Un abrazo.
25 de julio de 2006
Calorrrrrrr
24 de julio de 2006
Golosinas adictivas
23 de julio de 2006
Carta para papá
¿Cómo estás?. Hace mucho que no te escribo una carta como Dios manda y lo siento, pero eso no significa que no piense en ti. Es más, creo que no hay una sola hora del día en que, de un modo u otro, no aparezcas en mi mente.
A mi no me va mal del todo, ¿sabes?. Bueno, últimamente he pasado una etapa realmente extraña en mi vida y no sé, me he sentido un poco necesitado de tu consejo. ¿Por qué las personas nos complicamos tanto la vida a veces, y hacemos cosas impropias de nosotros mismos?. Bueno, qué más da… al final, con las experiencias nos vamos dando cuenta de que no existen los errores propiamente dichos, sino simplemente acciones más o menos correctas por parte de las partes implicadas y siempre dentro de contextos muy concretos. Pero no quiero aburrirte con mis tonterías… solo quería que supieras que me has hecho mucha, mucha falta últimamente.
¿Cómo te va por ahí?. Es difícil escribir una carta sin saber exactamente dónde llegará o si lo hará, pero la verdad es que no puedo dejar de hacerlo. Hoy hace nueve años que te marchaste. Sí, sí… ya sé que no podías evitarlo, que tenías que irte, que era tu turno, pero es verdad que desde ese día yo no he vuelto a ser el mismo. Y no te reprocho nada, no lo olvides… jamás lo hice antes y ahora no voy a cambiar de parecer. La gente debe estar ya aburrida de escucharme hablar de ti constantemente y de lo triste que me puse cuando dejaste de estar físicamente a mi lado… los pobrecillos deben estar cansados de oír hablar de un fantasma que nunca han visto, o los que sí te conocen de que no pare de hacer referencia a esto o aquello que viví contigo… pero qué le voy a hacer, es que te echo mucho de menos. Nueve años son muchos, y aún queda bastante (supongo) para que nos volvamos a reunir. Así es la vida… qué lástima, ¿verdad?. Pero bueno, tengo paciencia. La que tú me enseñaste a tener… y que aún así me cuesta aplicar.
Me resulta muy curioso que pasaras a mi lado dieciséis años en circunstancias que son de todo menos normales y que ya sean nueve los que han pasado desde que te fuiste. Y lo más curioso de todo es que hoy, y más que nunca, te tengo dentro… recuerdo perfectamente tu voz, olor, gestos, palabras, consejos, abrazos, besos, riñas… absolutamente todo, hasta el más mínimo de los detalles, buenos y malos, de cuando era niño y no tan niño, de nuestros paseos, noches, días, vacaciones, viajes, en casa, en Escalona, en todo lugar, situación... Yo siempre sostuve que tú y yo éramos la perfecta definición de padre e hijo, y que nuestro vínculo iba mucho más allá de la simple herencia genética o de la sangre. Tú eras (eres) parte de mi, y yo de ti. Supongo que intento decirte una vez más que te quiero y siempre te querré. Eres mi papá querido y bienamado. Y todo esto te lo digo a sabiendas de que eras un ser terrenal, que cometía fallos y errores como cualquier persona, y en absoluto una deidad. Aún así, con todo, no existe para mi nadie como tú. Y nunca existirá, lo sabes.
¿Sabes qué me gustaría, papá?. Me gustaría que la vida fuera un poco más sencilla, menos frívola, hacer las paces con mi peores enemigos, reconciliarme conmigo mismo y con los que me rodean, perdonar y ser perdonado en general, decirles a mis amigos que les quiero una vez más, y recordarles que, por desgracia, cada segundo que pasa es un segundo menos que voy a disfrutarles, tal y como ocurrió contigo, y que la presencia de todos ellos es un regalo constante para mi.
Y es que a cada momento que pasa, incluso ahora mismo en que escribo estas palabras, el dolor de tu despedida se acentúa un poquito más. Y eso no cesa. Esa sensación, conforme avanza el tiempo, se va convirtiendo en algo más singular, profundo… no sé, es muy complicado de explicar. Pero no pasa nada… tú sabes a qué me refiero, ¿a que sí?.
Últimamente tengo la sensación de estar escribiéndote siempre la misma carta. No me importa, simplemente lo que hago es grabar un poco más en el corazón esos sentimientos que tengo hacia lo que tú eres y simbolizas en mi alma.
En fin, espero saber pronto de ti de algún modo u otro. Porque sé que tienes tus formas de hacerlo, pillín. Y por favor, no olvides darle el beso más fuerte que puedas a la abuela. Dile que también la echo de menos.
Te quiero mucho, papá.
Dani
22 de julio de 2006
Se buscan
Alias: Dory (sí, sí... la de Buscando a Nemo)
Crímenes: Tener una cabeza con memoria de Pez y ser adorablemente despistado
Nombre: Jose
Alias: Bandurrio
Crímenes: Ser un agonías a la hora de hacer planes y tocarnos... la bandurria
Nombre: Gemma
Alias: La Choni
Crímenes: Ser la mariliendre del grupo y siempre ir a la última moda
Nombre: Dany
Alias: Pulgoso (se ríe igual que el perro de los Autos locos)
Crímenes: Ser heterosexual, metrosexual y todo lo -sexual que se os pueda ocurrir...
Nombre: Dani
Alias: S-Oso
Crímenes: Publicar en su blog todas las chorradas que hace con sus amigos
Nombre: Carlos
Alias: Don Pimpón
Crímenes: Ser la Samantha Jones del grupo y tener demasiao salero granaíno
20 de julio de 2006
¡Continúa la Saga de Hades!
19 de julio de 2006
Zafiro y Vainilla
Yo cada día intento efectuar alguna pincelada que le distinga del día anterior, unas veces con más éxito que otras. Hoy por ejemplo escribo estas palabras para grabar una sensación más allá de los recovecos de mi mente, y otras cuantas cosas que aunque no aparecen en este blog, sí quedan reflejadas de otros modos.
Esta mañana he recordado la importancia del zafiro y la vainilla. En Madrid hoy ha amanecido nublado y gris, con algunas tímidas gotas cayendo sobre el pavimento que adorna la calle de mi casa, y he extrañado profundamente la presencia de esos dos colores.
Veréis, yo soy un auténtico adicto a las imágenes idílicas o hermosas, y en particular a los amaneceres o los atardeceres. La imagen del cielo mezclándose con la luz del sol me fascina como pocas cosas, y reconforta y anima mi corazón, llenándolo de una profunda emoción vasta y hermosa. Cuando voy a trabajar, suelo hacerlo cuando está recién amanecido o aún amaneciendo, especialmente en invierno, y creo que es una de las cosas que más adoro de la vida. La armonía que me transmite esa transición de colores, del azul zafiro al amarillo vainilla, con miles de matices que hacen que cada vez sea igual pero a la vez diferente (las nubles, el clima, la temperatura, el horizonte, el movimiento…), me recuerdan que por muchas rutinas que haya en mi día a día, la magia de la vida sigue presente y reside en las cosas que a veces ni reparamos.
Hoy brindo por un mundo lleno de zafiro y vainilla.
Un abrazo.
18 de julio de 2006
Escritorio Friki
Hablando de constancia...
Hoy me ha dado por pensar acerca de mi capacidad o incapacidad para desempeñar ciertas obligaciones mundanas del día a día, y he llegado a la conclusión de que soy una persona harto inconstante en muchísimas cosas, por no decir en todas. Bueno, seré franco: no me considero una persona que se proponga algo para no llegar jamás a lograrlo, pero entonces ya estaríamos hablando de una meta y no de algo que requiera de una constancia aún más prolongada, algo que es a su vez mucho más simple.
Por ejemplo, este viernes tengo que ir al dentista a que me haga unos empastes. Debe ser que mi higiene bucal no es lo suficientemente buena, y eso que por norma me cepillo los dientes por la mañana y noche, acompañado de Listerine o algún equivalente de enjuague bucal. Pero no siempre lo hago, ¡diantres!. Así luego pasa lo que pasa. Tampoco tomo toda la fruta que debería tomar, pues sé que es muy buena para mi, pero me da a veces una pereza enorme. Lo mismo pasa con la bici estática o el gimnasio, o la solemne promesa de no zamparme nada del Mc Donalds, o de ordenar la habitación, o de leer un poco más, y así hasta un sinfín de cosas que a priori parecen memeces, pero que sin darnos cuenta constituyen nuestro pan de cada día…
Últimamente me ha dado por tener la buena costumbre de tomarme un vaso de zumo multifrutas al levantarme y al irme a la cama. Supongo que me durará un tiempo hasta que me de por otra cosa o me olvide de comprar dicho zumo…
En fin, qué cantidad de chorradas... Me iré a tomar un café, aunque creo recordar que me dije a mí mismo que debía tomar un poco menos (cafeína en general) dado mi alto nivel de nerviosismo… pero bueno, no se puede ser perfecto.
Un abrazo.
17 de julio de 2006
Lo nuevo de la Aguilera
Fin de semana en Navaluenga
Bueno, lo de que me he relajado es algo relativo… porque me he marchado al bonito pueblo de Navaluenga, en Ávila, a pasar un par de días con mis tíos Ángel y Pepa y sus tres retoños, mis primitos queridos del alma: Víctor, Jorge y Ángela. Y es que estos tres bichillos no te dejan parar ni un segundo… y la visita del primo mayor siempre les acelera un montón, jajaja. Pero reconozco que me dan muchísima vida y estoy francamente contento cuando están alrededor mío. Son pura alegría.
Y así, pese a los espantosos atascos que he sufrido a causa de los domingueros que salían de fin de semana (yo mismo era uno de ellos), ha sido estupendo: mi tía pepa hace unas comidas riquísimas, he jugado con Victor al Final Fantasy X (¡¡qué poco nos queda para pasárnoslo!!), hemos ido al río a bañarnos, hemos tomado helados, unas cañitas, bizcocho de pueblo (mmmm… ¡qué rico!), y sobre todo hemos reído una barbaridad. Me da mucha pena no haberme podido quedar más, la verdad, y ahora desde la frialdad de mi oficina pienso que ahora estarán paseando por el pueblo camino al río o a la piscina municipal, mientras yo me tomo un descansillo para escribir esto.
La verdad es que son estos los días o los momentos más mágicos de la vida: aquellos en los que te sientes en casa, te sientes rodeado de alegría y de aquellos a quienes más quieres. Y sí, con ellos estoy en familia. Mi familia.
He grabado unos cuantos videos con los enanos, y me ha costado decidirme por uno… pero os dejo este que es muy gracioso. ¡Si es que mis primitos son lo mejor!.
14 de julio de 2006
Con ojos de niño, con ojos de adulto
Hoy me siento más que nunca dentro de la historia de Peter Pan, en la cual el Sr. Darling se hartaba del comportamiento infantil de su pequeña Wendy y de ese momento en adelante iba a hacer que se comportara como una persona mayor. Ese conflicto siempre está presente en nuestras vidas: el del niño que siempre llevamos dentro con el adulto que acaba imponiéndose conforme avanzan nuestras vidas, en algunos casos eclipsando completamente toda presencia toda esa pequeña maravillosa inocencia que inherentemente llevamos en nuestros corazones.
Digo todo esto porque fui a ver ayer por la noche Superman Returns y, sinceramente, no pensaba que una película que esperaba ver con cierta ilusión pero no en exceso me revolviera tantas cosas por dentro, o me hiciera pensar en ese yo que a veces olvido que sigue existiendo.
Antes de ponerme a reflexionar, voy a sacar mis ojos de adulto y hacer una crítica a la película que ayer vi. Este film de Bryan Singer (Sospechosos habituales, X-Men 1 y 2) es absolutamente irregular, llena de grandes momentos pero también de otros absolutamente innecesarios, aburridos y tontos. No se puede negar el mimo y la ilusión puesta en el proyecto, siendo absolutamente respetuosos con el universo Metrópolis que ya desplegaban los films de Richard Donner, incluso haciendo guiños a otras sagas de DC como la de Batman. Pero no funciona en la actualidad repetir hasta la saciedad lo que ya hemos visto anteriormente, y esta película es realmente pedante en ese sentido. No comprendo ese look setentero a la hora de vestir de los protagonistas en un mundo moderno por mucho que se quiera rendir homenaje a las películas anteriores, máxime cuando todo lo que les rodea es de un mundo contemporáneo. Puedo también perdonar las fantasmadas absurdas del tipo super-rizo-inalterable o un traje a prueba de cualquier cosa. Y el exceso de excentricidad de los personajes malvados o de la inocencia excesiva de los buenos. Pero la verdad, más que ver una nueva película de Superman, salvo algunas cosillas nuevas, he visto una versión moderna o remake de la primera película que, perdónenme, me emocionó bastante más. De hecho la volví a ver hace una semana en casa en DVD y me volví a emocionar con mis insustituibles actores de siempre, parafernalia audiovisual a un lado.
La película no aburre salvo en algunos momentos bastante pesados y lentos, y tiene algunas secuencias memorables como la impresionante escena del avión. Mención aparte a la fabulosa infografía que nos regala impagables secuencias aéreas del hombre de acero surcando los cielos y el espacio, y también a la BSO de John Ottman que no reniega de la original de John Williams y que escuchada completamente remasterizada en el cine te provoca en más de una ocasión que la piel se te ponga de gallina.
Pero insisto: el problema principal de esta película radica en intentar plasmar el mismo espíritu de la original de manera artificial y fallida, llegando a parecer que estamos viendo lo mismo una vez más, pero con bastante menos gracia o emoción. Ponerme a Marlon Brando de nuevo repitiendo lo que ya dijera años atrás en varios momentos de la película casi a modo de plagio nostálgico, mostrar a los personajes con sus características peculiares sin naturalidad alguna (la ortografía de Lois Lane, la torpeza de Clark Kent, la picaresca estúpida pero entrañable de Jimmy Olsen) o ponerme a unos actores que no están a la altura (salvo Kevin Spacey y Parker Posey), junto con un guión más bien flojo que parece una simple excusa para hacer revivir al superheroe, hacen que me quede con un amargo sabor de boca en el resultado final. No es creíble. La Lois Lane (Kate Bosworth) de esta película es ridícula, y Superman es un caracartón con exceso de Photoshop en cada uno de sus planos. Quizá es que yo tengo en un altar a Christopher Reeve o a mi adorada Margot Kidder, la única y verdadera Lois Lane. La película, por cierto, está dedicada a Christopher y Lana Reeve, y al ver sus nombres en la pantalla sentí una profunda emoción. Christopher Reeve hizo que, cuando era niño, pudiera creer que un hombre era capaz de volar.
Y ahora vamos a lo realmente bueno: a la sensación de nostalgia, grandiosidad y emoción que desprende la película, heredada de la leyenda forjada por el film original de Richard Donner y el personaje de DC en que se basa. Cuando comenzó la película y empezó a sonar el Score original de la película (nunca me había parado a pensar en cómo se parece al Main theme de Star Wars, por cierto) de John Williams, remasterizado, mientras los impresionantes títulos de crédito empezaron a desfilar ante mis ojos, no pude evitar que se me pusiera la carne de gallina e incluso se me saltara alguna lagrimita. Tampoco puedes evitar emocionarte con las acciones del hombre de acero contra los malhechores, elementos cómicos aparte. Y es que hablamos de Superman, señores, Kal-El hijo de Jor-El de Kripton. Y como bien apunta este último, Los seres humanos desean hacer el bien por encima de todo aunque perversas y grandes dudas alberguen en sus corazones. Las personas necesitan a alguien que les guíe y enseñe el camino, un ídolo, un modelo a seguir, un símbolo. Aunque sea un personaje de ficción, él, Superman, es ese símbolo. Yo y todos los que tenemos un niño dentro lo sabemos bien.
Y es que hasta este punto quería llegar: a la ilusión, al calor y los sentimientos que despierta el recuerdo de un personaje amado en el corazón de un adulto que recordó que una vez fue un niño. Todos tenemos una memoria dispersa en lo referente a nuestros primeros años de vida, hasta que empezamos adquirir aquello que denominamos conciencia, y a veces y solo a veces nos llegan retazos de recuerdos distantes. Es curioso que, ayer, cuando terminara de ver la película y contemplé atónito un estallido general de aplausos en la sala, sintiera cierta vergüenza. Yo también deseaba aplaudir, y no pude hacerlo no sé muy bien por qué. Sentí alegría y cohibición, fue como si el adulto que hay en mi luchara contra el niño que peleaba por imponerse y tomar el control. Y entonces ocurrió: recordé algo que me había pasado de pequeño y acabé aplaudiendo como los demás. Aparté al Sr. Darling de lado y me convertí en Wendy, la chiquilla que siguió a Peter Pan al mundo de Nunca jamás. Y volví a ser el niño que fui, el niño que soy, el niño que siempre seré.
Y con mis ojos de niño comprendí entonces que la magia de la película de ayer no reside en los actores, o en la factura técnica, o en las críticas que pueda encontrarle como adulto frío y coherente. La magia de Superman reside en acordarse de ese ídolo que todo niño busca, en el recuerdo de una inocencia e ilusión que se ha perdido por el andar de la vida, en las ganas de convertirse en una persona mejor. Puede que suene exagerado, pero en tan solo un instante me di cuenta de que la influencia de héroes como Superman han influido en mi persona conforme crecía y, en cierto modo, esa influencia me ha convertido un poco en él. Porque acabamos convirtiéndonos en aquello que consideramos admirable en un sentido u otro.
El recuerdo que llegó súbitamente a mi anoche fue de cuando yo apenas contaba con 5 años. Recordé que yo había querido ser Superman. Recordé que, estando en clase, me vestí con una capa roja e hice una pequeña representación teatral con un compañero de clase que hacía de Lex Luthor e intentaba vencerme con Kriptonita. Y yo acabé venciendo. El pensar que haya contadas cosas que recuerde de mi infancia más inicial y una de ellas sea esta me llena de una especie de nostalgia y emoción que me embriagan como un dulce vino.
Y así, con mis ojos de niño, recobro los de adulto para volver a mi mundo. Creo haberlo dicho en más de una ocasión, y sí, vale, reconozco que es pedante, reiterativo y redundante, pero nunca me cansaré de decirlo: nunca quiero dejar de sentir este tipo de emociones. No quiero dejar marchar al niño que hay en mi. Nunca dejaré, en cierto modo, de ser Peter Pan, Wendy Moira Angela Darling, Superman, y otros tantos y tantos personajes que, por ficticios que sean, son más reales en mi corazón que aquellos que se consideran personajes de la realidad.
La realidad es aquella que uno forma dentro de su ser. Ni más ni menos.
Un abrazo fuerte.
13 de julio de 2006
12 de julio de 2006
Caeré
Conforme la incontinencia del tiempo iba cumpliendo sus más terroríficas promesas empecé a experimentar una peculiar sensación de agonía, completamente intangible para mis sentidos y mi corazón pero no para mi mente. Y entonces comprendí que la invariabilidad de mis devaneos en relación a lo que ocupaba la mayor parte de mi universo no era algo inusual, sino algo harto simple, lineal y, por qué no decirlo, vulgar.
Las diez. Las once. Las doce. Tic-tac, tic-tac, tic-tac… ¿cómo puede convertirse un segundo en una eternidad?. ¿Cómo puede convertirse una hora en algo tan efímero?. Ha sido todo tan extremadamente contrastado, incomprensible, caótico e incoherente que por un segundo me he visto a mi mismo dentro de un espacio y tiempo distintos a los que nos dicta las reglas de la lógica mundana.
Las cinco, las seis, y las siete… y aquí estoy, escribiendo estas crípticas líneas sin intención alguna de pretender que quien lo lea pueda sacar una conclusión concreta.
¿Y de qué estoy hablando, os preguntaréis?. O quizá no lo hacéis, simplemente estáis asistiendo impasibles ante este desvarío intencionado. Pues la verdad, y aludiendo a lo más profundo de mis entrañas, os digo: no me atrevo a decirlo explícitamente. Me da miedo.
¿Es raro tener miedo a revelar tus propios miedos?. La verdad, yo me detengo a pensar en esa pregunta y creo que no existe mejor definición para el ser humano…
11 de julio de 2006
Juan Carlos, divino de la muerte
10 de julio de 2006
El nuevo single de Belén
Mi querida Belén Arjona acaba de pasarme el videoclip de su nuevo sencillo (el tercero ya de su segundo disco), titulado Sola otra vez. Lo he subido a YouTube para que puedan verlo todos los fans. La canción no es ni de lejos la mejor que tiene en el disco, pero es muy pegadiza.
Los Dióscuros
Me ha llamado en especial la historia de Cástor y Pólux, los dos Gemelos inmortales a los que debe su razón de ser la constelación zodiacal de Géminis, y me apetecía más o menos resumirla en mi blog.
Estos dos personajes eran llamados popularmente los Dióscuros, y pese a que no se sabe a ciencia cierta quién es su padre, se le atribuye a Zeus en el caso de Pólux, mientras que Castor sí era de sangre mortal. Tenían por hermanas a la famosa Helena de Troya y a Clitemnestra. Castor era un virtuoso de la doma de caballos, y Pólux en el arte del Boxeo. Los dos raramente se separaban.
Las hazañas de los Dióscuros son muchas, pero entre ellas está el de la conquista de varios Reinos o acompañar a Jasón en el Argo. Cuando los gemelos raptaron a las que se convirtieron en sus esposas, las hijas de Leucipo, los sobrinos de este mataron a Castor en venganza, y como Pólux era inmortal consiguió convencer a su padre Zeus de que también se la concediera a su fallecido hermano. De ese modo, ambos se alternaron como Dioses del Olimpo y mortales fallecidos en el Hades.
Esta es una sola de las muchas e interesantes historias de la archifamosa tragedia griega. Me encanta poder conocer todas estas cosas por fin de primera mano y no simplemente adivinarlas por medio de una serie de Anime :P
Un abrazo.
Historia de un finde playero
La sorpresa por la tarde llegó cuando mandé un SMS a mis amigos María y Jose.. ¡¡que también estaban allí!!. Y nos encontramos en el paseo marítimo dando un paseo, donde estuvimos un ratito todos juntos. Mis amigos aún no conocían a Peque-Paula, la hija de estos, a quienes algunos no veían hace bastante tiempo. Fue breve pero emocionante.
Un abrazo.
7 de julio de 2006
Yo tampoco te espero
Tras leer el interesante post de mi blogoamigo kozmicboy, me uno a él y pongo esta imagen que habla por sí sola sobre la interesantísima visita que acontecerá en el este del país en los próximos dos días. Irónicamente yo estaré relativamente cerca, pero desde luego no por esta causa: creo que es mucho más sano para el cuerpo y la mente disfrutar de este fin de semana en la playa de Gandía con mis amigos.
Pixar lo vuelve a conseguir
Antes de ponerme con la película que nos ocupa, tengo que decir que siempre he sentido profunda admiración por John Lasseter, el hombre al mando de Pixar, cuyo discurso en los oscar de 1994 cuando recogió su primer idem por la ya citada Toy Story aún recuerdo vividamente. Es un niño grande lleno de buenos sentimientos y que entiende y siente el mundo del cine y la animación como tal, y eso se nota en la pasión que pone en sus proyectos. Cuando vi el reportaje de las instalaciones de Pixar en Silicon Valley, dentro del DVD de Monstruos S.A. casi no lo podía creer. Sí, era un sitio donde se trabaja duro, pero ¡era como un parque de atracciones!. Esta gente sabe cómo vivir y explotar su creatividad, desde luego.
Al margen, debo también mencionar el asunto Pixar-Ghibli. Ya he mencionado como un millón de veces lo admirador que soy de Hayao Miyazaki y sus películas. Pues bien, resulta que este distinguido señor no comenzó a tener presencia fuerte en USA (y por ende en el resto del mundo) hasta que el Sr. Lasseter le echó un cable con la distribución de sus películas. En el DVD de El castillo ambulante hay un reportaje muy curioso en el cual Miyazaki visita Pixar, con la correspondiente emoción de John Lasseter al recibir a tan ilustre invitado, y en el cual expresa su admiración hacia el director japonés.
Y ahora sí, voy a comentar Cars. Está muy lejos de ser una película perfecta y mucho menos revolucionaria, pues repite una vez más lo que yo denomino la fórmula Pixar… un montón de personajes entrañables en un mundo inocente, donde el argumento es a priori bastante simplón y que sirve únicamente de carcasa para el verdadero punto fuerte de todas las películas de este estudio: su desbordante originalidad a la hora de recrear un mundo imposible, cómico y desternillante hasta decir basta. Cada plano de esta película en sí es una auténtica maravilla de la imaginación, y hace un gala de un sarcasmo y conocimiento inusitados acerca del mundo de los coches y las carreras automovilísticas. Tampoco falta el rollo feel-good-movie heredado sin duda de Walt Disney, en el cual todos los personajes son más tiernos que el pan con leche y el malo es el típico objeto de mofa ridículo. Tampoco falta la cancioncita de turno, que si bien en esta película queda bastante apropiada, me ha sorprendido pues ya hacía bastante que no se recurría a ella en una película de Pixar (desde Toy Story si no me falla la cabeza).
Sin ganas de spoilear la película, destaco sobre todo la impecable factura técnica de la cinta, que cada vez son más realistas y espectaculares conforme la tecnología (y el buen hacer) avanzan, y los tiernos personajes, con mención especial al cachondo Mate y a los italianos Luigi y Guido (impagable el cambio de ruedas de este último). En Pixar siempre hacen que los títulos de crédito nunca resulten aburridos, y en esta han rizado el rizo. ¡¡No se os ocurra iros en cuanto empiecen!!. Porque la escena del cine es DESTERNILLANTE (yo no paraba de aplaudir), y lo mismo la pequeña secuencia que hay cuando terminan los créditos.
En definitiva: una película que es más de lo mismo y que incluso supone un pequeño retroceso en la carrera de Pixar en lo referente a gamberrismo (esta es una película infantil donde las haya, es decir: no es Shrek), pero cuya desbordante inventiva e imaginación compensa cualquier carencia blandenguista. La verdad, si queréis pasar dos buenas horas, no dejéis de ver esta maravilla. Pixar strikes back!!.
¡¡Ah!!. Y antes de terminar, no puedo dejar de mencionar el ya clásico corto que emite Pixar siempre antes de sus películas, que en esta ocasión se llama El hombre orquesta y es buenísimo, si bien todavía no he visto ninguno que supere el de Pájaros que se emitía justo antes de Monstruos S.A. Y ¡¡ojo!! Justo antes de este corto, se emitió el primer trailer de la próxima película de Pixar, llamada Ratatouille (rat-a-too-ee), que se estrenará en verano de 2007 y con el cual también me partí. Ya tengo ganas de verla, la verdad. Dicho trailer lo podéis descargar en esta dirección.
Un abrazote!
6 de julio de 2006
Encuesta sobre barbas
A ver... ya sé que milagros no se pueden hacer (uno es feo y punto), pero... si tuvierais que quedaros con una de las fotos, ¿con cual sería?. Siempre estoy debatiéndome a mi mismo si estoy mejor de lampiño, con perilla o con barba... así que os doy la palabra. ¿Con cual os quedáis?.
Un abrazo.
5 de julio de 2006
Nuevos retos
3 de julio de 2006
Noches extrañas
¿Qué decir sobre este espectáculo que no haya dicho ya previamente?. El conjunto del orgullo gay es un híbrido perfecto entre manifestación, circo, espectáculo publicitario (impresionante el cómo se está convirtiendo en un impecable escaparate de Marketing a cada año que pasa) y petardeo. Y es como la pescadilla que se muerde la cola: el petardeo y vulgaridad que se exhibe en determinados aspectos de esta manifestación me parece absolutamente degradante y da una imagen realmente deforme de los gays, pero por otra parte si no hubiera tal show no asistiría ni la mitad de las personas que van.
Pues eso: nos limitamos a observar las carrozas y disfrutar del espectáculo y la música, que en determinados momentos estaba más que bien, todo esto bajo un sol de justicia aderezado con el enorme componente humano que allí había. Famosotes de segunda en las carrozas, los de siempre para variar: el Parada y el Golosino, Alaska, Roser, Gisela, el niño de Aída (qué plumón, por Dios) y ese esperpento que es La terremoto de Alcorcón. Ahí es ná.
Tras la manifestación nos fuimos de cena y marcha. Nada destacable salvo la agradable compañía en general (13 personas en buffet... ufff) y el exceso de gente que caracteriza estas fiestas en las calles de Chueca. Agobiante, asfixiante y en general cualquier adjetivo que denote estrés eran la tónica general del ambiente. Con todo, era divertido para pasar el rato. Y yo disfruté... relativamente. De hecho lo pasé mejor la noche anterior, el viernes, por diversas razones.
Siempre he pensado que la noche del orgullo gay es rara. Y ya son 3 los años de los 5 que he ido en que siempre ha pasado algo malo, o muy malo según se mire. La primera vez que fui al orgullo gay fue en 2002 junto con mi entonces amigo Jorge, y la noche acabó siendo un infierno que recuerdo como una de las peores de toda mi vida por motivos que no me apetece un pimiento reflejar aquí. Al año siguiente, y en menor medida, también me fui a casa con un mal sabor de boca. Solamente los dos años posteriores, en el 2004 y 2005, parece que todo fue relativamente normal. Incluso el año pasado fue realmente estupendo. Pero este año no ha sido así, sin llegar a resultar la conclusión como “mala”.
Tuve un encuentro sorprendente, inesperado, deseado y temido a la vez, con una persona a quien apreciaba mucho y que de repente decidió sacarme de su vida. Qué se le va a hacer, cosas que pasan. Yo le saludé con la misma efusividad que me caracteriza siempre y él correspondió con un cierto tinte de diplomacia también muy propio de él. El encuentro fue breve, frío y conciso. Hola, ¿qué tal?. ¿Cómo te va?. Bueno, la noche sigue.... Punto y final. Me dejó una sensación agridulce, pero me propuse no pensar demasiado en ello. Las páginas que se pasan, se pasan. Pero lo cierto es que lo pensé, no puedo evitarlo. Me da pena... ¿es eso malo?.
Acto seguido apareció un muy buen amigo mío que casualmente tenía un mal día y llegó para decirme vengo a decirte que estoy hasta las narices de todo y que me voy a casa. Pues nada, hasta luego. Y entonces, en ese instante, que duró un par de minutos, me vi solo en medio de cientos de personas. Mis amigos se me habían escapado, otro al que esperaba se había quedado atrás, me había encontrado con una persona que me trató como a un desconocido y a otra que no parecía sentir la presencia de nadie. Y durante ese par de minutos, me dije joder, ¿qué coño pasa aquí?.
La realidad se distorsionó. Todo era absolutamente raro... el ambiente era atípico, el aire distinto, el sonido distante, la gente se convertía en escenario. Y ahí me encontraba yo sin saber muy bien qué hacer, deseando sentirme normal entre la gente que quiero. Por fortuna, mi temple era bastante comedido y no me dio por desesperarme. Y sin que yo hiciera nada, la solución temporal apareció por sí sola: llegó el amigo que había dejado atrás, aparecieron los que había dejado por delante, y esa persona que se marchaba enfadada regresó habiendo recapacitado un poco. Todo volvía a la normalidad.
No me apetece demasiado extender el comentario hasta contar el último de los detalles: baste decir que un par de horas después, a eso de las 2 y algo de la madrugada, yo ya estaba extenuado y agobiado por tanto desenfreno visual, auditivo y por la a todas luces excesiva muchedumbre. Así que opté por irme, y como había dejado el coche en Atocha el paseo fue largo, pero que me despejó muchísimo y agudizó mi cansancio, algo que me hizo dormir francamente bien ese día.
Mientras volvía al coche, sin mi iPod para hacerme algo de compañía, pensé bastante en todo lo acontecido en un fin de semana extraño, desenfrenado y casi psicotrópico. No me gusta este tipo de alucinógenos. No me va en absoluto este tipo de diversiones tan sobreexageradas. Me encanta salir, divertirme, e incluso petardear, pues son maniobras de evasión de una a veces amarga realidad del día a día, y eso es bueno para el espíritu, pero... no tanto. Creo que el año que viene voy a optar por, directamente, no ir a Chueca y quizá ni a la manifestación. Puede que el año que viene por estas fechas cambie de idea, pero dejo constancia aquí y ahora de que, aunque la noche fue muy buena y divertida en muchísimos aspectos, no disfruté tanto como se supone que debiera haber disfrutado.
Quizá el problema radique en mi actitud, pero no creo que sea el caso. Creo más bien que los factores externos me deberían afectar menos. Debería pasar más de la gente, de sus problemas. No soy capaz de claudicar, como ya he mencionado en más de una ocasión. Y no pienso seguir siendo por mucho tiempo la Amelie de mi entorno.
Un abrazo.