y eso quiero recalcarlo, pero no es lo que yo necesito.

He cometido un craso error de concepto a la hora de pensar en mi independencia: no he tenido en cuenta que no es independencia yo que yo busco. Es otra cosa. La independencia la tengo hace ya muchísimos años, y no necesito de nadie para buscarme las castañas en todo tipo de ámbitos. Aún así, algo me falta, o algo me duele. Una herida en el corazón, en el alma, una aflicción en el espíritu que me entristece si pienso en ello. Las personas, en general, tenemos cierta tendencia a sacar lo que tenemos dentro de las formas más insospechadas posibles. Y muchos de nuestros comportamientos, los cuales nos sorprenden hasta a nosotros mismos, vienen motivados por nuestra propia psique. ¿Cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos por qué actúo así o por qué habré dicho eso?. Intentar buscar la respuesta a veces se convierte en una auténtica quimera. Y, por ende, desistimos o nos convencemos a nosotros mismos de que no se puede intentar remover la mierda, hablando en plata.

Yo tengo una ventaja respecto a todo esto, y es que sé claramente lo que quiero conseguir y, sobre todo, con quién. Primero conmigo mismo, y después con las personas que quiero a mi lado, una de ellas por encima de todas.

Qué complicado y a veces desesperante resulta entendernos a nosotros mismos, ¿verdad?. ¡Envidio a todo aquel que no tenga esa complicación añadida!.

Un abrazo.

Hormiga urbana

Definitivamente, en la vida uno no puede permitirse el lujo de dar por sentadas ni siquiera las cosas más elementales. Es algo que veo día a día y de lo que, dependiendo del momento, soy más o menos consciente.

Hace ya unas semanas, quizá diría que meses, que en mi trabajo se están fraguando una serie de cambios que en los últimos días se están precipitando de una manera descomunalmente rápida. El asunto es el siguiente: mi departamento ha tocado el talón de Aquiles de la gran compañía, y esto no ha debido parecerles bien, con lo cual han tomado medidas y pretenden hacer suyo aquello que, evidentemente, debieron pensar y no pensaron. El problema está en que no quieren contar con los que hemos creado este asunto al margen de ellos, lo cual a mis inmediatos jefes no les está sentando nada bien.

Pero luego estoy yo. El currito. El que conoce seguramente mejor que nadie aquello por lo que se está peleando. En concreto hablamos de un programa informático, y yo soy su único conocedor y programador. Están hablando y peleándose por mi bebe, y aunque no es exclusivamente mío (hay más personas implicadas en distintos asuntos, como puede ser el creativo), no puedo evitar que, al ser yo el que se ha currado las casi 50.000 líneas de código que posee, tenga una sensación de propiedad superior a la de los demás.

Lo peor que llevo es que estoy dentro de un juego de otras personas, que son los jefes: cada uno con sus intereses, lealtades y deslealtades, aspiraciones, ambiciones… y ya está. Y yo soy el currito, el acólito obediente, el que tiene que aguantar la angustia que supone la espera ante la decisión que puedan tomar estas personas. ¿Qué aporto yo a todo esto?. La faceta de la ilusión. Porque nadie tiene más interés en ver cómo mi invención vuela alto, cómo despega con alas nuevas. Y en cierto modo no puedo evitar sentir un casi obsceno orgullo de contemplar la que se está montando con algo de mi propia creación. ¿Y por qué no?. Al fin y al cabo es el único privilegio que puedo permitirme en todo esto.

Porque sí, yo y mi trabajo somos parte de un todo en el cual realmente ni se aprecia totalmente el esfuerzo realizado y, sobre todo, a la persona. Soy una hormiga rodeado de gigantes. Unos me cuentan que esto me va a joder, otros que me va a beneficiar... y yo ya no sé qué creer, tan sólo me limito a esperar a ver qué pasa.

Cuando me refería a no dar por sentadas las cosas, me refería a las expectativas de futuro que parece que van inevitablemente hacia ti. Eso es lo que me pasa: por mucho que creamos que los derroteros van a ir por algún lado, nunca vemos los factores externos que pueden alterar esos planes hasta que llegan inesperadamente, como lo que cuento en estas líneas.

En fin... mucha paciencia, y ante todo, mucha ilusión. ¿De qué sino alimentamos nuestro ego e ilusión ante el futuro inmediato?.

Un abrazo.

11 de octubre de 2005

Valinor

En la mitología de mi adorado J.R.R. Tolkien existe un lugar divino, un lugar bendecido, un paraíso terrenal llamado Valinor. Para poneros en antecedentes, os contaré brevemente la historia de este mágico lugar.

Cuando los Valar (Dioses) entraron en el mundo para darle su forma definitiva, cuando todas las cosas eran jóvenes, establecieron estos su residencia definitiva en este lugar que llamaron Valinor. Estaba emplazado dentro del mundo visible, atravesando un muy ancho mar que lo separaba de la Tierra Media, donde el Señor Oscuro Morgoth tenía todo el dominio. Y fortalecieron esta tierra haciendo emerger unas poderosas montañas en las costas orientalas, las Pelori.

El lugar se convirtió en un sitio de belleza incomparable, pues los Valar consagraron todas las cosas que allí existían: las aguas, los árboles, las piedras... y como era la tierra de los inmortales, nada allí se marchitaba o moría. Y fue allí donde apareció por vez primera la luz divina de los dos árboles de Valinor, de gran renombre y cuya leyenda es imperecedera. De esos dos árboles proceden hoy nuestro sol y nuestra luna.

Cuando llegaron por fin al mundo los Elfos, los primeros nacidos y los que precedieron a los hombres, los Valar los guiaron a Valinor, y cerca de las costas vivieron junto a los dos árboles, el mar y los Valar. Esta región se llamó Eldamar, y se componía básicamente de tres ciudades para los tres linajes distintos de elfos. Sus nombres eran Tirion, Valimar y Alqualondë.

Tirion era una ciudad enorme donde residían los Noldor, alta y llena de torres y jardines. Como los elfos de allí no querían separarse del mar ni de la luz de los árboles sagrados, los Valar abrieron un hueco en las Pelori donde fue levantada la ciudad. Este paso fue conocido como el Calacirya, el paso de la luz. Y así, los elfos Noldorin vivían en un crepúsculo donde no perdían de vista ni las hermosas estrellas, ni el mar, ni la luz de los árboles.

Valimar estaba situada frente al valle donde estaban los dos árboles, y allí residían los Vanyar. No en vano se los llamaba los hermosos, y los más queridos por los Valar. Al vivir siempre cerca de la luz, eran los seres más hermosos que existían.

Por último y no menos importante estaba Alqualondë, hogar de los Teleri, marineros de corazón y enamorados del mar. Esta ciudad era sobre todo un gran puerto desde donde los Telerj navegaban sin cesar por las costas de Valinor y desde donde navegaban a Tol Eressea, la isla solitaria, cercana a Valinor y parte de este, donde residían más de los de su linaje.

Con el paso del tiempo y los acontecimientos en Valinor y la Tierra Media, el reino bendecido de los elfos fue retirado del mundo visible, y nadie más podía llegar a él salvo los elfos, quienes por derecho al ser inmortales podían reclamar un sitio allí, pues es su hogar secular. Si habéis visto El Señor de los anillos o leído el libro, cuando al final parte el barco desde los puertos grises, es allí a donde se dirigen, concretamente a Tol Eressea.

Y ahora llegamos al punto en el cual explico el por qué cuento la historia de este lugar: porque para mi es una de esas fantasías vividas en mi mente, un pensamiento al que recurro para sentirme mejor. El lugar de mis sueños es Tirion, y cuando quiero olvidarme de las cosas tristes, cuando me apetece sentirme un niño y desconectar de la crudeza del mundo real que tengo alrededor, me gusta soñar. ¡Qué bonito es soñar!.

Imagino que más allá de todo lo que se puede ver existe un lugar maravilloso, imperecedero, donde no existe el dolor, ni la guerra, ni la muerte, donde todo es inmutable y sólo reina la paz y la felicidad. Me gustaría poder ver con mis propios ojos la imponente ciudad de Tirion, un atardecer desde Alqualondë mientras observo la isla de Tol Eressea y, aunque ya no exista, ver la luz de los dos árboles.

Todo tenemos un mundo imaginario en el que nos refugiamos, sin excepción, aunque algunos hagamos más uso de él que otros. Porque tampoco podemos refugiarnos eternamente dentro de lo que indudablemente es ficción. Pero tampoco renegar de él como si no existiera.

Me encanta mi mundo interior. Es mi válvula de escape, mi esperanza. Y qué maravilloso es, sobre todo, cuando consigues encontrar el equilibrio entre tu mundo y el que te rodea.

Un abrazo.

5 de octubre de 2005

Un cuarto de siglo

Hoy es mi cumpleños. Cumplo 25 ¿añitos? ¿años? ¿añazos?. Supongo que depende de a quién te dirijas, tal y como he podido comprobar esta mañana con mis compañeros de trabajo.

La sensación que me recorre en el día de mi cumpleaños es siempre la misma, aunque se agudiza según pasan los años, y que todos sabrán reconocer: la materialización de que el tiempo se va y se escapa de tus manos. Para las personas que me han felicitado hoy soy un “pipiolo”, como dicen, y efectivamente tienen razón, pero yo les recuerdo que el tiempo pasa igual de rápido para todos. Y yo no he vivido aún lo que ellos.

Pero al margen del paso inexorable del tiempo, y aunque pueda sonar muy tonto por mi parte, innegablemente este tipo de fechas me hacen ponerme aún si cabe más reflexivo de lo normal, que ya es decir mucho.

¿Quién soy y dónde me ubico?. ¿Qué he logrado con el paso del tiempo y, sobre todo, a donde me dirijo?. Las dudas corroen levemente mi cabeza cuando intento escrutar los recovecos de mi mente, de mis ilusiones, de lo que me importa.

Anoche me pasó algo bonito: llevo unos meses bastante descolocado y he llegado a pensar que no sabía dónde empezaba mi propio ser. Me he sentido algo anulado, algo desplazado conmigo mismo. ¿Dónde estaba Dani?. Y entonces me fui a la cama a leer algo. Empecé a pensar en mi chico y justo en ese momento me llegó un mensaje de él, un precioso mensaje en que me felicitaba el cumpleaños. Y empecé a ver a mi alrededor: los libros, mis cosas materiales, mi “Collage” de fotos... y me reencontré. Me di cuenta de que el Dani que no era capaz de encontrarse se encontraba a veces, simplemente, detrás de un velo. Y comprendí que todas las cosas que hago, todas las cosas en las que creo, las personas a las que quiero, mis inquietudes, y hasta mis propias dudas componen el todo de ese chico que hoy cumple 25 años.

Y hoy he llegado a la oficina, y receptivo como estaba, he redescubierto maravillado que hay miles de matices en mi forma de ver, de hablar, de trabajar, de hacer las cosas, que si bien no son algo de lo que uno se deba maravillar, sí que reafirman que soy una persona con entidad propia. Que los 25 años en los que llevo contemplando el mundo he aprendido muchas cosas.

No pretendo hacer aquí una declaración de principios ni nada de eso: soy un chico normal con una vida normal, y no tengo nada de excepcional sobre los demás. Pero tengo algo muy poderoso en mi haber: que sé quien soy y sé lo que quiero. Y aunque no sepa en absoluto lo que me espera detrás de la esquina, como nos pasa a todos, tengo la certeza de que podré superar cualquier obstáculo que me proponga.

Un abrazo enorme.